Elecciones 23-J Compromís-Sumar: una maraña de partidos que nace coja por el difícil encaje de las listas electorales
Los nacionalistas han sido relegados a los designios de la ministra, que ha impuesto a sus números uno a pesar de que Sumar carece por completo de implantación territorial
El logotipo de Compromís es una cara guiñando un ojo y una sonrisa debajo. Esa imagen de marca poco o nada se asemeja a lo que es el día a día en la coalición valenciana, más pendiente de resolver sus innumerables líos internos y de adaptarse a su nuevo papel en la oposición tras el revés sufrido el pasado 28 de mayo cuando perdieron casi todo su poder territorial, incluida la Generalitat Valenciana.
Ahondando en ello, y por aquello de 'dime de qué presumes y te diré de qué careces', los nacionalistas no han tenido más remedio que agarrarse al clavo ardiendo de cara a las elecciones generales que representan Yolanda Díaz y su partido político, Sumar. Así, a la mueca de su logo se unen esa sonrisa irremediable de la ministra de Trabajo y su discurso tan buenista como naíf. Todas las artimañas son pocas cuando se trata de enmascarar y hacer más dulce un discurso que per se ya es radical.
Sin embargo, ese contexto de 'tot va be’ (todo va bien) propio de un cuento infantil dista enormemente de la intrahistoria en la que permanentemente está instalada Compromís. Lo que se ha querido vender es que todo ha ido a las mil maravillas, engrasado de manera perfecta y sin nada que lo haya podido obstaculizar a la hora de confeccionar las listas de las elecciones generales. Pero la realidad es bien distinta
Empezando por la circunscripción de Valencia, lo único que estaba claro es que su número uno tenía que ser una mujer. En el nombre vino la primera polémica. Desde Compromís se intentó hasta el tiempo de descuento repescar a la que fuera vicepresidenta del Gobierno valenciano Mónica Oltra.
Oídos sordos de Yolanda Díaz
En realidad, esa opción era más un deseo nacionalista que una alternativa que se hubiese planteado Díaz a pesar de que la valenciana fue uno de sus principales apoyos políticos cuando Sumar todavía no llegaba ni a la categoría de germen. Si el veto a Irene Montero es tan visible, cómo no lo iba a ser el de una imputada por presuntamente encubrir los abusos sexuales de su marido a una menor de catorce años a cuyo cargo estaba.
Una vez salvado el escollo de Oltra y designar a Águeda Micó, del apparatchik de Compromís- la dificultad radicaba en ver quiénes eran los siguientes cabezas lista por las otras provincias valencianas, Castellón y Alicante. En La Plana el elegido ha sido Carlos Navarro, un médico que se dedica a la Atención Primaria Rural y que es conocido por su papel como activista en pro de la sanidad pública, además de haber sido concejal de Podemos.
Por contra, ha sido en Alicante donde han saltado todas las chispas. Las bases de la coalición nacionalista apoyaban sin fisuras a Carlos Bernabé para encabezar la papeleta. De hecho, dirigentes de Compromís han llegado a firmar un manifiesto de respaldo, al que ha hecho oídos sordos Yolanda Díaz. Frente a ello, la líder de Sumar ha ejercido el poder orgánico que hace no tanto aborrecía para imponer sus nombres.
Así, la lista por Alicante la encabezará Txema Guijarro, exdiputado de Unidas Podemos en el Congreso y que paulatinamente, como tantos otros, se fue alejando de Pablo Iglesias hasta que ha visto refugio en la nueva formación auspiciada por la vicepresidenta segunda.
Lo cierto y verdad es que la relación de Díaz con Compromís no es ni mucho menos envidiable. Cabe destacar que la coalición valenciana la integran tres partidos -Més, Iniciativa y Els Verds- con lo que la confirmación de las listas está más cerca de ser un ejercicio de equilibrismo político que de plantear un verdadero programa de gestión. Cada pata quiere tener su protagonismo, pero no hay tarta para tantos.
A eso se le añaden dos aspectos que dificultan, aún más si cabe, esta ardua tarea. La primera es ver cómo se integra a Unidas Podemos, aspecto que Díaz ha despachado con sumo gusto y sin contemplaciones. Ni siquiera le ha temblado el pulso a la hora de ignorar a Héctor Illueca, actual vicepresidente segundo de la Generalitat y por quien la candidata a la presidencia del Gobierno hizo campaña. Los comunistas no llegaron al 5% de los votos requeridos y, por tanto, se quedaron fuera de las Cortes Valencianas. Donde hace tan solo tres semanas todo eran halagos y aplausos hoy solo queda un estruendoso silencio.
El segundo hecho a tener en cuenta es la nula implantación territorial de la que goza Sumar. Pese a ser una formación que en argot político viene a llamarse ‘paracaidista’, Díaz ha impuesto a su gente, independientemente de lo que estas personas puedan arrastrar en votos. No resulta extraño, puesto que en la papeleta saldrá su cara, una muestra más de la debilidad autonómica de la ministra y de su -aunque indeseado- mimetismo con Pablo Iglesias, que ya hizo lo mismo en las elecciones europeas de 2014.
En conclusión, la sonrisa que tanto Compromís como Díaz quieren dibujar es del todo irreal. Las fricciones y las obvias pugnas internas son inmensamente más grandes que sus deseos de un mundo feliz a coste cero. Natural e ideológicamente ambos se necesitan, pero lo que está por ver es si cierta alianza resulta medianamente fiable o termina siendo un bluf.