Jordi Sánchez, OBK

Jordi Sánchez, OBKSamira Ouf

El tecno pop para talluditos que rejuvenece

OBK ofrece en Córdoba un concierto repleto de éxitos para una audiencia entregada desde el minuto uno

Además de la fecha, 21 de diciembre, en puertas de inaugurar la Navidad oficialmente con los niños de San Ildefonso, el ambiente tenía ese tono festivo que aporta el reencuentro con el pasado y con el cabello que se marchó. OBK llegaba a la Sala M100 de Córdoba sin un disco nuevo desde 2012 pero eso no es importante. Los fans de Jordi Sánchez saben que van a disfrutar con canciones que conocen de memoria, que corean sin parar y que hablan de todos esos amores y desamores que, pasados los 40, también se han convertido en bandas sonoras personales.

Acompañado de un teclista y un guitarrista para los directos, Jordi Sánchez es solista y banda a la vez desde que se marchara Miguel Arjona, al que se le echa tan poco de menos como a Luis Bolín en La Unión, porque Rafa Sánchez comparte con Jordi apellido, voz y carisma de frontman. La marca son ellos.

OBK en Córdoba

OBK en CórdobaSamira Ouf

Con las tres letras ‘OBK’ en el fondo, silueteadas por leds y ante una pantalla gigante, los primeros compases de Tú sigue así y la salida de Jordi al escenario con gafas de sol de aviador y bomber casual provocan los primeros saltos, gritos y aplausos de los fans que saben que tienen ante sí parte de la vida de cada uno. La música es sobre todo eso, un viaje íntimo a través del tiempo. Sin pausa llegó Oculta Realidad, y para Quiéreme otra vez Jordi ya se había quitado las gafas y el bomber, quedando los hombros esculpidos y los antebrazos musculados (ciclados, dirían los envidiosos) de un tipo de 56 años que se conserva mejor que tú y que yo para deleite de ellas que también dan sus grititos de fans emocionadas en ese momento de desnudez estrellona. Jordi Sánchez no solo canta bien, sino que tiene gestos medidos, estudiados y muy elaborados después de 30 años de carrera. Todo un profesional del espectáculo.

Un éxito tras otro

Los primeros compases sintéticos y arpegiados de A ras de suelo provocan una nueva subida de temperatura entre el público («Nadie en tu lugar, sé que nunca habrá nadie más») grados que siguen hacia arriba con Dicen y Último Carnaval, un guiño éste a sus seguidores más veteranos.

Público en la Sala M100

Público en la Sala M100Samira Ouf

Es en ese momento cuando el concierto entra en el momento-balada que resuelven con De qué me sirve llorar, Falsa moral y La princesa de mis sueños, tres clásicos que están más cerca de los Pecos que de Depeche Mode - y eso no es algo negativo- y que hacen las delicias sobre todo de las chicas, ahora señoras talluditas en la M100, que se las cantan de principio a fin con el brillo húmedo en los ojos que provocan los amores que fueron.

Una que riñe

Entre ellas también estaba anoche Choni Chárez, que recriminó a este modesto redactor el uso del móvil mientras comprobaba que, en efecto, la canción que se interpretaba era la que formaría parte de esta crónica. «Que estás en un concierto» me riñó Chárez con el brillo en los ojos no del recuerdo del desamor sino del exceso de gintonics. Hasta luego Maricarmen.

Un poco antes de ser apercibido por la fan indómita que casi me arranca el teléfono, Jordi Sánchez presentaba Mi razón de ser como la primera de una recta final non-stop sin cuartel para los medios tiempos, que siguió con Promises (single que quedó en tierra de nadie a la espera de un recopilatorio de grandes éxitos), Lucifer («Si alguna vez has llorado sé que no es por mi amor») para, desde el infierno de las noches de placer llegar a El cielo no entiende, no fui yo fue nuestro corazón, que ponía el cierre a un concierto breve que pronto se iría al único bis para el broche final.

OBK

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Historias de amor

Un bis, eso sí, imbatible, que abrieron con la versión reprogramada de Yo no me escondo, y el tributo a Depeche Mode que es I feel Jesus (un medley entre I feel you y Personal Jesus) la pieza más rockera y salvaje e ilustrada sin pudor con las proyecciones de Anton Corbijn y su ‘mujer pájaro’ o los megáfonos- icono de Martyn Atkins. De todas maneras, OBK no existiría sin la admiración hacia los británicos y ese tributo lo deja meridianamente claro.

El final de verdad no podía ser otro que con Historias de amor, el éxito que encumbró a unos muchachos catalanes que tocaban sintetizadores allá por 1991 y que ya es un clásico de la historia del pop español. Del tecno pop, en realidad, el que ha rejuvenecido durante algo más de 70 minutos a los más de 700 seguidores que llenaron la Sala M100 de Córdoba.

Quedaron fuera del setlist otros éxitos que se hubieran agradecido como Siempre tú, A veces, La herida, Ni te das cuenta, o Besos de mentira, pero la fiesta de OBK resultó, de todas maneras, estupenda para todos los congregados en una sala que apuesta por la música en vivo desde la iniciativa privada y el acierto, una vez más de ABDM, productora cordobesa que lleva algunos años trayendo lo más interesante y granado de la música a la capital.

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