Entrevista
Luis Marín Sicilia, nuevo miembro del Comité Técnico de Memoria Democrática de Andalucía
Miembro fundador de UCD, en 1982 fue vicepresidente segundo del primer Parlamento de Andalucía y vivió la Transición en primera persona
La Junta de Andalucía ha nombrado a Luis Marín Sicilia miembro del Comité Técnico sobre símbolos contrarios a la memoria democrática de Andalucía al notario y escritor Luis Marín Sicilia, habitual colaborador como columnista de ABC y La Voz de Córdoba/El Debate.
No ha sido fácil para la administración pública andaluza encontrar personas dispuestas a formar parte de este comité técnico porque casi siempre se han encontrado una elegante negativa por respuesta. Al comité le toca asesorar al Gobierno andaluz, entre otras funciones, sobre la eliminación o no de elementos que sean contrarios a los objetivos de la Ley 2/2017 "y que no hayan sido retirados o eliminados voluntariamente por sus titulares”.
A la notario jubilado le acompañan en este cometido dos historiadores, Julio Ponce Alberca y Juan Cartaya Baños. Nacido en Carcabuey, Córdoba, en 1942, Marín Sicilia fue miembro fundador de UCD. En 1982 fue elegido vicepresidente segundo del primer Parlamento de Andalucía y vivió la Transición en primera persona, un periodo histórico que reivindica con asiduidad en sus artículos.
El pasado mes de octubre presentó junto al periodista Álvaro Vega y La Voz de Córdoba su último libro España no es así. Un alegato contra la polarización, en el que presenta una radiografía de la situación actual de la nación e invita al optimismo «precisamente porque viví la Transición».
Hemos mantenido con él una entrevista tras este reciente nombramiento.
- Dos historiadores y usted, notario jubilado, miembros de un comité que ha costado mucho formar. ¿ Cual será su cometido?
- La misión del comité es determinar sobre si ciertos símbolos atentan o no a los principios y objetivos de la Ley de Memoria Democrática que, como es sabido, pretende erradicar cualquier vestigio que implique una exaltación del franquismo en cualquiera de sus formas. No nos corresponde a los miembros del comité determinar sobre la idoneidad o no de la ley en la situación actual, aunque personalmente pienso que algunas cuestiones merecerían un tratamiento más equilibrado. No obstante, una ley en vigor lo que corresponde es respetarla y procurar que la misma no resulte perjudicial ni perturbadora para nadie.
-¿La Ley de Memoria Democrática repara o divide aún más a los españoles?
- Si nos atenemos a los objetivos que se marca la propia ley, lo razonable es pensar que la misma cerraría heridas aún no cicatrizadas. Porque el texto legal se pone como objetivo «el reconocimiento de quienes padecieron persecución o violencia por razones políticas, ideológicas, de pensamiento u opinión y de creencia religiosa». Eso me parece de justicia y ya dejé escrito en un artículo de fecha 4 de diciembre de 2022 que «es legítimo y justo, absolutamente necesario, que todas las víctimas del franquismo tengan el reconocimiento que la dignidad humana merece. Las víctimas de las checas y otros excesos del sector que perdió la Guerra ya fueron sobradamente reconocidas en los largos años del régimen.» Por tanto, sigo pensando que no aceptar algo tan elemental es de gente que deshonra la calidad del ser humano.
-Algunos ven un riesgo de instrumentalización política de la Ley ¿Está de acuerdo?
- Es verdad que existe un riesgo derivado, no tanto del texto de la Ley, sino lamentablemente de la conducta de quienes, amparándose en algo tan elemental y de estricta justicia, saquen las cosas de quicio con planteamientos radicales que enturbian la convivencia. En este sentido es de lamentar la enmienda presentada por Bildu y aceptada por el PSOE cuestionando en la práctica los primeros años de la democracia, hasta el 31 de diciembre de 1983. Que en el fondo se cuestione el mandato de Adolfo Suárez y de Felipe González por los herederos de una banda terrorista que ocasionó más muertes contra la democracia española que contra el franquismo resulta vomitivo, máxime cuando es aplaudido por un socialismo que ha perdido el norte y que, en palabras de Patxi López al diario El País en junio de 2006, argumentaba que el entendimiento socialista con ETA Batasuna «forma parte de lo que los socialistas vascos hemos defendido siempre».
Por tanto, concretando a la pregunta debo decir que la actual Ley de Memoria Democrática, si de verdad ha de servir, como se propone en sus objetivos, para «suprimir elementos de división entre la ciudadanía y promover lazos de unión en torno a los valores, principios y derechos constitucionales», debe ser interpretada y aplicada desde criterios de concordia y no de resentimiento como, por desgracia, hemos venido contemplando por algunos sectores.
Es de lamentar la enmienda presentada por Bildu y aceptada por el PSOE cuestionando en la práctica los primeros años de la democracia, hasta el 31 de diciembre de 1983.
-Se le ha achacado su postura pública y publicada contra el expresidente Zapatero y el actual Pedro Sánchez. ¿Eso le resta objetividad a su cometido en esta comisión?
- Es cierto que mi postura pública es muy crítica sobre la labor llevada a cabo por los dos últimos presidentes de Gobiernos socialistas. Y creo legítimo argüir que dichas críticas son muy razonables y están razonadas: ambos políticos han roto los consensos básicos de la Transición y los fundamentos que hacen posibles la reversibilidad del poder en las democracias liberales.
Zapatero firmó el Pacto del Tinell en el que unía el futuro del PSOE a un nacionalismo de izquierdas ajeno a cualquier filosofía solidaria e identitaria de la izquierda sociológica, reviviendo viejos y tristes episodios en Cataluña que hoy perduran y se agravan y, en un alarde de frentismo sin límites «se comprometían a impedir la presencia del PP en el Gobierno del Estado y renuncian a establecer con el pactos de gobierno y parlamentarios». Hoy Zapatero, además de salir anticipadamente del Gobierno por haber dejado a España en la ruina con su buenísmo primario e infantil, es un político que sólo está bien con Maduro y otros populistas bolivarianos que tienen sojuzgados a sus pueblos.
-Usted considera a Sánchez un alumno aventajado de Zapatero.
- De Sánchez, un autócrata sin pudor, solo cabe esperar sucesivos cambios de opinión que acabarán, si no la ha hecho ya, con un partido fundamental como era la socialdemocracia que modernizó España, liderado por Felipe González y después por Rubalcaba, quien ya advirtió de la desgracia que sería para el PSOE y para España la posible llegada de Pedro Sánchez al poder. Ha pactado con todos los elementos más disolventes y sectarios del espectro político, sin más argumento que su necesidad vital de dormir en la Moncloa. Ha engañado a su propio partido y a sus votantes. La falta de principios le permite hacer una cosa y la contraria sin despeinarse. Y lo peor: no cree en la separación de poderes, ha derogado delitos de lesa gravedad para la nación española con tal de mantener el poder. Legisla al dictado de delincuentes y prófugos de la justicia. Y, por si fuera poco, ha construido un muro para enfrentar a medio país con el otro medio. Comprenderá que para quienes fuimos capaces de darnos el abrazo que acabó con el drama de las dos Españas, la actitud de este personaje solo nos provoca náusea y vómitos.
Por tanto, no voy a perder objetividad a la hora de cumplir con los fines de la memoria democrática sino al contrario: son, precisamente estos dos politicos, los que rompen con los objetivos que la ley se propone ya que, lejos de «suprimir los elementos de división entre los españoles» y «promover los lazos de unión», construyen muros, ponen vetos y rompen consensos en un sectarismo inaceptable en términos democráticos.
-¿Por qué ese empeño de algunos en denostar la Transición como un periodo de reinicio generoso hacia la democracia?
- Hay algunos desaprensivos que no tiene límites en su atrevimiento poniendo en riesgo el mayor legado que los supervivientes de la Guerra Civil y sus hijos quisimos dejar a nuestros descendientes dándonos el abrazo de la concordia, respaldados por más del 80 % de los españoles. Desde la Ley de Reforma Política de 1976, sólo unos pocos radicales, doctrinarios y sectarios emprendieron el camino de la extorsión, el secuestro, el crimen y el asesinato, hasta el extremo de que la banda terrorista ETA produjo más muertes, como ya he dicho, de demócratas que de franquistas.
Por desgracia hoy, algunos nietos de aquellos supervivientes, que desconocen por completo la grandeza del entendimiento y la moderación en las relaciones sociales y, casi siempre por motivaciones egoístas de ocupar cuotas de poder, están poniendo en riesgo aquel legado de armonía y respeto por las ideas ajenas. Precisamente, una de las expresiones más dolorosas que me produjo la aceptación por el PSOE de la enmienda de Bildu a la Ley de Memoria Democrática fueron las palabras de la portavoz filoetarra Mertxe Aizpurua diciendo que iban a «sacudir el relato de la Transición ejemplar», sin que ninguna voz socialista replicara tamaño desafuero.
Reivindico el civismo de los españoles, mucho más capaces que la mayor parte de sus políticos para tender puentes de entendimiento.
-¿Y cree que los españoles han perdido acaso aquel afán de concordia que inspiró a quienes, como usted, se dieron el abrazo de la libertad y la concordia?
- Yo voy a reivindicar, una vez más, la Transición democrática que ha dado a España los mejores y más prósperos años de su época moderna y contemporánea. Voy a recordar la gallardía de aquel Partido Comunista de la clandestinidad que ya en 1956 publicó un manifiesto donde decía que era «necesario acabar con el fanatismo, el sectarismo y la intolerancia en la vida y costumbres políticas españolas». Y eso es lo que hicimos en la Transición.
Quienes hoy se empeñan en dividirnos en dos bloques, quienes son incapaces de compartir cuestiones comunes que afectan a todos los ciudadanos, quienes no cuentan más que con sus incondicionales para gestionar intereses generales, no merecen dirigir los destinos de una nación de ciudadanos libres e iguales. Esa tendencia a llamar fascista a todo aquel que no opina igual es, sencillamente, una autodefinición de sí mismo, porque, sociológicamente, fascismo es el criterio autoritario de quien quiere imponer a toda costa sus ideas.
Toda actitud autoritaria y antidemocrática es contraria al espíritu de la Transición. Y sigo opinando que España no es así, que los españoles no somos como pretenden algunos para llevarnos a sus actitudes frentistas. Solo estamos ante determinados políticos que están empeñados en que no somos capaces de dialogar y entendernos. Y reivindico el civismo de los españoles, mucho más capaces que la mayor parte de sus políticos para tender puentes de entendimiento.
Estoy convencido que los muros del sanchismo saltarán por los aires gracias al vigor, a la fuerza y al espíritu de concordia de la mayor parte del pueblo español.