Viernes de Cuaresma
La Cuaresma se va desarrollando con una infinidad de actos que toman forma de culto, exposición, certamen o charla formativa. Se suceden las convocatorias a disertaciones que se designan con nombres diferentes (pregón, exaltación…), y están dedicadas a ensalzar las glorias de temas variopintos dentro del ámbito cofrade: al costalero, al nazareno, a la saeta, a la Semana Santa en general, a la imagen concreta de una cofradía… Se presentan carteles que anuncian cada punto de lo anteriormente mencionado, e incluso hay que contemplar este año los novedosos llamamientos a intercambiar estampas para completar un álbum con el que poder dar un repaso a todas nuestras hermandades, sobre todo si aún falta un escudo, un templo o el paso correspondiente a una de ellas.
Hay actos de veneración de la práctica totalidad de las imágenes de Cristo y de la Virgen, en sus diferentes advocaciones. En este tiempo litúrgico, besapiés y besamanos se dan el relevo en las capillas ante un hervidero de devotos que guardan fila para acercarse a dar un beso convertido en ofrenda, plegaria o acción de gracias; una escena que se hace más especial cada primer viernes del mes de marzo.
Y a los viernes de este Tiempo, corresponde el Ejercicio del Vía Crucis. En este sentido, hay iniciativas originales que nacen del seno de nuestras cofradías y son una invitación maravillosa a tener una experiencia profunda de oración. El pasado viernes, tras el éxito de la representación de La vida de San Pedro Nolasco, la Hermandad de la Merced hacía una nueva propuesta en forma de dramatización en el mismo marco catedralicio: Pasión de la Merced. ¡Qué precioso modo de rezar el vía crucis! ¡Qué forma más sencilla y curiosa de orar! Meditar las catorce estaciones en las palabras utilizadas por un interno de la prisión no hace más que estremecerte e inmiscuirte en el calvario padecido por Jesús. Así obró un público que desde el primer instante participó en este piadoso ejercicio. Si bien es loable el papel desempeñado por cada uno de los actores, fue soberbia la interpretación de un Cristo que, pese a su juventud y, tras haber abrazado la cruz siendo aún más joven todavía, supo transmitir y envolver a los espectadores en una atmósfera de dolor recreando el sufrimiento que hubo de soportar Cristo a lo largo de la vía dolorosa. Una actuación que ha supuesto un regalo para el protagonista que, además, daba una lección de humildad al afirmar que había sido un mero instrumento porque era el Señor el que movía los hilos en la función.
También en la cárcel gozarán esta semana de la obra. Entre tanto, llegamos al ecuador de los viernes de una Cuaresma que se esfuma. Sepamos vivirlos con la intensidad que marca la cuenta atrás.