Siete mil años de olivos
Una excavación arqueológica en Israel pone fecha a los primeros productores de aceite de oliva
Siempre suelo hablar del aceite de oliva virgen extra. Sé que a muchos no les gusta lo de AOVE, pero simplifica mucho la expresión cuando se repite con frecuencia. Y hablo mucho de este extraordinario aceite porque es una de las maravillas de la cultura mediterránea.
Pero, ¿desde cuando está con nosotros? Pues casi hemos crecido con los olivos, porque, aunque se intuía su gran antigüedad como árbol doméstico, recientemente se ha podido demostrar. Una investigación dirigida por el profesor Garfinkel, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha publicado los resultados de un trabajo en el que se prueba que hubo olivos domésticos en una pequeña población del valle del Jordán. Y se sabe que fueron plantados por la mano del hombre porque allí no crecen de forma natural. Así que tras analizar en el laboratorio los restos encontrados en el lugar de Tell Tsaf, pudieron concluir la temprana domesticación, datándola en torno al 5000 a. C.
Tell Tsaf era una aldea de la época Calcolítica del valle medio del rio Jordán donde había casas, despensas y silos en los que guardar grano. También conocían la cerámica e incluso la pintaban. Es decir, no sólo producían lo necesario; en aquella sociedad también importaba edificar buenos edificios y guardar en ellos objetos bellos. Comprender esto nos hace sentir a aquellas personas mucho más reales y cercanas. Allí se ha encontrado que hace unos 7000 años disfrutaban de una abundancia de alimentos muy importante. Incluso podían almacenar para evitar las carestías y hasta comerciar con los productos cosechados, incrementando así sus riquezas.
El cultivo del olivo tiene sus dificultades, y este árbol no empieza a dar fruto hasta al menos cuatro años después de su plantación. Así que había que ser muy paciente para conseguir un buen olivar y producir aceituna en cantidad con el fin de fabricar aceite de oliva para el autoabastecimiento e incluso el comercio. La estructura de este poblado y sus actividades nos cuentan que la de Tell Tsaf fue una sociedad compleja, con agricultores, comerciantes, administradores y algún tipo de poder con capacidad de organización.
Esos diminutos restos de antiguos olivos analizados por Garfinkel son la prueba de que no solamente se aprovecharon las aceitunas de acebuches silvestres, sino que los habitantes de aquel lugar aprendieron a seleccionar las mejores aceitunas silvestres, y que tuvieron infinita paciencia en su plantación, y hasta las transportaron desde sus lugares nativos. Aquella gente observó los árboles y sus ciclos, y pusieron en práctica su cultivo con buenísimo rendimiento hasta el punto de poder almacenar y comerciar con el dorado líquido.
Aprendieron la agricultura poniéndola en práctica, ganando para ellos, pero también para todos nosotros la grasa más saludable y sabrosa, la del aceite de oliva. Analizando su importancia a lo largo de la historia, y no solamente en alimentación, también para iluminación, en farmacología y medicina e incluso para masajes, podemos comprender su vinculación con los dioses del panteón griego. Atenea, la diosa de la sabiduría y la civilización, señora de Atenas, lo primero que hizo en aquella ciudad fue plantar un olivo. Ese fue el hito fundacional, un acto culto que representa la primera de las culturas, la agricultura. Con todo su poder, su conocimiento y sus aplicaciones: aceite de oliva. AOVE, cultura, civilización, historia.