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Rue Saint-Honoré por la tarde

Carmen Thyssen posa junto a 'Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia'

Una obra maestra en disputa y una suite en París

Pissarro pinta ese París moderno levantado por Napoleón desde suite en el Grand Hotel du Louvre

El hilo invisible que une esta historia tiene mil recovecos y discurre por geografías distantes. Conecta vidas de personajes ilustres y de algunos que solo existen en la ficción. Contiene las debidas dosis de intriga y contempla dos posibles escenarios para un final que está por escribir. Uno de ellos es la magnífica suite 104 del Hotel du Louvre, en París; el otro, la sala número 33 del museo Thyssen-Bornemizsa, en Madrid, donde se encuentra una de las mejores obras impresionistas en suelo español. Se trata del cuadro Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, un óleo pintado por Camille Pissarro en 1897 en la suite del hotel parisino que tras su reciente renovación lleva su nombre. Una estancia realmente única no solo para amantes del arte, la historia y mitómanos varios, también para todos aquellos que aprecien unas espléndidas vistas de la ciudad del Sena. Sus grandes ventanales y pequeños balcones se abren a la magnífica avenida de La Ópera, el único gran bulevar de Paris que carece de árboles, decisión tomada exprofeso por el arquitecto Garnier para preservar la mejor perspectiva posible de la imponente fachada principal del teatro lírico, que se alza majestuoso justo en el extremo opuesto de la Suite Pissarro.

Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia

Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia

Fueron precisamente sus espléndidas vistas de la ciudad lo que animó a uno de los padres del impresionismo a pasar largas temporadas en la habitación 104 durante los últimos años de su vida. Hay otra razón por la que el pintor abandonó la pintura de esos paisajes campestres que tanto gustaban a los impresionistas. A edad avanzada, Pissarro sufría una grave afección ocular que le impedía pintar al aire libre. Aconsejado por su oftalmólogo, empieza a trabajar a resguardo de un cristal, detrás de una ventana. Y esto es lo que le lleva a París. Instalado durante diferentes épocas del año en la mencionada habitación del Hotel du Louvre pinta un total de 13 cuadros de esas vistas a diferentes horas del día y en diferentes estaciones con el objeto de captar esas luces matizadas. Trece obras hoy dispersas en museos y colecciones privadas de todo el mundo, una de ellas, en el Thyssen, un cuadro de pequeño tamaño particularmente interesante por los destellos de la lluvia, el reflejo de la luz y el agua en los adoquines de ese oleo de trazo suelto, casi abocetado.

Pissarro pinta ese París moderno levantado por Napoleón III en los años previos, ese París concebido para brillar y asombrar al mundo, para disfrute de la pujante burguesía y del incipiente turismo internacional. El propio hotel en el que se aloja es una casilla más de ese ambicioso y bello Monopoly que tejió el emperador ayudado por la determinación de Haussmann y la visión empresarial y financiera de los hermanos Pereire. De origen sefardí, fueron ellos los que construyeron el Grand Hotel du Louvre, el primer hotel de Paris que se autodenominó «gran». Erigido para acoger a los visitantes de la primera Exposición Universal de París, de 1855, sirvió como referencia para todos los hoteles que vendrían después en muchas partes del mundo. Había nacido el hotel moderno: considerable número de habitaciones, todo tipo de servicios, desde transporte a las estaciones de tren hasta oficina de telégrafos, una plantilla que llegó a superar el millar de personas, opciones gastronómicas de otros países, salones de banquetes...

Hotel du Louvre

Hotel du Louvre

El palmarés de su lista de ilustres huéspedes y acontecimientos que acogió es igualmente impresionante. En uno de sus elegantes salones se celebró en 1875 la gala benéfica que hizo posible financiar uno de los regalos más célebres de la historia: La Estatua de la Libertad. En él se han alojado toda clase de artistas, pensadores y dignatarios, desde Wagner a Freud. Julio Verne lo convirtió en su hotel preferido cuando viajaba a Paris, tanto Mark Twain como Connan Doyle hicieron que alguno de sus personajes se alojara en él. Y como el mundo gira y gira, y las fortunas cambian de manos, el hotel ha tenido en este tiempo diferentes dueños. En 2012 fue adquirido por uno de los brazos inversores de la familia real de Qatar y su gestión fue puesta en manos del prestigioso grupo Hyatt. De nuevo los petrodólares servían para poner al día uno de los magníficos hoteles parisinos necesitados de las formidables inversiones requeridas para seguir brillando y atrayendo a clientela de todas partes del mundo.

Suite Pissarro

Suite Pissarro

En un lobby renovado que ha mantenido con pleno acierto las puertas giratorias que otros hoteles han sacrificado y que habla de su centenario pedigrí, se nota ese aire cosmopolita. Hyatt es estadounidense y se nota en la clientela. Algunos viajeros curiosos y observadores se fijan en la placa, algo escondida, erigida por la Société Sherlock Holmes de France que hace referencia al hecho de que el hotel fuera escenario de sus aventuras.

No vendía mal la sagacidad del legendario detective para poner fin de una vez al largo, polémico y costoso conflicto que pesa sobre el cuadro que Pissarro pintó en la suite 104 y que hoy se encuentra en la primera planta de Museo Thyssen, en Madrid. Un asunto particularmente desagradable para los responsables de la pinacoteca, que ven como este caso abre la caja de los truenos que vincula al apellido Thyssen con el nazismo.

El barón adquirió el cuadro en 1976 en una galería de arte de Nueva York. Estuvo en Villa Favorita hasta que el Estado Español compra el grueso de la colección en 1992 y el lienzo llega a Madrid. Es allí donde, ocho años después, un descendiente de su antigua propietaria, la judía alemana Lilly Cassirer, lo reconoce. Empieza así un complejísimo litigio internacional que trata de dilucidar si la obra puede o no ser considerada arte expropiado por los nazis y si el barón lo sabía cuando la adquirió. El galimatías jurídico se prolonga ya por más de 20 años y el pasado mes de mayo el caso fue devuelto al Tribunal Supremo de California, que deberá resolver en los próximos meses cómo debe aplicarse la norma de conflicto de leyes. ¿Cuál será la última morada del cuadro? Una pregunta interesante para formularse en esta suite, luminosa, espléndida, donde empezó todo, con vistas a Paris, con vistas a la historia y a sus impredecibles recovecos.

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