Los retos de la Real Academia de Gastronomía
Nació en el marco de contemplar la gastronomía de forma más compleja y completa, de acuerdo con las necesidades del siglo XXI
Como muchas de las mejores instituciones e ideas de la humanidad, las academias nacieron en época griega. El legendario Academo que les dio nombre había sido enterrado a las afueras de Atenas, en un bosque sagrado que se transformó en unos jardines homónimos. Y fue precisamente en aquel lugar donde Platón decidió crear su Academia, nominada en homenaje al héroe. Hay algunos que incluso consideran que este fue el germen de las Universidades. Los académicos eran un grupo de iguales, y no se cobraba a nadie por la consagración al estudio. Además, en el entorno de la Academia se celebraban banquetes en los cuales se ejercitaba la dialéctica, de la que el mismo Platón era un maestro.
Este inicial concepto fue mudando a lo largo del tiempo, y se desarrollaron innumerables estilos de Academias desde esta primera, en la que participaron talentos como Eudoxo de Cnido, Xenócrates o Antíoco de Ascalón. Después de siglos de innumerables modificaciones en el progreso de disciplinas intelectuales, las Academias renacieron en época de Cosme I de Médici con la Academia platónica florentina, cuyo nombre ya expresaba su intención. Sin duda, era más flexible y fácil intercambiar ideas entre los humanistas de la época debido a que la universidad había quedado paralizada en la escolástica. El nacimiento de la Ilustración en el s. XVII condujo a la creación de Academias en toda Europa, desde la Royal Society a la romana Academia de la Arcadia.
Sin embargo, ni ingleses ni franceses: fue España la que lideraba el movimiento intelectual europeo, creando la primera academia científica en la Europa moderna, la Academia Real Matemática, en 1582, en pleno Siglo de Oro. Después llegaron otras muchas Academias, hasta la actualidad, desarrollando poco a poco una labor más precisa y atinada, y vinculadas en sus orígenes con las sociedades científicas, artísticas o literarias en las que grupos de personas selectas y muy expertas en estos temas se asociaban para crear criterio respecto a sus temas de trabajo.
Las Reales Academias españolas son justamente ese tipo de instituciones, tan valoradas en Europa. Amparadas por la Corona española, crearon un sistema de entidades dedicadas a la cultura, de forma paralela y con diferente cometido que las Universidades. En las Reales Academias, por tanto, no se imparte docencia como en la Universidad, aunque sí se fomenta la investigación y se difunde conocimiento, pero no se enseña en un formato de clases como muchos, erróneamente, creen.
Méritos intelectuales y científicos
Según el Instituto de España, que las reúne, se concurre a formar parte de ellas a personas: «con los más altos méritos intelectuales y científicos… para que estas instituciones sigan siendo centros de pensamiento, de cultura y de investigación avanzada, libre y sosegada, que aporten luz sobre los complejos problemas de nuestro tiempo».
La Real Academia de Gastronomía nació mucho tiempo después, en el marco de la necesidad de contemplar la gastronomía de forma más compleja y completa, de acuerdo con las necesidades del s. XXI y comprometida con los aspectos patrimoniales, de la salud a través de la alimentación y de la cultura gastronómica. Surgió como una asociación en 1980, hasta que en 2008 se le concedió el título de Real, que fue un auténtico hito en su historia.
Desde luego, existe una responsabilidad en la pertenencia a una asociación de este tipo que debe estar volcada en pulir, mejorar, observar y renovarse para ofrecer lo mejor a la sociedad en la que se engendra y a la que se debe. La gastronomía en la actualidad es mucho más que comer un buen plato, tiene un significado, representa a una serie de sectores clave en nuestra economía y es un factor de crecimiento, enriquecimiento social y puede ser considerada el camino hacia una significativa mejora de la salud. Incluso, como mis estimados lectores saben bien, comprende la defensa del patrimonio inmaterial; nuestro recetario, los productos españoles y las fórmulas de elaboración de platos que son expresión de nuestro patrimonio.
Se presentan caminos nuevos, posibilidades infinitas, y un marco de actuación como no habríamos sospechado. Comer bien, atinado, a punto, en precio y adecuado a cada familia, a cada persona es un asunto que ya le importó al padre intelectual de estas instituciones vinculadas con la gastronomía. Brillat-Savarín señaló hace doscientos años que alguna vez habría Academias que «mostrarían el camino a la sociedad para comer mejor, para canalizar conocimiento». Ahora sabemos por qué comer bien es importante: se trata de un acto en el que se imbrican salud, patrimonio, historia, mundo rural y producción, hostelería, empresa, distribución, comercio, todos ellos sectores que tienen mucho que aportar. La vida es más amable si se come bien, si además comer nos hace mas fuertes, sanos y longevos, y si con ello hacemos crecer la industria nacional y para colmo disfrutamos con un buen plato que concita cultura en nuestra vida.