Entrevista
El mosso que novela la realidad del crimen en Cataluña: «No podemos dejar que esto sea el Salvaje Oeste»
Xus González publica su tercera novela, 'El corsario', un vigoroso thriller ambientado en la Barcelona menos sexy
El corsario empieza con el brutal asalto de unos narcotraficantes a la casa de un abogado corrupto, y a partir de ahí no levanta el pie del acelerador. La tercera novela del mosso y novelista Xus González (Terrassa, 1978) es un thriller de los que agarran del cuello al lector y no lo sueltan hasta la última página: una visita guiada por los bajos fondos del área metropolitana de Barcelona que tiene el valor añadido de que su autor sabe exactamente de lo que está hablando.
Mosso d’Esquadra desde 2004, González se ha especializado en las últimas dos décadas en investigar asaltos violentos y robos de droga. Su Barcelona no es la de los grandes eventos ni las vallas publicitarias –aunque deja caer una puyita al MWC–, sino una sucesión de no lugares, naves industriales y descampados donde dos bandas quedan para matarse a tiros por un ajuste de cuentas.
«Lo cuento porque es lo que pasa», señala González, que atiende a El Debate para hablar de una novela —editada por Reservoir Books— en la que recupera a los protagonistas de su anterior obra, Un trabajo limpio, y en la que vuelve a retratar con ojo experto los mecanismos internos tanto de la policía catalana como de aquellos a los que se enfrentan.
–¿Cuántas veces le han hecho la comparación entre sus novelas y The Wire?
–Bastantes (ríe). Pero es una serie que me encanta, me enganché porque me la recomendó un amigo, que no es mosso, cuando le explicaba cómo funcionan las escuchas en las operaciones policiales.
–Como en la serie, en sus obras entramos en casa de los policías, pero también de los narcotraficantes.
–Cuando estás investigando a alguien, empiezas con una fotografía: la reseña policial, sus antecedentes… pero entonces empiezas a seguirle, a ver sus rutinas, con quién se reúne. Normalmente se les pincha el teléfono, y ahí se abre una ventana brutal: ves cómo habla con su madre, con su pareja, con su amante. A veces te sorprende ver los motivos por los que un delincuente abronca a sus hijos…
No sé, el mal puro existe pero en estos casos hablamos de personas que viven de delinquir porque muchas veces no han conocido otra cosa. Una persona que nace y crece en este entorno y rechaza este tipo de vida se ha de celebrar.
–¿Cómo se traslada esta empatía al trabajo policial? Al final uds. tienen que hacer cumplir la ley.
–Si una persona comete un delito, se la ha de detener, claro, pero yo he mantenido conversaciones con delincuentes que… Eso es lo que quiero reflejar en mis novelas. Mira, los delincuentes que no te suelen dar problemas son los que entienden que el juego de la calle es un toma y daca, y que tienen claro que cuando los coges es porque esa vez les ha tocado perder. Pero también saben que a lo mejor les pillas una vez de cada veinte.
–Hablando de relación personal con los delincuentes, hay una escena en El corsario en un parque que me puso los pelos de punta: esa en la que Karim, el villano, amenaza a uno de los protagonistas mientras su hijo juega a pocos metros.
–Eso es algo que quería reflejar en la novela: muchas veces los policías y los delincuentes coinciden en los sitios. Yo personalmente no he tenido problemas de este tipo, aunque mi padre fue policía local en Rubí y alguna vez sufrimos alguna pintada o algún comentario por la calle. Y tengo compañeros a los que se les han encarado en el Carrefour, por ejemplo. Al final, como policía no llevas careta, y hay agentes que se plantean si vale la pena vivir donde uno trabaja.
–A los periodistas se nos insiste desde los colegios profesionales en que no revelemos la nacionalidad de los criminales cuando informamos de sucesos, pero en El corsario no parece tener problemas en señalarlo abiertamente, ¿ha tenido alguna crítica?
–No, la verdad es que no. Además, es verdad que en la novela hay delincuentes inmigrantes, pero creo que hay más delincuentes nacionales, como los neonazis, el estafador o el abogado.
–Antes hablábamos de The Wire: ver lo que ocurre en los bajos fondos de Baltimore puede tener incluso cierto romanticismo, por la distancia. ¿Hablar sobre el crimen en Santa Coloma tiene menos glamour?
–Claro, es que esto nosotros lo conocemos muy bien. Mira, pasó un poco con los atentados de la Rambla: cuando veíamos noticias de otros países de Europa parecía que los terroristas fueran gente súper preparada, y aquí eran cuatro chavales que…
–La otra cara de la moneda sería la gente que lea las torturas, tiroteos y demás lindezas que detalla en su novela y piense: «Realmente pasan todas estas cosas al lado de casa?».
–Lo que yo pongo en la novela es porque pasa, y no solo de esta forma tan cruel, sino aún más. La gente que no quiera verlo no lo creerá nunca, pero por desgracia es así. También hay que tener en cuenta que en el tema de los narcoasaltos a veces la policía ni nos enteramos, si no hay un herido, un cadáver o un testigo. Suelen ser casos muy difíciles de investigar, además.
A veces aparece en el hospital alguien con dos disparos o un navajazo y dice que fue una transacción de un coche que salió mal. Ahí ya sabes que hay tema de drogas, y tal vez en caliente pueda reconocerte a alguien en una foto, pero como la cosa se enfríe, ya te puedes olvidar.
–Habrá quien le diga que si se trata de peleas entre criminales, ya se encargarán ellos.
–Sí, sí, me lo dicen muchos, pero no podemos dejar que pase. Esto no es el Salvaje Oeste: no podemos dejar que vayan provocando tiroteos.
–Se habla mucho últimamente de la inseguridad en Cataluña, de la presencia de armas de asalto en las calles…
–Sí, a veces los medios… Eso lo sabrás mejor tú que yo. Es como el tema de las armas blancas: es cierto que ha habido un repunte, pero siempre han estado ahí. Últimamente hay más noticias, pero yo llevo más de veinte años de investigación y siempre ha habido vuelcos, por desgracia. Muchos, de hecho, están relacionados con el boom de la marihuana, que nunca ha dejado de entrar por la costa de Marruecos. La anterior novela, Un trabajo limpio, trataba este tema.
–Además de detallar cómo funcionan las bandas de narcotraficantes, en sus novelas tampoco esquiva los detalles menos sexys del trabajo policial…
–La mayoría de personas en los Mossos son súper profesionales, pero no deja de ser un trabajo, y hay de todo: del más eficiente al más despistado. No he querido ser corporativista, sino reflejar el día a día, y las cosas a mejorar. Lo he tratado con naturalidad, pero es cierto que con el anterior libro estaba un poco a la expectativa de qué iba a ocurrir. La verdad es que la respuesta de los jefes y los compañeros ha sido muy buena, porque se han sentido muy reflejados.
–¿Cómo ve el estado de salud de la novela negra en Cataluña?
–Históricamente siempre ha sido un género de nicho, pero cada vez se está considerando más como un género tan apto o aceptado como cualquier otro. En Instagram es una barbaridad la cantidad de fans de la novela negra, y también está ahí el auge del true crime, por ejemplo.
–¿Anda ya pensando en la próxima entrega de la saga?
–Cuando escribí Un trabajo limpio no pensé que fuera a tener continuación, pero se me ocurrió una historia en la que encajaban sus protagonistas. Para mi siguiente novela, estoy pensando en cambiar de personajes: será una historia jugando desde tres puntos de vista distintos y ambientada en el mundo rural. Tengo en mente una estructura novedosa, que sea como un puzle. Sí, tengo ganas de ponerme a trabajar en ella.