Las preocupantes consecuencias de las pantallas en menores de 6 años
El desarrollo cognitivo, la salud física y la evolución psicosocial de los niños son los tres ámbitos más afectados por un uso excesivo de dispositivos tecnológicos
El uso de dispositivos de pantalla entre niños en España es muy elevado, mucho más del recomendado por los organismos internacionales de la salud que estudian el tema, como la Academia norteamericana de pediatría o el Ministerio de Salud del Gobierno de Australia. Juan Luis Gómez Gutiérrez, investigador principal del proyecto Uso de dispositivos de pantalla y, las repercusiones de éste, en niños y niñas menores de seis años, doctor en educación y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria, lleva tres años estudiando la influencia de las pantallas en el desarrollo de la infancia. Los resultados a los que ha llegado junto a todo su equipo son, cuando menos, preocupantes.
«La tecnología por sí misma no es buena ni mala, sino que lo que preocupa es el uso que se le da. Los niños más pequeños están indefensos ante el impacto de esos estímulos», afirma el doctor Gómez. No se define anti-tecnología ni anti-pantallas. Lo que más le preocupa no son las horas de exposición a la pantalla, sino todo lo que el niño podría estar haciendo durante ese tiempo». El uso de estos dispositivos «no aporta nada respecto a otras actividades que el niño pueda hacer».
Cinco horas es la media diaria de uso
Durante la primera fase de la investigación, se realizó una encuesta a 620 familias de la Comunidad de Madrid. Todos los entrevistados contestaron que, en algún momento de la semana, sus hijos tenían en las manos algún dispositivo, como una tableta o un móvil. La recomendación oficial es que antes de los tres años no se haga uso de pantallas, y que entre los tres y los seis años, esa utilización sea siempre supervisada y comprendida entre la hora y media y las tres horas.
«Los niños usan las pantallas de manera descontrolada. Los padres las usan como canguros digitales. Para que el niño se calle, le damos el aparatito, pero al final se obtiene todo lo contrario: si no se lo damos no se calla, no cena, no se duerme», señala el investigador. Como resultado de su trabajo de campo, han podido comprobar que los dispositivos más usados por los menores de 6 años son los smartphones y las tabletas y que el tiempo medio de exposición a estos dispositivos es de más de cinco horas diarias.
Obesidad, miopía, ansiedad...
Este uso excesivo de las tecnologías en el caso de los niños está acarreando problemas sobre todo en el campo de la salud y la psiquiatría. «Se está viendo que un alto porcentaje de niños obesos utilizan mucho las pantallas. Pasa lo mismo con problemas de visión y de audición. Se empieza a ver que muchos niños con miopía pasan bastante tiempo delante de una pantalla, al igual que en casos de ansiedad y depresión infantil».
Las principales repercusiones en los niños se agrupan en tres ámbitos afectados: el desarrollo cognitivo, la salud física y el desarrollo psicosocial. Lo cognitivo es todo aquello relacionado con el aprendizaje y, según Juan Luis Gómez, el uso de tabletas y smartphones trae problemas de atención, focalización y memoria, y también sobre las funciones ejecutivas, la motricidad gruesa y fina y el desarrollo del lenguaje oral. Este último campo es donde más se han visto los efectos: «los retrasos en el habla en los niños suelen estar causados por un alto tiempo de exposición a pantallas».
Con respecto a la salud física, aparte de la ya mencionada relación con la obesidad y la vista, se han detectado también trastornos del sueño y del descanso. «La luz blanca de las pantallas altera el ritmo de vigilia. Por ello, la recomendación es que transcurran como mínimo dos horas entre la exposición a la pantalla y el momento de irse a dormir».
El desarrollo psicosocial también se ve afectado por ese uso excesivo de dispositivos de pantalla. «Todo lo que tiene que ver con la sociabilidad y las relaciones con los demás: amistades, relaciones con otros adultos, con el medio y el entorno», explica Gómez Gutiérrez. Para paliar estos efectos es importante que se intente dotar a los niños de recursos de juego con los que descubran el mundo real, ya que, como afirma el investigador, «no es que las pantallas sean malas de por sí, sino que los niños al estar expuestos a ellas adquieren una cercanía con una realidad que no es real, sino que es virtual».