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En el origen, Péguy, siempre Péguy

Actualizada 05:00

El pasado curso con unos amigos reflexionamos sobre esta frase de Alexis Carrel: «Nuestra época es una época ideológica, en la que, en lugar de aprender de la realidad con todos sus datos, construyendo sobre ella, se intenta manipular la realidad ajustándola a la coherencia de un esquema prefabricado por la inteligencia. Y, así, el triunfo de las ideologías consagra la derrota de la civilización.»

Leerla ayuda a reflexionar sobre si uno vive superficialmente de un esquema o, por el contrario, transita este mundo atento a una realidad más grande de la ya conoce. Esta última opción es más fatigosa. El instante se debe conquistar para descubrirlo y no es está una tarea fácil.

Así lo expresa esta frase de Péguy recogida de la exposición que, con ocasión de los 150 años de su nacimiento, ha hecho la mayor feria cultural europea del verano: el Meeting de Rimini. "El problema es que no se tiene en cuenta el presente, sino el registro del presente. El convencimiento del hombre moderno es que no vale la pena fatigarse para conocer el presente, sino que lo podrá conocer fácilmente pasado un momento, rápidamente, apenas haya pasado (y sea catalogado)”

Profundizando sobre ello, se acaba de publicar en Ediciones Encuentro un importantísimo libro: El pensamiento sobre Cristo. Un resumen de la tesis que hizo sobre Péguy, su autor, Augusto Molteni.

La impostura mas habitual tal vez sea esta: nos hemos vuelto sistemáticos y queremos controlarlo todo. Peguy de nuevo: «El hombre no escucha ya la realidad. La alternativa se da entre sistemáticos y realistas. Los escolásticos, los sistemáticos pierden continuamente de vista la precariedad que es la condición más profunda del hombre, pierden de vista la profundidad mísera y no tienen presente que es necesario recomenzar siempre. Nada adquirido, nada se adquiere para siempre. Es la condición misma del hombre»

El esquema y el control es la impostura y tentación más típica y habitual en el hombre moderno. Los más inteligentes caen inteligentemente en ella. Los más burdos burdamente. Apenas es perceptible en un principio. Pero, las consecuencias son devastadoras: lo original se convierte en fake y la realidad en un reducto ideológico.

Se agradece infinitamente tener ámbitos y espacios de vida donde a uno le pongan delante estas imposturas del vivir. Sin verlas tal vez jamás se caería en la cuenta, o sería mucho más difícil preguntarse qué tiene de fake la vida, de poco verdadera, de emular lo humano con una capa de superficialidad y artificiosidad.

A veces no entendemos por qué no acaban de funcionar las cosas. No entendemos que el instante hunde sus raíces en un terreno misterioso. Hay que cultivar. Arar. Trabajar.

En la bellísima exposición del Meeting de Rimini aparece un ejemplo sobre la distinción que hacía Péguy entre mística y política que nos puede ayudar a entender si nos movemos en nombre de un esquema o de la realidad, de si estamos viviendo ante la realidad o ante su copia. Ponía de frente el famoso caso Dreyfus, un capitán del ejército francés condenado injustamente en su tiempo. El partido socialista no se mojó ni le defendió porque Dreyfus era un alto cargo del ejército y no pertenecía a los de su clase, la clase obrera. La verdad les daba igual. Era una verdad de partido. De parte, de grupo, de interés. Péguy se dejó las pestañas y gastó todo su dinero en defenderlo. Amaba la verdad, su «ciudad armoniosa» donde nadie debía ser excluido. Afirmaba la realidad por encima de su abstracción por muy inteligente que fuera: «Lo he dicho ya primero que el principal mal del mundo moderno es el culpable predominio de la abstracción sobre la vida. Confirmo».

Ojo. Esto nos afecta a todos: "Los católicos son verdaderamente insoportables encerrados en su seguridad mística. Lo más auténtico de la mística es todo lo contrario: una inquietud invencible. Se creen que los santos fueron señores tranquilos, pero se equivocan. El cristiano jamás estará satisfecho. Rebelde, hijos de la tierra, el cristiano vive en una revuelta constante, en una rebelión perenne. No se salva uno mismo el alma como se salva un tesoro. Es necesario salvarla como se pierde un tesoro. Gastándola. La alegría del cristiano es la alegría del camino. Es necesario salvarse juntos. Es necesario recomenzar siempre. Lo repito: nada adquirido, nada se adquiere para siempre. Es la condición misma del hombre. El hombre, este pozo de inquietud”.

Inicia un nuevo curso. A la conquista. Con Péguy de la mano.

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