Pulso legalÁlvaro Caparrós Carretero

Black Friday: La fiesta del descuento o el arte del engaño

Las estrategias publicitarias juegan un papel crucial en este teatro del consumo

Actualizada 04:30

Cada año, al llegar el último viernes de noviembre, se desata un fenómeno que une a consumidores y empresas bajo un mantra común: «Compra, compra, compra». Lo que en sus inicios fue una tradición estadounidense de descuentos, ha evolucionado en un espectáculo global que combina emoción, marketing agresivo y, en ocasiones, prácticas dudosas. Para muchos, el Black Friday es una oportunidad única de ahorro; para otros, un laberinto de trampas que desafía tanto el bolsillo como la ética.

Observo este evento con una mezcla de fascinación y alarma. Detrás de las llamativas ofertas se ocultan estrategias que explotan tanto vacíos legales como los impulsos humanos. La promesa de gangas irresistibles es, en demasiados casos, un señuelo que termina por decepcionar al consumidor, quien a menudo descubre que no ha ahorrado tanto como creía.

Uno de los principales protagonistas de este fenómeno son los supuestos descuentos, frecuentemente manipulados con tácticas como la «subida previa de precios». Este truco consiste en elevar el precio original de un producto días antes, solo para rebajarlo el día clave, creando una ilusión de oferta. Imagina un portátil que en octubre costaba 800 euros. En noviembre, sube a 1.000, para luego aparecer con un «descuento» del 25% que lo deja en 750 euros. La euforia del comprador lo lleva a creer que ha hecho un gran negocio, cuando en realidad podría haber pagado menos si hubiera esperado.

Legalmente, esta práctica bordea la línea del fraude. Aunque la normativa española exige que se muestre el precio original junto al rebajado, no especifica cómo debe haberse comportado ese precio en el tiempo. Esto deja margen para manipulaciones, ya que las sanciones son raras y las reclamaciones, aún menos frecuentes. Así, los comercios se mueven con cierta impunidad, conscientes de que muchos consumidores no están suficientemente informados o preparados para cuestionar estas prácticas.

Lo que hace unas décadas era un día de ofertas se ha transformado en una campaña que puede durar semanas, conocida como la «Black Week» o incluso el «Black Month». Este alargamiento no es casual. Prolongar la sensación de urgencia genera más compras impulsivas, un terreno fértil para errores de juicio y decisiones que, con calma, quizás no se habrían tomado. Además, las estrategias publicitarias juegan un papel crucial en este teatro del consumo. Los carteles con lemas como «hasta el 70% de descuento» suelen referirse a una minoría de productos, dejando al cliente con expectativas insatisfechas.

El Black Friday no solo presiona el bolsillo, sino también la psicología. Frases como «últimas unidades» o «solo hoy» explotan el temor a perder una oportunidad, conocido como FOMO (Fear of Missing Out). Esta táctica, combinada con el diseño emocional de las campañas de marketing, impulsa compras irreflexivas. ¿El resultado? Productos que muchas veces no tienen una verdadera utilidad y terminan relegados al olvido, junto a la sensación de haber sido engañado.

Además, no todo lo que brilla es oro. Algunas empresas aprovechan estas fechas para deshacerse de inventarios antiguos o de menor calidad, sabiendo que el cliente rara vez se detendrá a analizar el valor real de lo que está adquiriendo. Aunque los derechos del consumidor, como la garantía de dos años o el derecho de desistimiento, permanecen inalterados, son muchos los que los olvidan en el fragor del momento, dejando de reclamar lo que por ley les corresponde.

Frente a este panorama, la educación y la información se convierten en las principales armas del consumidor. Planificar compras, comparar precios y desconfiar de ofertas excesivas son pasos fundamentales para evitar caer en las trampas del marketing. Además, es importante recordar que derechos como la garantía o el desistimiento no están en oferta y deben ser exigidos siempre que sea necesario.

El Black Friday tiene el potencial de ser un auténtico festival del ahorro si se respetaran las reglas. Sin embargo, el exceso de marketing agresivo y prácticas poco éticas lo han convertido en un evento donde prima el consumismo desmedido. La mejor defensa es ser críticos y conscientes, recordando que la verdadera economía no siempre consiste en comprar más, sino en hacerlo de manera inteligente.

«El mejor negocio es no gastar lo que no tienes en algo que no necesitas». Quizás sea momento de rescatar esa sabiduría en un mundo cada vez más dominado por el ruido del marketing.

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