Valencia La dueña del restaurante marroquí, tras decir que la homosexualidad es una abominación: «Lo dice el Corán»
La dueña del establecimiento de comida árabe de Valencia que expulsó a cuatro personas por portar abanicos con la bandera arcoíris habla con El Debate y se defiende de las acusaciones de homofobia
Hace unos días, el restaurante marroquí Aladwaq, ubicado en la calle La Nave de Valencia, fue escenario de una fuerte polémica que trascendió fuera de las cuatro paredes del local.
Un grupo de cuatro amigos fue al establecimiento a comer y portaban abanicos con la bandera arcoíris en defensa de los derechos LGTBIQ+. Cuando Fátima, la dueña del negocio, vio las enseñas les exigió que los retiraran de su mesa o que se marcharan, ya que ella es musulmana y la homosexualidad va en contra de sus «valores», al igual que el consumo de alcohol.
Ante una actitud que los comensales consideraron homófoba, una de las presentes, Meritxell Ahicart, hizo pública su experiencia en redes sociales y escribió una reseña en Google sobre el local: «Si perteneces a la comunidad LGTBIQ+ no vayas porque te van a echar entre insultos. Ojalá no vaya nadie nunca».
La polémica aumentó cuando la dueña del restaurante contestó a esta reseña y mostró su rechazo a la homosexualidad argumentando su postura en el Corán: «El restaurante no es lugar de manifestación de homosexuales. Habéis cubierto mis manteles con vuestras banderas horribles y en terraza mía que alquilo!!! [sic] Quitaos esas banderas o no voy a servir comida he dicho. Habéis hecho una agresión moral dentro de mi restaurante. Que Allah os guíe al camino recto. Habéis desviado muchísimo y a vuestra edad. El menor de vosotros tendrá 45 años. El Corán sagrado habla de vosotros. Recordad a Lot cuando dijo a su pueblo: ¿Os entregáis a una abominación que nadie ha cometido antes?».
La reacción en las redes sociales ha sido inmediata y vehemente. Activistas y defensores de los derechos LGTBIQ+ han condenado enérgicamente la acción de Fátima, calificándola de discriminatoria y exigiendo medidas legales contra el restaurante.
El Debate ha hablado con Fátima para conocer su postura y ésta ha tratado de quitar importancia al asunto, calificando el incidente como «un debate», como los que tienen «los intelectuales en la televisión».
«Lo han hecho porque soy musulmana»
Esta mujer de origen marroquí se define como «una humilde hostelera que trabaja 16 horas diarias para sacar adelante su negocio y que desarrolla su vida en base a los valores que transmite el Corán». Lejos de estar arrepentida por lo que sucedió, Fátima se ve a sí misma como una víctima perseguida por su religión: «Vienen a imponer a mi casa. Han hecho esto porque soy musulmana, me han faltado al respeto».
La mujer nos confiesa que ha hablado con su abogado y le ha aconsejado que diga que su reacción fue «de buena fe». Según nos relata durante la conversación, ella no expulsó a estas personas de su local: «No era una expulsión, era una condición. O quitaban las banderas o se iban. Lo hice por cultura y por higiene», asegura.
Según relata, es una mujer «tolerante» con clientes de toda condición con los que habla desde el respeto. Preguntada por la reseña publicada y luego borrada en la que habla de la homosexualidad como una abominación, Fátima confirma que la escribió ella y responde que «lo dice el Corán, no me lo invento yo».
«Son gente sin trabajo que se aburre»
Ante una posible investigación por parte de Igualdad de sus palabras, ella defiende que fueron estas cuatro personas quienes fueron a insultarla porque «son gente sin trabajo que se aburre. Han venido a mi casa y tienen que respetar, pero ellos vinieron con intención de provocar por mi religión. Si ellos me denuncian, yo también lo haré porque me dijeron que soy una mujer de la Edad Media con problemas psicológicos».
Fátima lamenta el revuelo que se ha formado por algo que considera «un intercambio de opiniones normal» y asegura que, lejos de haber tenido repercusiones negativas en su negocio, muchos de sus clientes, la mayoría españoles, le han mostrado su apoyo. «Quieren que me vaya a mi país, pero yo tengo casi 60 años y llevo 17 años trabajando en este restaurante 16 horas cada día. Somos un equipo de gente trabajadora que comemos cada día de pie y paramos únicamente diez minutos para rezar. Si vienen a mi restaurante, que es mi casa, tienen que respetar mis costumbres y mis valores. Si no, que no vengan», concluye.