Rabanne, el «accesorista» intrépido
El gran inventor de la tecnología de la moda en España ha muerto hoy en su casa de Bretaña
Rabaneda Cuervo no suena tan bien como Rabanne, está claro. El extremadamente creativo Paco Rabanne, que acaba de fallecer en su casa de la Bretaña francesa a los 88 años, fue el primer español en falsear su nombre para darle un barniz extranjero, algo que funcionó en su momento pero que en la actualidad parecería contranatura. Pero el gran Paco marcó desde sus comienzos el curso de la historia de la moda internacional como ningún otro español, aparte de Cristóbal Balenciaga, claro está.
Nacido en el pueblo guipuzcoano de Pasajes y exiliado desde niño en Francia, donde cursó arquitectura, Paco Rabanne abrió las puertas su primera boutique en París con un revolucionario interior de paredes negras, mobiliario en plástico y falso andamiaje metálico en el 33 de la rue Bergère. El curioso hispano-francés había comenzado su carrera meteórica años antes en 1959, al presentar sus «12 vestidos imposibles» en París y salir en las mejores revistas del planeta.
Colaboró entonces con varias marcas de moda en la realización de bolsos, accesorios y zapatos. De hecho, él mismo se autodenominaba «accesorista» y elaboraba para Balenciaga, Cardin, Courrès, Givenchy o Nina Ricci enormes pendientes de plástico, zapatos futuristas o bolsos hechos con piezas metálicas. Triunfó más tarde con los atuendos sexys y siderales de Jane Fonda en Barbarella y se convirtió en todo un personaje en el sector de la moda.
Sus botones artesanales de corte escultórico para varias casas de Alta Costura, los bordados sin hilo ni aguja aplicados con adhesivo a prendas de Prêt-à-porter de otras casas, los vestidos en cuero fluorescente y las creaciones en metal martelado, las realizadas en placas de oro con diamantes y sus piezas de flecos y cadenas, irrumpieron brutalmente en la música y el cine, protagonizando los conciertos y las películas de las divas del momento.
Amplió entonces su marca al mundo de la perfumería, más sencillo, rentable y mundano, con perfumes como «Calandre» o «Paco Rabanne pour Homme». El jovencito vasco cuya madre había trabajado en el taller de Balenciaga, se convirtió en el gran inventor en cuanto a tecnología de la moda se refiere, todo un orgullo para España en la era de la llegada a la Luna y las bombas atómicas.
Su esoterismo e introspección le llevaron a encerrarse en sí mismo e incluso a cerrar su taller en 1999. En varias ocasiones apareció en la prensa declarando un inminente fin del mundo y el poder de fuerzas malignas que amenazaban el planeta. Y quién sabe si tendría razón, pero como de momento no ha pasado nada - toquemos madera- Paco Rabanne quedó relegado al ostracismo.
Ahora que la marca de moda, muy desvirtuada en sus estilismos, ha quedado también en propiedad del grupo Puig de perfumería y está a cargo de Julien Dossena, será poco probable que los éxitos y la capacidad de impresionar con colecciones tan rompedoras se repitan. Francisco Rabaneda Cuervo, gracias por la lección de arquitectura, física, metalurgia, fundición y estilo. D.E.P.