La frustración por el caso Oltra y la alianza con Sumar lastran a un Compromís venido a menos
Los nacionalistas valencianos están cerca de ver cómo su exlíder se sienta en el banquillo; su labor de oposición no atemoriza a Mazón y tampoco oculta las tensiones internas por la configuración de la coalición
Compromís lleva tres años que no levanta cabeza. Desde que entró a formar parte del Consell presidido por el socialista Ximo Puig en 2015 y hasta 2021 vivió una época dulce, revalidando en 2019 junto a sus socios del PSPV-PSOE y Unidas Podemos el tripartito de izquierdas gobernante en la Comunidad Valenciana. Sin embargo, fue llegar 2022 y esa buena dinámica se torció para los nacionalistas con tanta fuerza e intensidad que todavía a día de hoy no solo no han podido salir de esa mala racha, sino que el futuro a corto, medio y largo plazo no es demasiado favorable.
El año clave en cuestión comenzó con la sospecha de que Mónica Oltra, por aquél entonces vicepresidenta primera de la Generalitat, pudo haber incurrido en encubrimiento de los abusos sexuales que su exmarido cometió sobre una niña de 14 años en un centro tutelado por la Consejería de Igualdad, que también dirigía ella. Las pertinentes pesquisas terminaron en su imputación, lo que, a su vez, le obligó a dimitir de todos sus cargos, tanto orgánicos como institucionales.
Con ese lastre que supuso un golpe sin precedentes a la línea de flotación de la coalición, Compromís acudió a las elecciones autonómicas y municipales, una cita con las urnas con resultados infaustos para sus intereses, ya que perdió el Ejecutivo autonómico y plazas de suma relevancia como el Ayuntamiento de Valencia. Por tanto, el curso político que ahora termina ha sido para la formación el más complicado, a lo que hay que añadir el procesamiento de Oltra por decisión de la Audiencia Provincial de Valencia.
Oposición a base de mantras
Durante la presente legislatura, Compromís ha intentado mediante la provocación en los debates en las Cortes Valencianas crispar y desestabilizar la alianza que hasta hace escasas semanas componían el Partido Popular y Vox, con algún episodio polémico y tenso protagonizado por su portavoz en el Hemiciclo regional, Joan Baldoví. La labor de oposición la han tejido bajo el pretexto de los mantras habitualmente utilizados por la izquierda en general y por los nacionalistas en particular de «extrema derecha», «fascismo», «homofobia», «recortes de derechos» y tantos otros, pero no parece que al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, le tiemblen las piernas ni que la sociedad compre dicho relato.
Si en términos parlamentarios la estrategia no está siguiendo los pasos que Compromís habría deseado, en lo referente al ámbito interno la situación es prácticamente la misma. En poco tiempo, la organización deberá decidir bajo qué fórmula hacer política, es decir si con el modelo de coalición como hasta el momento o si, en cambio, opta por avanzar en este sentido y configurarse como un partido político al uso.
Es aquí cuando las rencillas entre las dos principales 'familias' de la formación entran en escena. La 'pata' mayoritaria, Més, donde milita Baldoví, es claramente favorable a la segunda opción, mientras que el partido de Oltra está profundamente dividido, lo que ha provocado una fuga de militantes hacia Més. De hecho, los afiliados de estos últimos celebrarán en octubre su Congreso para poner negro sobre blanco qué hoja de ruta prefieren seguir. Si finalmente la opción escogida es la de ser un partido, la traslación a la práctica y los porcentajes de cada rama en los órganos de dirección no será un proceso fácil a tenor de las experiencias vividas en los últimos tiempos.
Por último, si Compromís quería salir del túnel iniciado en 2022, asociarse con Yolanda Díaz en Sumar no parece que le haya traído óptimos resultados. Aunque en las elecciones europeas la papeleta era Sumar-Compromís, la imagen que los nacionalistas transmiten a parte de sus votantes es la de la pérdida de la esencia valenciana a favor de otro proyecto de calado nacional.
Al mismo tiempo, si Baldoví supo granjearse una buena imagen mediática durante sus años como diputado en el Congreso, los representantes regionales están teniendo un perfil más que secundario y bajo dentro de las filas del partido de la ministra de Trabajo, lo que también les impide tener voz propia en San Jerónimo y les ceden todo el protagonismo a figuras como Íñigo Errejón.