Defensa de la Vida
Alicia Latorre: «La cultura de la muerte no tendrá la última palabra en España»
La presidenta de la Federación Española de Asociaciones Provida denuncia las consecuencias e incongruencias de la reforma de la ley del aborto
Para Alicia Latorre, presidenta de la Federación Española de Asociaciones Provida, lo más grave que trae consigo la reforma de la ley del aborto anunciada por el Gobierno «es que afianza la idea de que abortar es un derecho». En una entrevista para El Efecto Avestruz –una serie producida por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP)–, Latorre analiza las consecuencias e incongruencias de la nueva norma.
–¿En qué punto se encuentra ahora el proceso legislativo de esta reforma?
–El Gobierno ha anunciado una reforma de la ley actual, la de 2010, incidiendo en una serie de puntos que la van a empeorar, como la supresión de los tres días de reflexión, que las menores puedan abortar sin consentimiento paterno o la creación de un registro de médicos abortistas. Entonces, ¿con qué tiempos jugamos? En realidad está en sus manos: puede ir de tres meses a un año, o incluso no llegar a realizarse. De todas formas, este gobierno se ha caracterizado por saltarse muchísimos trámites: en este caso no ha emitido los informes preceptivos, ni ha hablado con entidades de la sociedad civil que no sean afines a ellos…
–El Partido Popular presentó hace años un recurso de inconstitucionalidad a la ley de 2010, ¿qué pasará con él?
–Dependerá: si lo que se hace al final es una modificación de la ley de 2010, el recurso seguirá teniendo vigencia, pero si lo que hay es un cambio total y una sustitución de una ley por otra, el Tribunal Constitucional puede considerar que ya no hay objeto. Tenemos la duda, pero lo que sí es cierto es que esta ley no hay por donde cogerla: no puede existir en un mismo cuerpo jurídico el derecho a la vida y el derecho a quitarla.
Lo llamen como lo llamen, el aborto es la destrucción de un ser humano
–¿Qué hay de fondo en esta reforma?
–Creo que parte de esta nueva ley pretende legalizar lo que ya están haciendo. Me refiero a que ya están abortando menores sin consentimiento paterno, y ya se han saltado los tres brevísimos días de reflexión en los abortos que van directamente por centro privado, que no aparecen en las cifras oficiales. Además, estas modificaciones pretenden afianzar la ley, afianzar y normalizar la falsa idea de que el aborto es un derecho. Y construir una realidad paralela.
–¿En qué sentido?
–En el de que buscan disfrazar la realidad del aborto, que, lo llamen como lo llamen, supone la destrucción de un ser humano en el cuerpo de su madre. Por eso en vez de aborto usan interrupción voluntaria del embarazo, por ejemplo: montan un mundo paralelo con apariencia agradable, de derechos y progreso, ignorando el mucho dolor, sufrimiento y muerte que hay en todo esto. Además, al desligarse de la realidad se deja de tener en cuenta al no nacido, y las mujeres que necesitan ayuda -las que están embarazadas, pero también las que han abortado- no se tienen en cuenta.
–¿Se puede combatir esta situación?
–Sí, pero es muy importante no perder la esperanza y conocer la realidad. ¿Cómo se puede hacer? Primero, formándonos, porque la cultura de la muerte no tiene argumentos, sino eslóganes muy eficaces, mucho dinero y mucho poder. Es un gigante con pies de barro. Por eso hemos de formarnos, para conocer la verdad, para saber cuáles son las soluciones posibles –también de tipo médico– a casos que a veces son muy complicados: la terapia in utero, los paliativos perinatales… La medicina más avanzada –técnicamente pero también humanamente– está a favor de la vida.
–¿La solución está en manos de la sociedad civil o de los políticos?
–En ambas, evidentemente. Por una parte, porque las leyes tienen un componente educativo importante: mucha gente piensa que, por que algo sea legal, ya es aceptable. Y al mismo tiempo, la sociedad civil no podemos ser esclavos de las leyes, y tenemos que ser muy constantes en la lucha, cada uno en su trabajo o su ambiente. Un joven ayuda a otro joven; una madre, a su hija; un vecino, a su vecina. La clave es no mirar nunca hacia otro lado, y no caer en las trampas.
–¿Trampas?
–Sí. Por ejemplo, no podemos decir solo que una mujer ha de tener todas las opciones: abortar o seguir adelante con su embarazo. No podemos poner a la misma altura, como una mera opción, seguir adelante con la vida de tu hijo o acabar con ella. En cierto modo, es una trampa, y por eso tenemos que ser muy firmes, no podemos ceder ni una pizca. Si no, entramos en ese bucle de engaño, que aparentemente va avanzando. Pero sabemos que la cultura de la muerte no tendrá la última palabra en España.