Crónicas desde la JMJ
Caminen con esperanza y sin miedo
El sábado comenzó algo renqueante consecuencia del cansancio acumulado y que todos los jóvenes debían preparar sus maletas porque ya sabían que tocaba empalmar un día con otro, tocaba hacer noche al raso en la explanada del parque del Tejo. Por ello, durante la mañana fue un ir y venir de gusanos (filas enganchadas) de jóvenes con sus mochilas y sacos de dormir.
También aprovecharon para hacer algo de turismo, visitar la Catedral y la Iglesia de San Antonio de Portugal, que nosotros conocemos como San Antonio de Padua, y visitar la casa donde nació. A partir de las 13:30 abrieron el parque del Tejo para que poco a poco fueran llegando los miles de peregrinos para celebrar en la noche la Vigila y la Misa de envío.
Soy consciente de que muchísimas parroquias de nuestra diócesis y del mundo tienen a sus jóvenes en la JMJ. Pero mis niños son la expresión viva de una parroquia comunidad de comunidades. Allí se encuentran los jóvenes de Amigos Contigo, de las hermandades de la Santa Faz, del Vía Crucis, y con el grupo de las Mercedarias jóvenes del Perdón; y no podía faltar el Santísimo Cristo de la Providencia, titular de nuestros colegios que aglutina a muchos jóvenes, monitores, voluntarios, sacerdotes y religiosas que tras pasar por los colegios de la Trinidad hoy están junto al Papa. Quizás el más viejo o el abuelo sea yo, aunque hay algún matrimonio laico que me supera en edad. Son muchos los encuentros, jornadas, retiros, convivencias y JMJ pero llevaba tiempo de no sentirme tan feliz y exultante, emocionado y derramando lágrimas. Pero inmensamente feliz. Jamás podría imaginar que Dios te pudiera bendecir tanto y tanto cuando más lo necesitas para poder levantarte y ponerte en camino. ¿Cómo podría decirle a Jesús que estoy cansado y no puedo más? Es impensable. Estos chicos que veis en alguna foto de la galería que pone el periódico son mis niños, casé algunos de sus padres, los bauticé, les he acompañado en su infancia y adolescencia, algunos ya se han confirmado y los menos ya están con sus parejas llevando a cabo su discernimiento con el deseo de contraer santo matrimonio dentro de la comunidad que les vio nacer: la parroquia de la Trinidad.
Señor, Señor… no puedo ser más feliz. No merezco tantos regalos y pedacitos de cielo. Estos chicos son el inmenso tesoro de la Trinidad. Traigo aquí a todos los sacerdotes de la parroquia. Todos y cada uno de ellos han dejado una impronta. Los enfermos de la parroquia y los ancianos de la parroquia, de nuestras residencias, los 140 ancianos están rezando todos los días por nuestros jóvenes, tienen sus nombres y a muchos los conocen desde niños, porque en esta casa los peques, adolescentes y jóvenes visitan a los abuelos, les escriben cartas y dibujos los más pequeños, los mayores les acompañan como voluntarios por eso hoy los abuelos de las residencias de la Trinidad están rezando por estos jóvenes para que el Señor derrame su gracia y lleguen a ser santos.
En esta JMJ están la historia y vida de nuestra parroquia: nuestra amada Ángela cuidando a los enfermos; Ramón y Asun en el archivo; Rafa y Loli en la sacristía y limpieza, Adolfo, Juani y Juan en mantenimiento; las catequistas de comunión lideradlas por Lola y Pepa; Amigos Contigo con Marta y Juanan; los grupos de matrimonios, Acción Catolica; grupo de Cáritas; Ministros extraordinarios; las tres Cofradías y la Fraternidad del Santísimo Cristo de la Parroquia Providencia; el grupo del Rosario, misiones, comunicación, consejo de asuntos económicos y pastoral y el equipo de animación comunitaria (más llamado cafetería), responsables del museo… un largo etcétera. Pero lo más importante es que toda la comunidad parroquial de la Trinidad está aquí junto al Papa porque estos jóvenes tienen unos corazones tan anchos que han abierto un inmenso hueco para que todos, todos, todos estén aquí.
No quiero que parezca que estoy haciendo proselitismo. Nada más lejos de mi intención. Solo quiero transmitiros con el ejemplo de mi parroquia que todos nuestros jóvenes liderados por nuestro obispo, Monseñor Demetrio, hacen posible que todas nuestras familias y en especial los enfermos, ancianos y los más pobres, grupos, movimientos, asociaciones y fieles en general estén aquí junto al Papa, bebiendo de la fuente: Tú eres Pedro. Aquí estáis todos con vuestro nombre y vuestros rostros, vuestra razón y corazón, porque Dios os ama con locura y ardemos en deseos de llegar a casa para llevaros el amor y consuelo de Dios a vuestras vidas y deciros, que lo hemos visto, que la Iglesia es muy grande e inmensamente bella. Hemos visto a Cristo Resucitado en el mar de amor en multitud de rostros y en especial en los ojos de Cristo realmente presente en la Eucaristía.
¡El Papa ya está aquí! Y una explosión de júbilo nos decía que había llegado aunque fuese un punto en el horizonte o en una pantalla, en parte, tapada por el pilar de un puente. Ya no se trataba de ver sino de escuchar y contemplar. Es sentirse cogido por la mano del Vicario de Cristo y orar, sentir al Señor, dueño de la barca que peregrina portando la misericordia divina. Y se nos invitaba a decir: «Aquí estoy, Jesús ante ti. Tal y como soy. Conoces mi historia. Hoy me has traído hasta aquí. ¿Por qué me has elegido? Te doy gracias por tantas maravillas en mi vida. Incluso aquellas que aún no puedo comprender».
Y esperábamos las palabras del Papa.
«Gracias por estar aquí, gracias por viajar. La Virgen también viajó con prontitud, sin demora. Ella viajó sin que nadie se lo pidiera. Ella lo hizo porque amó. En vez de pensar en ella pensó en la otra. Porque la alegría es misionera».
«Ustedes que han venido a escuchar un mensaje de Cristo; ¿Qué van hacer?, ¿Quedárselo para vosotros o para los demás?». Y les dijo a los jóvenes: «Repitan conmigo: la alegría es misionera».
Todo lo que hemos recibido en nuestra historia personal ha ido preparando nuestro corazón para la alegría: familia, educadores, sacerdotes. «Que cada uno piense en alguien que nos dió algo en la vida y que es raíz de nuestra alegría». Y también, nosotros podemos ser raíces de alegria para los demás.
¿Cómo lo podemos hacer? La alegría no está cerrada bajo llave sino que hay que descubrirla en el diálogo con los demás. A veces cansa. Cuando uno se cansa, abandona y cae. Pues hay que levantarse. En el arte de ascender lo que importa no es caer sino no permanecer caído. El que permanece caído clausuró la ilusión y la esperanza. Hay que ir a levantar al que ha caído. Cuando uno mira de arriba a abajo a alguien es para levantarlo.
En la vida para lograr las cosas hay que entrenarse en el camino. Detrás del gol hay mucho entrenamiento. Hay que entrenarse en el camino para no caer y ayudar a levantar. Se aprende de la familia y los amigos.
Caminar, y si uno se cae, levantarse. Y entrenarse todos los días en la vida, porque en la vida nada es gratis, todo se paga. Solo hay una cosa gratis: el amor de Jesús.
Con esto gratis que tenemos, que es el amor de Jesús y las ganas de caminar, caminen con esperanza y sin miedo. Caminar sin miedo, no tengan miedo. Nos recordaba las palabras de San Juan Pablo II: «no tengáis miedo».
“Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme”
Tras la dotación eucarística llega el tiempo de gustar y sentir. Solo hay una cosa gratuita; el amor de Jesús.
No olviden de rezar por estos jóvenes que como Abraham pasaron el ocaso del día esperando el rocio de la mañana contando la multitud de estrellas. Cada una de ellas es el nombre de cada uno de nosotros. Otro día más para gozar y descansar en el Señor.
Sigan rezando, cuando estén leyendo este artículo estaremos celebrando la misa del envío.