Katie Holmes y el regreso de las sandalias de pescador con precios de más de 600 euros
La actriz se ha especializado en posar de modo natural con piezas de moda controvertidas
De la vida de Katie Holmes poco se conoce ahora, tras su fuga de su casa con Tom Cruise, sin previo aviso y con su hija del brazo. No debió ser fácil y nos alegramos de que su vida transite por circuitos tranquilos. Ella, que nunca fue guapa ni tuvo estilo, lleva ya años dejándose fotografiar con prendas o accesorios controvertidos. Podríamos llegar a afirmar que, como tantas otras actrices o influencers, cobra por ello. Y hace bien si hay quien le pague.
Pero en ocasiones, con esto de cobrar mientras no salen películas, escoge prendas y accesorios que no se pondría ni el gato, pues suponen una ruptura y una salida de los cánones estéticos básicos, cayendo en la horterada por la horterada, o en la purita fealdad. Y tal es el caso de las llamadas «sandalias de pescador» que son la versión en cuero de esas de plástico que nos ponían a los niños pequeños en el mar allá por los años 70.
Las sandalias del pescador, que nada tienen que ver con el libro y la película del mismo nombre, que basan su historia en dar el poder absoluto a un hombre y limitar luego el uso que pudiese hacer de él ocupándole con estúpidas trivialidades para dejarle sin tiempo. En este caso son las marcas The Row (630 euros), Anthropologie (330 euros) o Mango (110 euros) las que han llamado Fisherman Sandals a este calzado retro. Podrían parecerse a lo que antaño se denominó Adidas Jesucristo, pero no queremos entrar en bromas de esta índole, que bastante pasó Él.
El caso es que Katie Holmes lo mismo recomienda un roto que un descosido, un bolso desgarbado que unos pantalones que le marcan la zona cero, o bien, ahora, unas zapatillas que parecen salidas de la Charanga del Tio Honorio y su «Ay, cordera» o de su copla de «Hay que lavaloh». Katie nos ha devuelto con esta ridícula moda al pueblo, al monte, al viejito en el campo que en los veranos se ponía zapatos con reja para refrescar la pezuña al aire con una «miaja de corriente» entre los dedos. En la moda, no todo vuelve. Afortunadamente. Pero, como siempre decimos, que cada cual elija.