Madrid El declive de Lavapiés: «Me agredieron en mi propia tienda y nadie me ayudó»
Los vecinos ya no pueden más con las situaciones que viven: peleas, robos, trifulcas, agresiones, violaciones, compra-venta de drogas... Se registra una detención cada hora y catorce actas de estupefaciente al día
Lavapiés se ha convertido en un pozo de drogas y delincuencia, es un punto crítico y olvidado de la capital que tiende a degradarse mucho más si las entidades competentes no ponen ningún remedio. Peleas, robos, trifulcas, agresiones, violaciones, compra-venta de drogas, quema de contenedores... Noche sí, noche también el barrio madrileño está constantemente en vilo. El Debate se ha acercado a las calles para comprobar el estado crítico en el que se encuentran los vecinos que es mucho más grave de lo que parece y lo que quieren transmitir desde el ayuntamiento madrileño.
Lavapiés tiene altos índices de delincuencia, se registra una detención cada hora y catorce actas de drogas al día. Además, cuatro de cada diez agentes de la zona centro están por sus calles, en especial por la plaza de Nelson Mandela donde presenciamos como dos agentes en moto pedían que una joven mostrase lo que estaba fumando. Ante la exigencia de los agentes, los sintecho que estaban en la plaza empezaron a alterarse, llegando a pagarlo con nosotros que, únicamente estábamos presenciando el suceso. «¿Qué haces con la cámara?», nos gritó un hombre de origen africano mientras venía hacia nosotros para agredirnos. Por suerte uno de los agentes le redujo a tiempo.
La escena anteriormente descrita se vive a diario en Lavapiés. Una vecina nos cuenta que hace unas semanas a un joven le dio un paro cardíaco en plena calle y como consecuencia se preparó un altercado con quema de contenedores. «El humo entraba en la habitación de mi hija pequeña, no podíamos respirar», y añade, «cuando los vecinos bajaban para apagar el fuego, se producían agresiones violentas» para que aquello siguiese ardiendo. Otro suceso llamativo es la pelea multitudinaria que se produjo el pasado mes de octubre en la plaza de Nelson Mandela, multitud de jóvenes se enzarzaron con piedras y tapas de alcantarillas a plena luz del día. Uno de los vecinos grabó este altercado y se le escuchaba decir: «esto es la guerra». Finalmente la reyerta se saldó con varios heridos y contusionados.
El respeto y la educación brillan por su ausencia en el barrio madrileño, una mujer también nos cuenta una escena que vivió de primera mano. «Fui al locutorio para hablar con mis familiares y de repente entró un hombre diciendo: 'quita tú, que quiero hablar', educadamente le dije: 'disculpe, estaba yo delante', a lo que me contestó: 'tú vete, largo de aquí gil...'. Ante toda esta problemática, los vecinos han empezado una campaña de visibilización en la que colocan banderas amarillas en los balcones de sus casas. Además, tienen una cuenta en Twitter donde denuncian la situación que viven a diario y piden ayuda tanto al ayuntamiento como al Gobierno central que apenas se molestan por el barrio.
El tráfico y consumo de drogas es otro de los problemas principales que azotan a Lavapiés. «Lo normal es que el vecino que vive debajo tuyo trafique con ellas», nos subraya una vecina de Lavapiés con total normalidad. A diario se levantan «14 actas relacionadas con estupefacientes y se identifican a 400 personas», según un informe elaborado por los agentes de la Policía. Los toxicómanos deambulan por las calles sin ningún temor a la presencia policial. El portero de una vivienda nos explica que la mayoría de los traficantes y consumidores son jóvenes de 18 años. «Las casas de acogida los echan a la calle cuando cumplen la mayoría de edad y entonces, se agrupan en grupos de cuatro/cinco personas que siempre alguno de ellos ya está relacionado con tráfico o consumo», nos matiza el señor.
Anastasia, dependienta de uno de los puestos del mercado de San Fernando, nos cuenta una historia impactante. La joven nos empezó explicando que lleva ocho meses trabajando en Lavapiés, que veía la multiculturalidad como una bonita oportunidad y un buen sitio, pero ese positivismo un día se tornó oscuro. «Había un chico que vivía en la calle y venía aquí por las mañanas, yo le daba una masilla para que estuviese entretenido e hiciese cosas con ella... Pero un día me agredió en mi propia tienda, además yo estaba aquí sola y nadie me ayudó». La chica concluye diciéndonos que ha vivido más situaciones como esta. No es la primera vez que se produce una agresión a un dependiente en su propia tienda. En octubre de este año, un tendero expulsó del local a un cliente y este frustrado por la actitud del dueño, le asestó un corte de poca gravedad en el cuello, aunque le pudo ocasionar problemas mayores.
Los vecinos ante este panorama piden ayuda tanto al Ayuntamiento de Madrid como al Gobierno central para que remedie esta situación y vuelva el barrio a la normalidad. Algunos creen que la clave para resolver esta situación pasa por mejorar los servicios sociales, otros proponen tener una mayor presencia policial, incluso hablan de agravar las condenas «si a una persona con 'x' antecedentes le cayera una condena grande, veríamos como el narcotráfico y la delincuencia desaparecerían». Esta lluvia de ideas refleja la desesperación y la falta de ayuda hacia los vecinos.
Desalojo de La Quimera, factor desencadenante
Uno de los factores que han acelerado el deterioro de Lavapiés es el desalojo del edificio okupa de La Quimera. En 2013 se instalaron un grupo de personas que organizaban actividades de lucha senegalesa, cine, bingo, karaoke... La relación entre los vecinos y los okupas era buena hasta que en 2018, los activistas fueron expulsados y el edificio se convirtió en un pozo de narcotráfico y violencia.
El pasado 21 de septiembre, agentes de la Policía Nacional desalojaban el centro cultural. La operación contó con un total de 80 agentes repartidos entre: la Unidad Integral de Distrito Norte, Centro y Sur, junto con la Unidad Central de Seguridad y la Unidad Canina. Los agentes contaron un total de 70 ocupantes que habitaban en el edificio.
Ahora el problema está en la calle, los vecinos de Lavapiés indican que «sigue habiendo narcopisos y mafias que trafican con metanfetaminas, pasta base y drogas muy agresivas, y que emplean a menores para su distribución. Quienes antes trapicheaban en La Quimera lo hacen ahora en las calles y plazas de alrededor del edificio».
Lavapiés necesita más atención que nunca, si continúa esta dejadez por parte del gobierno madrileño el barrio estará condenado a sucumbir ante la violencia, la inseguridad y las drogas. Los vecinos ya se han manifestado y han dejado claro lo que necesita la localidad para su mejora y puesta a punto, ahora les toca a las instituciones regionales responder ante este declive.