Comunidad Valenciana PP y Vox, obligados a desligar su pacto de Gobierno de unos resultados electorales inesperados
Ambos partidos tienen ahora la tarea de desmentir que la premura con la que se gestó el acuerdo y la polémica sobre Carlos Flores sean unas de las causas de la previsible reelección de Pedro Sánchez
Tras conocerse los resultados de las elecciones generales y una vez hechas las primeras valoraciones, el siguiente paso que hacen los partidos políticos es elaborar una estrategia que permita determinar qué pasos seguir una vez sabida la decisión de los españoles. En el caso de la Comunidad Valenciana, parece evidente que lo que van a hacer tanto el Partido Popular como Vox es desligar cualquier relato que lleve a relacionar la firma de su acuerdo de Gobierno con unos resultados que ni los unos ni los otros esperaban.
Respecto al PP, ha conseguido trece escaños entre las tres provincias de la región, seis por Valencia, cinco en Alicante y los dos restantes por Castellón. Es cierto que esos números reflejan un aumento de cinco diputados si se comparan con los obtenidos en los últimos comicios generales, celebrados en noviembre de 2019, pero no lo es menos que están lejos de las expectativas que los propios populares se marcaron durante la campaña.
De hecho, un asiento más de los que han logrado, catorce, era el objetivo mínimo, mientras que no descartaban poder llegar hasta los dieciséis. Las razones principales para pensar en esa horquilla eran el viento de cola que la formación disfrutaba desde las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo y que aspiraban a mantener, así como un clamor general contra las políticas llevadas a cabo durante cinco años por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en connivencia con sus aliados de Unidas Podemos y demás partidos nacionalistas y separatistas.
Vox, 56.000 votos menos que en 2019
En cuanto a Vox, la misión es la misma, pero con un doble agravante. Si los populares pueden aferrarse al clavo ardiendo del incremento de cinco actas y de 334.000 votos más, los de Santiago Abascal en la Comunidad Valenciana han registrado una caída de más de 56.000 papeletas y han perdido dos escaños. Por tanto, mal resultado para un partido que, aunque todas las encuestas le vaticinaban un descenso, siempre confió en contradecirlas por la vía de los hechos y en aportar un mayor número de representantes.
El otro gran desafío para desactivar el discurso de que el acuerdo autonómico podría haber lastrado electoralmente este pasado domingo tiene que ver con quienes ya apuntan un nombre en concreto: Carlos Flores. Según esta opinión, la premura con la que la alianza se forjó y toda la polémica -que saltó a todos los medios nacionales- que rodeó al que estaba destinado a ser vicepresidente de la Generalitat por un episodio de violencia doméstica hace veinte años, han podido movilizar a una izquierda que el 28-M se quedó en casa a pesar de que se daba por hecho una coalición PP-Vox si los números, como así terminó siendo, sumaban.
Con este contexto y con la finalidad bien clara desde la misma noche electoral, el presidente de la Comunidad Valenciana y líder del Partido Popular en la región, Carlos Mazón, asegura que los resultados de las generales lo que provocan es «una consolidación del cambio, que avanza» y que, lejos de poder haber supuesto un frenazo en las urnas para un cambio en el Gobierno central, este se ha «afianzado».
En esta línea, el dirigente del PP considera que a los valencianos «les gusta el cambio» y por eso lo han «expresado con claridad» votando porque valoran que frente al tripartito de izquierdas formado por el PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos ahora se ha puesto en marcha un Ejecutivo «sólido y estable». En él, según explica, imperan «el sentido común y que lo primero son los ciudadanos». «Mientras algunos estaban buscando líneas rojas, nosotros estábamos buscando líneas rectas, que es algo mucho más útil», indica Mazón, destacando que su Gabinete ya ha reducido el «gasto político» que acarreaba el de Puig.
Puig y Compromís usan el pacto
Asimismo, nadie de los pesos pesados en la región de Vox ha hecho una defensa explícita del pacto de coalición. Con el escrutinio ya avanzado, comparecieron Flores y el presidente del partido en la provincia de Valencia, Ignacio Gil Lázaro. En sintonía con lo que dijo Abascal la misma noche electoral, achacaron los malos resultados a «campañas orquestadas e insultos», e hicieron sus respectivas intervenciones en clave nacional, aunque agradeciendo la confianza a todos sus votantes en la circunscripción levantina.
Si acaso, una muestra de puesta en valor del acuerdo con el Partido Popular la habría hecho el vicepresidente primero valenciano, Vicente Barrera, quien lamentado que «la opción de centro-derecha» no haya llegado «a su objetivo de una mayoría absoluta que permita el cambio de rumbo y de Gobierno». El hecho de utilizar el término «cambio» y de aunar a PP y Vox como la alternativa conjunta a Sánchez se podría tomar como reivindicación de que en la Comunidad sí se pudo, hace menos de un mes, conformar una mayoría superior a las alianzas de la izquierda.
Por tanto, el mayor reto que tanto el PP como Vox tienen en el inmediato plazo es el de contraargumentar que la recién estrenada coalición es una de las causas por las que Pedro Sánchez previsiblemente vaya a seguir estando en el palacio de la Moncloa. Ese marco mental ya está siendo explotado por Ximo Puig y Compromís-Sumar, erigiéndose ambos como dique de contención frente a «la ultraderecha». Pero no son los únicos, puesto que hay voces en los partidos que piensan que las «prisas» y la comunicación durante la negociación y el posterior acuerdo no fue la acertada y, como consecuencia, el primer pago por ello fue el domingo.