Alimentación infantil
Melisa Gómez, de Nutrikids: «Nos puede más la angustia de que coman, que la calidad de lo que comen»
Esta nutricionista da las claves para una buena alimentación en la infancia, los errores más comunes que cometen los padres y los principales alimentos que no pueden faltar en su dieta
Melisa Gómez es nutricionista clínica, especializada en pediatría. Su cuenta de Instagram (@nutrikids)–en la que la siguen más de cien mil personas–, es su pequeño proyecto en la que acerca las dietas equilibradas y sanas, plant-based, a todos los padres. También es coautora, junto con Juan Llorca, de seis libros, el último de los cuales fue publicado el pasado mes de noviembre.
Puaj es un cuento para motivar la alimentación saludable. No se trata de un libro de recetas al uso para los padres, sino para leer con los niños y cocinar en familia.
–Cuando los niños son pequeños, comen lo que sus padres le dan. Pero a medida que crecen y que pueden elegir lo que va a tomar, parece que comen peor a medida que se hacen mayores, cuando debería ser al revés.
–Aquí influyen un montón de factores. Por ejemplo, dependerá de las cosas que tengamos en la despensa, porque, obviamente, si hay pan integral y fruta a su alcance, muchas veces pueden ir fluctuando y pueden ir eligiendo frutas. Generalmente, suele ser bastante exitosa en los niños. Hay ciertas etapas en las que este alimento les supone un reto mayor a nivel sensorial. Un yogur concreto, de fresa o natural, saben qué esperar de él. Mientras que un bote de arándanos, en cambio, unos van a estar más dulces, otros más ácido… y es más sorpresivo. También puede depender de si hay una estructura de comidas o no. Todo influye en cómo van comiendo. No tendrían porqué ir comiendo peor, pero también es verdad que cuando crecen un poco más, lo que dicen los amiguitos, lo que ellos ven… quieren probarlo todo.
–Muchas veces los niños no tienen apetito, o muestran cierta reticencia a algunos alimentos, como el brócoli, o incluso para probar cosas nuevas. ¿Por qué parece que los niños son tan tiquismiquis para comer?
–¿Qué mensajes tenemos en torno a la alimentación? Por ejemplo, si ponemos verdura en los menús, la respuesta es que hay mucha y a los niños no les gusta. ¿Por qué creemos que a los niños no les gusta la verdura? Al final, ellos se acostumbran a lo que tienden a tener disponible y a lo que van comiendo. También influye el cómo pensamos que está esa verdura. Si ponemos un brócoli con mal aspecto, cocinado hace tres horas, no les invita a comer. Pero si presenta con otros alimentos, en una ensalada, o lo escaldas para que esté brillante, es más atractivo. Hay que darle la vuelta a los mensajes, no quedarnos con que el niño es un tiquismiquis porque no le gusta. Pero, ¿por qué no le gusta, qué es lo que está pasando? ¿Es el olor, es el sabor, es la presentación, es el horario? ¿Es que estamos tirando la toalla a la primera, se lo ofrecemos dos veces, no le gusta y no lo volvemos a ofrecer?
No se logran grandes avances con niños en una semana
Tenemos que preguntarnos también qué estamos haciendo para lograr esa dieta variada que tanto queremos. A veces les pedimos cosas que ni podemos hacer nosotros. Empiezas a indagar en la dieta de los padres y ellos mismos no comen tanta ensalada o fruta en las meriendas. Hay que ser un poco más realistas y ajustar las expectativas a lo que podemos lograr en el momento, a conocer a nuestros hijos un poco más y valorar los progresos concretos de cada uno. Si un niño que no quería no tocar el brócoli, tres meses después se atreve a probarlo, ya es un éxito. No se logran grandes avances con niños en una semana. Es una carrera de fondo, de paciencia e ir con calma para que ellos aprendan a disfrutar de eso. Y lo que sí sabemos que no funciona es obligar, forzar, el decirles: «hasta que no te lo comas no te vas a levantar de la mesa» o «si no comes luego no hay dulces». Todas estas acciones que son chantaje, coacción o presión van a provocar que cuando tenga la opción de decidir, no va a haber aprendido a disfrutar de ese alimento. Si no quiere comer en ese momento, no pasa nada, en dos o tres horas va a tener hambre. No se puede pensar que no puede irse del colegio sin comer, porque no todos los días se tiene la misma cantidad de apetito, y si lo tiene y le mandaron un bocadillo de media barra de pan a la dos horas no va a tener hambre.
–¿Podría dar algunos consejos para que los padres puedan ayudar a concienciar a sus hijos sobre la importancia de una buena alimentación?
–Hace falta que, a nivel de currículum, en los colegios, podamos aprender acerca de lo que puede hacer una buena alimentación por nosotros a largo plazo. Pero a nivel de hogares, cada vez se está intentando trabajar más el hablarles menos y dar más ejemplo, mostrarles el camino a seguir. Si les decimos que no pueden tomar refrescos, pero nosotros tomamos uno todos los días y ellos lo ven. Lo primero es ser coherente y tratar de no pedirle cosas que nosotros no podamos hacer. Hay que tratar de priorizar tomar agua, comer frutas y verduras… todas esas cosas que queremos que ellos aprendan, y que lo aprendan más por imitación que porque les estemos repitiendo el mensaje constantemente. Revisar nuestros hábitos, tratar de mejorar en lo que podamos y dar el ejemplo siempre que sea posible.
Por otro lado, hay muchas cosas que podemos hacer para facilitar que coman frutas y verduras, por ejemplo, tenerlas disponibles siempre que sea posible. Tener el frutero a mano o si abren la nevera, porque ya son más grandes y buscan algo que picotear, que tengan fruta cortada, disponible, fácil de comer. Eso va a favorecer siempre que elijan la opción saludable. Cuando vemos las estadísticas de fruta y verdura, estamos muy por debajo de las cinco piezas diarias que deberíamos tomar. Esa estrategia de salud pública que parece muy sencilla podría salvar lo que la Organización Mundial de la Salud cifra en 480 millones de vidas al año si la gente comiera más fruta, por la fibra y las vitaminas. En las comidas y en las cenas hay que buscar maneras atractivas de presentar esos vegetales. No tiene que ser siempre una ensalada. Hay etapas en las que no la quieren porque tienen que masticar más. Se puede optar por una crema de verduras, al horno, palitos de calabacín con queso parmesano. Buscar esas alternativas para darle prioridad a esos grupos que son más difíciles de introducir, y no centrarnos solo en lo que no debemos comer, sino en lo que deberíamos potenciar más y no lo estamos haciendo.
Las proteínas siguen muy asociadas a la carne, pero muchos otros alimentos son ricos en ellas
–¿Cuáles son los principales alimentos o grupos de alimentos que no pueden faltar en la dieta de un niño por su valor energético?
–Con los más pequeños hay que tener en cuenta todos los macronutrientes necesarios. Tiene que haber frutas y verduras, tiene que haber fibra, que también en España estamos por debajo de las recomendaciones, y tiene que haber carbohidratos, proteínas y grasas. En cuanto a carbohidratos, existe el mito de que los niños necesitan azúcar y pueden tomar más dulces, pero siempre hay que tender a buscar que los carbohidratos sean de la mejor calidad posible. Por ejemplo, la fruta es una muy buena fuente, porque tiene carbohidratos, es más fácil de incluir en meriendas o desayunos, y es más saludable que los dulces. Y luego, tenemos todo el grupo de cereales, que desde el año en adelante, incluso desde los 6 meses –aunque habría que valorar según el caso si algunos refinados y otros integrales–, pueden tomarlos integrales. Arroz integral, pasta integral, patatas, pan… pero hay más cosas que se pueden probar, como el mijo, el trigo sarraceno, la quinoa, el cuscús, y muchos otros. En cuanto a las proteínas, se sigue teniendo muy asociado a la carne, pero está también presente en las aves, el pescado, las legumbres –que han de comerse unas tres o cuatro veces por semana–, el tofu, que mucha gente no lo conoce, ni lo prueba ni lo sabe cocinar, pero sirve para cubrir proteínas de manera económica.
Las grasas fueron penalizadas por mucho tiempo, por el aceite de oliva, el aguacate, las nueces, los frutos secos y los aceites. En niños, funciona un poco distinto, porque su cerebro y su sistema nervioso central se está desarrollando y su demanda de grasa es más alta. La grasa ya no está tan mal vista, pero los niños deberían tener aun más permisos para tomar estas grasas sin que represente un problema para su salud ni un riesgo. El problema comienza cuando se desplazan muchos de alimentos poco procesados, o mínimamente procesados, por una dieta muy alta en ultraprocesados o alimentos muy refinados. Ese tipo de comportamientos a largo plazo se pueden asociar con hábitos que no se han de promover, sino que hay que modificarlos para que haya una mayor probabilidad de tener una salud futura más saludable.
Estas quedándote tranquilo como padre de que comieron algo, indistintamente de la calidad de ese alimento
–¿Cuáles son los principales errores que cometen los padres con respecto a la alimentación de sus hijos?
–El número uno es el tema de presionar. Es una creencia nuestra: «no es suficiente» o «si lo dejo no va a comer», «una cucharadita más». Y otro es el tema de no perseverar. Si nos dan una negativa hoy y otra mañana, ya no le ofrecemos más ese alimento. Los gustos van cambiando muchísimo, incluso a través de los años. Hay que ofrecérselo con la mente abierta, pensando que si hoy no lo quiere otro día lo probará. Y también muchas veces nos dejamos gobernar por los miedos. Si vemos que no comen un día, por el motivo que sea, en lugar de cuestionar esas causas, los miedos empiezan a calar y muchas familias recurren a los helados o las galletas, porque al menos así come algo y me quedo más tranquilo. Es como un parche, al final no está resolviendo la causa. Podemos comer helados, galletas o todo ese tipo de alimentos sin tener apetito, solo porque provocan. A veces confundimos el que accedan a comer eso con que tengan hambre y caemos en dárselo porque al menos así toman algo. No ayuda a progresar hacia un patrón mejor de alimentación. Estas quedándote tranquilo como padre de que comieron algo, indistintamente de la calidad de ese alimento, pero no se está viendo si había apetito o no. Nos puede más la angustia de que coman, que la calidad de lo que comen.