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Lunes Santo: Comenzamos a preparar el Triduo Pascual

«No pensemos que el Lunes Santo, como tenemos que ir al trabajo, como no es fiesta, como todo parece un día normal hasta que por la tarde comienzan a salir nuestras queridas procesiones, es un día sin importancia»

Actualizada 04:30

Cuando un cristiano piensa en la Semana Santa, su mente se va directamente a los días grandes de este periodo de gracia y salvación. Sin duda, realza el Domingo de Ramos y la celebración del Triduo Pascual. El resto de los días, sino es por ser cofrade de alguna hermandad que procesiona esos días, puede quedar un poco oscurecido en su mente y corazón. Desde luego, no son comparables, pero esto no debe ser obstáculo para que se conviertan en días de una amistad única y especial con el Señor que, sí, también esos días, siente muy cercana la hora de su entrega por nosotros.

El Evangelio de la Misa del Lunes Santo nos muestra a Jesús en Betania. Ese lugar que había sido su lugar de reposo y descanso. Días antes de su Pasión siente la necesidad de dirigirse allí de nuevo, quiere despedirse, humanamente hablando, de sus amigos. Quiere descansar su corazón en los que le han mostrado su amor y su cercanía toda la vida. Y no sólo por ser quien es, sino por ser, simple y llanamente, SU AMIGO. En aquel día María perfuma los pies del Señor y se los enjuga con su cabellera. Judas rechaza ese signo profético, no porque quisiera dar ese dinero a los padres, como había insinuado, sino porque como era un ladrón, le interesaba más el dinero que su mismo Señor, como horas más tarde demostraría con su traición.

Son varios los pensamientos que este Lunes Santo podríamos meditar para comenzar a preparar nuestro corazón para acompañar a Cristo en su Pasión, Muerte y Resurrección:

• El primero sería repensar nuestra amistad con Cristo. ¿Qué tipo de amistad tenemos con Él? ¿Somos los amigos que sólo acuden cuando tenemos problemas? ¿Le brindamos nuestra amistad, pero sólo cuando ello no suponga tener que cambiar nuestros planes o deseos? La verdadera amistad con Cristo nos es mostrada por Él mismo: «Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando».

• El segundo sería plantearnos que estamos dispuestos a hacer estos días para poder padecer, morir y resucitar junto a Nuestro Señor. María derramo un costoso perfume para ungir los pies del Señor. Quizás podríamos pensar que le dio todo, o al menos, lo más valioso que tenía. ¿Vamos nosotros a reservarnos algo para no entregárselo al Señor en estos días? ¿Qué clase de cristianos seríamos si contemplando a Dios que se entrega hasta la muerte por nosotros, no somos capaces de darle tiempo, sacrificios (pequeños o grandes), momentos en oración… u otras cosas que sintamos que nos pueda pedir? La Semana Santa es ante todo unirnos de manera real a Cristo en estas últimas horas de su vida entregada.

• Y el tercer pensamiento podría ser si existe algo en nuestra vida que haya sustituido a Cristo como Nuestro Señor. Así le paso a Judas, el traidor. Con Jesús vivió, aprendió, lo escuchó, lo vio realizar milagros… como los demás Apóstoles. Sin embargo, en Judas, no transformó su corazón. A veces puede pasarnos que después de toda una vida con Cristo, nuestro corazón no ha cambiado. Quizás, porque no lo hemos dejado tocar nuestra alma verdaderamente.

No pensemos que el Lunes Santo, como tenemos que ir al trabajo, como no es fiesta, como todo parece un día normal hasta que por la tarde comienzan a salir nuestras queridas procesiones, es un día sin importancia. ¿Saldría algún jugador a un partido importante sin haber entrenado toda la semana? ¿Se presentaría un estudiante a un examen importante sin haber estudiado? Si, ya sé, que ni por asomo son ejemplos comparables. Pero ¿Nos vamos a presentar a celebrar el Triduo Sacro sin haber preparado antes nuestro corazón?

Manuel Roldán Gómez

Párroco de Ntra. Sra. del Carmen-Puente Genil

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