El lugar donde se bañaban los alicantinos antes de que se pusiera de moda ir a la playa
A finales del siglo XIX, en lugar de tumbarse sobre la arena, los bañistas acudían a un lugar que contaba con unas casetas de madera elevadas sobre el mar y que tenían desde trapecios gimnásticos hasta tocadores para señoras
Como si de una ciudad nórdica con acceso al mar se tratase, durante la segunda mitad del siglo XIX, en Alicante no había costumbre de coger la sombrilla y la nevera portátil e ir a pasar un día a la playa, sino que las playas de esta ciudad del Mediterráneo contaban con balnearios, una especie de casetas de madera elevadas sobre el mar, que albergaban incluso un trapecio gimnástico y tocador.
Estos primeros balnearios, que solo en la playa de El Postiguet, la más conocida de la ciudad por su situación céntrica, llegaron a ser 11, se convirtieron en el lugar donde alicantinos y los primeros viajeros, ya que aún no existía el término «turista», compartían chapuzones.
Ahora, cuando hablamos de un balneario lo entendemos como un «establecimiento dotado de unas instalaciones concretas para tomar baños medicinales». Sin embargo, este término también hace referencia a los «baños públicos» que tanto se popularizaron en la localidad.
Primera conexión Madrid-Alicante
Con la llegada del primer tren a Alicante, en 1858, que venía de Madrid, los primeros viajeros comenzaron a trasladarse simplemente por placer. Por este motivo, la ciudad tuvo que adaptarse y las posadas, fondas y casas de huéspedes fueron sustituidas por otros establecimientos mayores y mejor equipados: es aquí cuando empezó la construcción de los primeros hoteles de Alicante.
Esta creciente demanda hotelera trajo consigo el desarrollo de otras actividades y servicios más relacionados con el ocio. Abrieron así las primeras agencias de viajes, casinos, sanatorios y balnearios, que revolucionaron el turismo alicantino.
Los visitantes acudían a estos baños del 16 de julio al 15 de agosto, al coincidir con la festividad de la Asunción y creando no la temporada de verano, sino la de los balnearios.
Precisamente, uno de los acontecimientos que impulsó la llegada del turismo a Alicante fue la inauguración del tren por la reina Isabel II, ya que el Ayuntamiento lanzó una promoción especial y todos los establecimientos y comercios bajaron sus precios para atraer a los visitantes.
La guía del bañista de 1869
Tal y como contó la historiadora Verónica Quiles, en la exposición que se llevó a cabo en la sala Espacio Séneca sobre la historia del turismo en Alicante Ven cuando quieras, en 1869 se publicó en Madrid La Guía del bañista en el mar, un manual que habla de Alicante como «una ciudad bien comunicada por el ferrocarril con amplia oferta hotelera y baños de mar calientes con casetas».
Es durante esta época cuando los médicos hablan a la población sobre los beneficios de los baños. Explican desde la Asociación Cultural Alicante Vivo que los profesionales aconsejaban una duración máxima de «remojo» normalmente de entre 30 y 60 minutos, dependiendo de cada cuerpo. «Las hay muy gruesas que pueden resistir la hora indicada, y las hay delgadas que sólo pueden resistir 30 minutos», aseguraban.
Los balnearios no eran mixtos, por lo que hombres y mujeres tenían prohibido el baño juntos en las playas de Babel y Postiguet. De hecho, la comisaria de la exposición sobre la historia de Alicante explica que hubo que contratar a dos municipales en horario nocturno para vigilar que los hombres no deambularan mientras las mujeres disfrutaban de sus baños.
Había estructuras permanentes que se erigían durante todo el año como La Alhambra, Diana, La Alianza y Madrid, pero hubo otros como La Confianza, La Estrella, La Rosa, Delicias, Guillermo, Almirante y Florida que se desmontaban una vez finalizaba la época estival.
Tras la reforma del puerto, en 1858, estos establecimientos se trasladaron definitivamente a la playa del Postiguet. siendo La Esperanza, La Alianza y Diana los nombres de los tres balnearios fijos que quedaron en Alicante alrededor del año 1863.
Estas casetas aguantaron las bombas de la aviación italiana durante la guerra civil española, a excepción del balneario Diana, el único que tenía restaurante, por lo que tuvo que restaurarse en 1937.
Los últimos que se mantuvieron en pie fueron La Alianza y La Alhambra, que se derribaron a principios de los años 60 con la remodelación del paseo marítimo en la playa de El Postiguet.