La culpa fue de Walt DisneyBlas Jesús Muñoz

This is fútbol

Actualizada 05:00

La realidad, la mayor parte de las veces, se muestra obcecada, aunque sus protagonistas se empecinen en verla de una forma distinta. A veces, hay quien atribuye a que sus decisiones, por comprometidas que sean, no van a tener una consecuencia negativa, por una especie de sortilegio tal, como el realismo mágico de las novelas de García Márquez.

En otras ocasiones se niega hasta la saciedad y, aunque para el que ve la realidad y tiene algo de espíritu crítico es cansado, esa negación perdura casi elevada a la categoría de corriente filosófica.

Son dos modos de afrontarla y hay un tercero que es afrontarla e intentar cambiarla cuando no te favorece. Ese método tampoco es la panacea, porque las decisiones, a veces no son las correctas y, a veces lo son pero no salen como se esperan.

Eso mismo, que es la vida en sí misma, cuando se aplica al fútbol se apela a aquello de que todo depende de que la pelota entre. Es algo más que un tópico, es la justificación suprema -y burda- de cualquier proceder, más o menos loable.

En el caso del Córdoba se han vivido dos realidades, la que se masticó en la capital y la que se observó desde Baréin de la que, la verdad, tan solo se sabe con más o menos certeza las consecuencias de los acontecimientos, no la reflexión que se hace de ellos.

Lo que queda claro es que en tres temporadas completas los resultados han sido un descenso a la cuarta división (Segunda Federación), un ascenso a Primera Federación (por otra parte, obligado) y una primera temporada en la categoría de bronce con una segunda parte de la misma, casi humillante.

La consecuencia llegada desde Baréin fue la de cesar al consejero delegado y nombrar a un profesional del fútbol. Saldrá bien o saldrá mal, pero es una decisión al fin y al cabo.

Por parte de los que fueron sus responsables y el entorno, se vivió en la autocomplacencia, mientras se vendía el ascenso como un gran éxito (con rivales que llevan el nombre de una panadería), no se vio una profunda crisis de vestuario y, casi hasta el final se apelaba a una victoria que cambiase la dinámica.

Dos formas de ver lo mismo, que el Córdoba está como en los ’90, en la categoría de bronce y reinventándose para volver al fútbol profesional antes de que haya que vender otra realidad, más dura, pero para la que alguien pondrá una buena excusa. A fin de cuentas, esto es fútbol.

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