por derechoLuis Marín Sicilia

Somos libres y somos más

Aquí solo hay dos partes: los que quieren tratos privilegiados y los que defendemos la igualdad de todos los españoles ante la ley

Actualizada 05:00

…Y parió un ratón. Después de cinco días de reflexión, tras un montaje seudo dramático con el que se burló hasta de los suyos, el resiliente de pacotilla, maestro del engaño y líder de la mentira, compareció como nuevo adalid de la regeneración y del juego limpio,… Pero sigue sin dar explicaciones sobre las informaciones que involucran a su Gobierno, a su partido y a su entorno familiar en actuaciones que no se compadecen con un mínimo de conducta ética, estética y democráticamente defendible.
De esa comparecencia solemne, plena de teatralidad y afectación, lo único destacable es la indudable vocación caudillista de quien pretende silenciar a la prensa libre y controlar al único poder que aún no se ha doblegado al chavismo puesto en marcha por el «puto amo», así definido Sánchez por un ministro tan comedido como Óscar Puente. Y ya se sabe la relación de sumisión que implica la palabra «amo» y el sentido denigratorio de la prostitución, para que el autor del calificativo se entienda felizmente doblegado por quien, autoritariamente, no actúa con limpieza.
Por mucho que doce mil fieles sanchistas resucitaran viejas consignas guerra civilistas, España no es así, no estamos alineados en dos frentes irreconciliables. Simplemente somos un Estado de Derecho donde todos tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones. Desde el último indigente hasta la cúpula de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Y si Sánchez, su mujer, su partido o miembros de su Gobierno son objetos de noticias o informaciones falsas, hay instrumentos legales para rebatirlas, desde un elemental derecho de rectificación a la interposición de una querella por injurias, calumnias y difamación contra quienes, según su criterio, han expandido un bulo. Así se defiende el honor en un Estado de Derecho y no pretendiendo cerrar medios informativos o doblegar a la Justicia, atentando con ello al derecho fundamental a la libre información y a la separación de poderes.
Hace casi medio siglo los supervivientes de la contienda civil de 1936 y los hijos de aquellos, que padecimos la postguerra, nos empeñamos en construir un país habitable, alejado de sectarismos y donde las distintas ideologías pudieran convivir sin que ello fuera una heroicidad sino la práctica normal en una sociedad libre y democrática. Solo no aceptaron ese pacto los miembros de una banda terrorista que siguió matando traicioneramente, algunos de cuyos miembros forman parte de un partido que hoy sostiene a Pedro Sánchez en el Gobierno. Aquel fue el pacto del abrazo, símbolo de esa ejemplar Transición que hoy molesta a todos los socios parlamentarios del sanchismo.
El sábado pasado, para pedirle al jefe que siguiera siéndolo, una minoría de exaltados resucitó eslóganes de buenos y malos, simplemente porque consideran intolerable que los suyos también están sujetos al escrutinio de sus actos cuando estos rozan el Código penal. Y el jefe, después de utilizar a todo un país y al mismo Jefe del Estado en su jueguecito familiar ofendidito, ha amenazado con hacer limpieza de lo que le molesta, al mas puro estilo bolivariano y caudillista, para acabar con los «malos».
Pues que pierdan toda esperanza. Por mucho que se empeñen no van a partir España en las dos mitades que pretenden de buenos y malos. Aquí solo hay dos partes: los que quieren tratos privilegiados y los que defendemos la igualdad de todos los españoles ante la ley, es decir los defensores de la libertad y de la democracia. Y les guste o no a los sectarios, los últimos somos libres y somos más porque defendemos igualdad de trato, sin que pueda prevalecer ninguna discriminacion política, personal o social, por muy importante que sea la persona afectada.
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