Faro y guía
Pensemos en ellos: un guía espiritual, un maestro, un amigo, una oración
El faro, la señal de los navegantes, ha servido y continúa siendo utilizado como una metáfora en innumerables situaciones de nuestra vida. Resulta hermoso afirmar que alguien es el faro que ilumina tus senderos en momentos en los que la penumbra no te permite vislumbrar una vereda o encontrar una salida; que alguien puede ser luz en la oscuridad que ciega el interior de la sima más profunda y te hace descubrir un atisbo de esperanza. Es un lujo encontrar a esas personas que son faro, que actúan con empatía y son portadoras de la claridad oportuna en momentos de necesidad. Y aún más valioso resulta acercarse a la luz que desprende el sagrario al calor de una capilla, una lámpara que no se apaga, un manantial inagotable.
Desde siempre me ha sobrecogido pensar en los guardianes de los faros. A la orilla del mar, luchando contra viento o marea en un contexto tan real como la expresión utilizada, no debía ser fácil la adaptación a un espacio reducido y, en mi pensamiento, lúgubre. Las cosas han cambiado y en la actualidad los faros se ofrecen como museo o se han convertido en espacios donde alojarse o incluso en los que vivir. Cuando se han ido deshabitando, tras el abandono de muchos de ellos, están tratando de ser recuperados.
En origen, se encendía fuego sobre altas torres para indicar que la costa estaba cerca a aquellos que fueran protagonistas de un infortunio o a los marineros que se dirigían a la orilla en las noches tenebrosas. Sería después cuando llegaran los faros como se conocen hoy. Es imposible no citar, al hilo de este tema, el Faro de Alejandría, una atalaya de ciento sesenta metros que fue considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo. Me hago a la idea de un monumento imponente si tomo como referencia la construcción de otros faros que he tenido la oportunidad de visitar. Valga como ejemplo el caso de la esplendorosa Torre de Hércules, faro romano que, con una medida solamente de un tercio con respecto al de Alejandría, es el más antiguo en funcionamiento del mundo; una joya española reconocida como Patrimonio de la Humanidad.
Al inicio de la semana pensaba que los faros tienen su réplica en objetos o en personas, algo que inspiró esta reflexión. El lunes era el día de Mamá Margarita, faro y guía de Don Bosco; del mismo modo, la estrella de los Reyes Magos fue faro y guía para llegar a Belén; en las flechas amarillas encuentran los peregrinos la señal hasta alcanzar Compostela…
Todos hemos tenido y seguimos teniendo faros. Pensemos en ellos: un guía espiritual, un maestro, un amigo, una oración. Y pensemos en si somos faro para los demás. Lo interesante será obsequiar destellos de luz a nuestro alrededor para que todos podamos deslumbrar al unísono.