Isabel San Sebastián, periodista y escritora
"Si sobrevivimos a Almanzor, sobreviviremos a Pedro Sánchez y a sus adláteres”
Baja a la recepción del hotel con la maleta dispuesta para coger un AVE que le lleve de regreso a Madrid. En el tren Isabel San Sebastián (Santiago de Chile, 1959), abandonará la piel de escritora de novela histórica para enfundarse en el traje a medida de periodista y escribir durante el trayecto una columna de opinión. La opinión, su ejercicio y la valentía al exponerla, son atributos que a Isabel le han costado vetos en medios en los que por su naturaleza editorial y deontológica sería impensable algo así. Pero Isabel San Sebastián es una mujer libre y eso, además de notarse, no se perdona. No se lo perdonan las feministas de goma y actuales que quieren a las mujeres solas y borrachas, pero no libres, y no se lo perdonan los hombres poderosos que dejar de serlo, por cierto, de una legislatura a otra. A veces en menos que canta un telediario.
Isabel San Sebastián ha estado en Córdoba para presentar su nueva novela ‘La dueña’, que se sumará a la estupenda cifra de más de 500.000 ejemplares vendidos de sus libros, lo cual demuestra que Isabel lo vale - y lo merece- y que a la gente le gusta la historia novelada. El siglo XI, en este caso. Cristianos contra musulmanes. Reinos de taifas. Convulsión. Guerras fratricidas entre Navarra, León y Castilla. España, o sea. Y las mujeres siempre presentes pero ausentes de las crónicas y los relatos, y lo que hace nuestra entrevistada es ponerlas en el centro, sacarlas de los renglones escondidos, aunque sea fabulando. Dice refugiarse en la novela histórica porque la actualidad le produce desazón. No es para menos. Pero a pesar de todo esta mujer brava es optimista porque conoce la historia y muchas de las batallas sobre las que ahora escribe ella ya las ha librado. Y ganado.
- El siglo XI, la Reconquista… A los ojos de algunas ministras actuales es escribir sobre el fascismo ¿no?
- (Ríe) Sí, bueno, es lo que tiene la ignorancia supina unida al sectarismo, que son dos características que abundan mucho en nuestra clase actualmente dirigente, sobre todo en el Gobierno. Mezclar ideologias y tiempos es un error garrafal. La Reconquista es una epopeya histórica que se dio durante la Edad Media, entre los siglos VIII y XV y que no tienen absolutamente nada que ver ni con el fascismo ni con ninguna ideología totalitaria del siglo XX. Pero sí, por alguna razón que a mí me desconcierta y no logro comprender buena parte de la izquierda española actual relaciona a España y las gestas históricas, como la conquista de América, con Franco, lo cual es delirante. Todos los dictadores han utilizado las gestas históricas y ninguna nación ha renegado de su historia para renegar de sus dictadores. Ninguna, excepto nosotros, que debemos de ser más listos que nadie o más tontos que ninguno. Echamos tierra sobre nuestra propia historia con el empeño de desmarcarnos de un dictador. Yo no reniego de España ni de su historia aunque por supuesto no me gustan las dictaduras ni me gustaba Franco. Y yo lo conocí, no como otros, que no han conocido ni las consecuencias del franquismo.
- Pero siguen viviendo muy bien a costa del franquismo.
- Lo siguen haciendo maravillosamente bien. Pero ya digo que es fruto de la ignorancia aliada al sectarismo, algo que abunda mucho en la izquierda actual. Y me refiero a la actual, porque esto en la izquierda anterior a la Transición no existía. Buena parte de la izquierda de principios del siglo pasado no era así. El Cid Campeador fue reivindicado por la República, por ejemplo. además de otras figuras históricas. El último presidente de la República en el exilio fue don Claudio Sánchez Albornoz, cuyo España: un enigma histórico es un libro de cabecera para mí, y otras obras suyas como España musulmana. Creo que es pura ignorancia y mucho fanatismo.
- Parece que se manipula la historia y el lenguaje con un mismo fin, que es adaptar la realidad a un único discurso. ¿Para usted quién es un filoterrorista y a quién podríamos adjetivar así?
- Yo me he ido a escribir sobre la Reconquista y sobre la Edad Media precisamente porque estaba muy harta de escribir sobre ETA. Escribí cuatro libros sobre ETA que no sirvieron para nada, y escribo en ABC columnas políticas y comento la actualidad en la radio. Me he mudado a la literatura y a la novela histórica por puro hartazgo de este bucle en el que estamos, tan melancólico y desesperanzador. Es una polémica estéril. Decir que un filoterrorista es un filoterrorista es decir una obviedad. Tan obvio como que Sánchez Castejón, el presidente del Gobierno le dio el pésame a Bildu cuando se suicidó un terrorista en la cárcel. Si no son amigos del muerto ya me dirá usted por qué les da el pésame. Y ellos lo aceptan. Claro que es una obviedad, pero estamos instalados en el cuento del traje nuevo del emperador. Qué traje nuevo más bonito exclama todo el mundo, cuando en realidad el emperador va desnudo. En eso vivimos, en esa ficción.
- Como periodista y escritora ¿ cómo se trabaja con el idioma en esta época tan de paños calientes y sintagmas manipulados?
- Nunca he sido de paños calientes. Yo trabajo con el idioma llamando al pan, pan y al vino, vino. Es como he trabajado siempre, leyendo mucho para intentar enriquecer mi vocabulario y utilizando nuestra hermosísima lengua española lo mejor que puedo.
- ¿La novela histórica puede ser un aliciente para una juventud que cada vez lee menos y conoce poco su propia historia?
- La novela histórica viene a suplir, de alguna manera, la carencia de historia. En España la historia viene siendo gravemente silenciada y/o manipulada. Y la novela histórica, que es un género que está claramente en auge, creo que lo está porque la gente quiere conocer su historia. Los españoles quieren conocer su historia y no desean que se la escamoteen, ni que se la ensucien. Están cansados de los mitos falsarios, de que les hablen de una Corona catalano-aragonesa que jamás existió y de que se denueste nuestro pasado sistemáticamente. No quieren tener que pedir perdón por su historia, con sus luces y con sus sombras, como todas las historias de todas las grandes naciones. Hay más luces que sombras y como digo, estamos cansados de tener que pedir perdón por la Reconquista, o por dejarnos romanizar. En mi tierra, en el País Vasco, he oído que nos hubiera ido mucho mejor sin ser romanizados. Arzalluz alardeaba de que el País Vasco no había sido romanizado, lo cual no solo es mentira, porque sí lo fue, sino que de no haber sido así no estaríamos donde estamos. La gente quiere conocer su historia y una forma muy grata de hacerlo es a través de la novela histórica rigurosa.
Nunca he sido de paños calientes. Yo trabajo con el idioma llamando al pan, pan y al vino, vino.
-Es un fenómeno curioso y muy español eso de renegar de nosotros mismos.
- Es únicamente español. Eso no pasa en ningún sitio. Es evidente que en EEUU, por ejemplo, hay una corriente cultural que condena los abusos que se cometieron contra las poblaciones indígenas, pero esto de que desde el poder, desde las instituciones, desde el Gobierno, se borre o tergiverse la historia, es tremendo. La nueva ley de educación, que suprime en bachillerato toda la historia anterior a 1812, es un sindios. Eso no ocurre en ningún país ni de Europa ni del mundo. Las naciones estudian su historia. Y que España, que es una de las tres grandes naciones que han configurado el mundo tal y como es, quiera borrar la historia, es terrible, fruto de esta empanada mental que tiene la izquierda que, como he dicho, identifica con el franquismo la parte más trascendente de nuestra historia. Es una cosa demencial.
- Refugiada desde hace varios títulos en la novela histórica y de nuevo con la mujer como figura y protagonista principal ¿Eso es feminismo?
- Yo siempre me he considerado feminista, lo que pasa es que el feminismo actual que encabeza Irene Montero ha parasitado de tal manera ese movimiento que me he salido de él. Odiar a los hombres no es ser feminista. Decir barbaridades como que el PP fomenta la cultura de la violación no es ser feminista, sino fanatismo. El feminismo ha sido siempre reivindicar igualdad de derechos y de oportunidades entre mujeres y hombres, que es en lo que yo he estado siempre, desde que tengo memoria. Y tengo 63 años y tres nietas. En eso he estado siempre y en eso voy a seguir. Me parece que es de justicia, dentro de esa reivindicación feminista histórica, rescatar del olvido las mujeres que hicieron historia y de las cuales se olvidaron. Tanto a las poderosas como a las anónimas, que son la mayoría. Personas anónimas que estuvieron escribiendo la historia con su sangre, con su sudor y con su esfuerzo, y de las cuales las crónicas se olvidaron por completo. Ahí hubo muchos hombres, pero muchísimas más mujeres. Por eso mis novelas siempre tienen protagonistas femeninas y gente normal. No son condes, reyes ni duques, sino personas de a pie que en general, y en todos los tiempos, son los que escriben la historia.
- ¿Cuál ha sido el proceso de documentación para esta novela?
- Hay que leer y estudiar mucho, buscar bibliografías sobre hechos concretos, y sobre donaciones y testamentos. Hay que acudir a las crónicas medievales, localizar castillos, vestigios, escenarios… Esta es mi undécima novela y ya conozco la época. Me muevo con bastante soltura por ella, pero cada novela es un nuevo desafío. Hay que tejer una historia, una trama. En ‘La dueña’ aparte de la historia del siglo XI, que fue un siglo endiablado de todos contra todos y reinos fragmentados, he querido contar ese escenario pero sobre todo introducir mucha emoción, mucha aventura. ‘La dueña’ es una novela de aventuras y de emociones. Mi protagonista es una abuela que ama profundamente a su nieto y le ayuda a abrirse camino a pesar de la situación ciertamente difícil que le ha tocado vivir.
- Conoce la época pero también el territorio.
- He pateado mucho Asturias y León, Babia, el Valle del Duero… Y Córdoba, que conozco muy bien porque tuve el privilegio de que me paseara por ella y me la enseñara mi amigo Pepe Calvo Poyato, maestro del género y catedrático de Historia. Me enseñó Córdoba cuando escribí mi anterior novela ‘Las campanas de Santiago’, que narra la época de Almanzor y las terribles aceifas que perpetró en territorio cristiano, y en concreto la de Santiago de Compostela, cuando robó las campanas al apóstol y se las trajo a Córdoba para convertirlas en lámparas.
- Se le ve cómoda y feliz en su estado de escritora pero también es periodista que analiza y comenta la actualidad ¿Cómo se lleva esa dualidad?
- Conviven ambas funciones, porque entre otras razones las herramientas del oficio de periodista ayudan a investigar la parte histórica de la novela. Y a escribir. De todas maneras la España actual me aburre mucho. Me produce una enorme pereza porque es un tiempo que me resulta muy gris. Hay algunas cosas que todavía me sublevan, me enfadan mucho y me cabrean, pero enseguida paso al desánimo. Con la novela, me refugio en un tiempo sin duda terrible, cruel y durísimo, pero en el que conceptos como el honor, por ejemplo, se abrían hueco; la valentía era fundamental, se defendía la honra y el nombre…Había principios que estaban vigentes y resulta muy estimulante. En este tiempo parece que solo sirve la mentira, el oportunismo y el ventajismo. Conductas que a mí me resultan especialmente repugnantes y que sin embargo son las que merecen un lugar bajo el sol en esta época.
- Habla de la fragmentación de los reinos en la península durante el siglo XI, pero España también parece hoy rota.
- Estamos volviendo a los reinos de taifas y a una velocidad de vértigo. Las taifas fueron la desintegración del califato y abocaron a la desaparición de Al-Ándalus. Fue el principio del fin de la España musulmana. Estamos otra vez en eso y no lo digo por las comunidades autónomas, que me parece una organización administrativa que podría ser muy eficaz, sino por el empeño de muchos de esos reyezuelos o presidentes autonómicos por marcar territorio y desvincularse de los demás, porque podría existir una España autonómica unida. Pero que Cataluña vaya por su lado, Baleares por el suyo, y el País Vasco por otro, y levantando fronteras lingüísticas o de otro tipo con los demás, a lo que conduce es al empobrecimiento general y a la dependencia de terceros, que serán terceros mucho más grandes, claro. Y ajenos a España.
La España actual me aburre mucho. Me produce una enorme pereza porque es un tiempo que me resulta muy gris.
- Ha dicho que a veces le vence el desánimo ¿No tiene esto solución?
- Si lo supiera me dedicaría a la política. O no, porque una vez que se conoce la política tan bien como yo la conozco, es a lo último a lo que me dedicaría (ríe). Yo creo que sí, que tiene solución. De cosas peores hemos salido. Si sobrevivimos a Almanzor, sobreviviremos a Sánchez y a sus adláteres. Lo que pasa es que estamos en un momento especialmente siniestro. Pero saldremos, porque España es un país que tiene 2.000 años de historia, no con el concepto de nación que se maneja ahora, pero no se anula esa raíz así como así. No se desarraiga una nación tan antigua de la noche a la mañana.
Plaza & janés editores, 2022. 472 págs.