La niñofobia española: ¿se discrimina a los menores en los espacios públicos?
Que las ciudades sean entornos amigables con los niños y con las familias condiciona que las parejas se lancen a ponerle solución al invierno demográfico
Solo adultos. Este cartel lo han colgado ya hoteles y restaurantes por todo el mundo, que se han declarado childfree, zonas libres de niños. Se estima que un 8 % de los establecimientos españoles son solo para mayores de 18. El último en hacerlo ha sido un restaurante italiano en Nueva Jersey, pero más cerca todavía, concretamente en el Mercado de la Cebada hay una guerra entre vecinos y comerciantes cada viernes ante la cantidad de niños que abundan en sus pasillos.
Las familias de La Latina, según cuenta Antonio Villarreal en El Confidencial, consideran el espacio como un lugar al que acudir a socializar y a dejar a sus hijos jugar sin los peligros que entraña la calle. Los responsables de los puestos denuncian que la situación se ha desmadrado, que hordas de niños sin vigilancia corren por el mercado, se cuelgan de las barandillas, lo tocan todo y, lo que más les afecta, espantan a los potenciales clientes.
La guerrilla en la Cebada
Este acontecimiento eleva el debate a otra categoría. Ya no es que un establecimiento privado vete la entrada a un público concreto –el infantil–, sino que las opciones de los niños en el espacio público se pretende que vean reducidas a una sala concreta llamada Los Pulpitos, donde los vigilantes invitan a los padres que acudan con sus niños a no molestar.
«Imaginemos un restaurante que no dejase entrar discapacitados porque molesta su silla de ruedas, o a turistas ingleses porque se emborrachan mucho», invita a reflexionar Raúl Sánchez, secretario general de Confederación Europea de Familias Numerosas (ELFAC, por sus siglas en inglés). La única opción que contempla el experto en políticas familiares para que se restrinja la entrada de menores de edad al ocio es que la actividad que se vaya a realizar no sea apropiada para su edad. «Que un restaurante normal diga que no pueden entrar niños es discriminación», sentencia.
Producción vs reproducción
Esta opinión es compartida por Maite Egoscozabal, socióloga del Club de Malasmadres, que admite también que «el sistema no está pensado para integrarlos» (a los niños). Los horarios escolares, comerciales, las jornadas laborales, incluso las leyes y los permisos, están orientados a que prime lo productivo sobre lo reproductivo. «Como mujer –confiesa Egoscozabal– no puedes integrar o equilibrar tu trabajo como empleada con el de madre, y te empuja a renunciar a un aspecto de tu vida». Algunas optan por que sea su trabajo o parte de su salario, para poder dedicarse a los cuidados de los que tienen en casa, pero otras –y es lo más grave– sacrifican el tener todos los hijos que desearían.
Para acabar con la batalla de lo productivo vs lo reproductivo solo hace falta un cambio de mentalidad. La socióloga explica que parte del problema viene de que se proponen medidas como que los colegios permanezcan abiertos durante más horas como un triunfo para las empresas y para que los padres puedan atender a sus obligaciones laborales, pero no como una ventaja competitiva para los niños ni para satisfacer sus necesidades de cuidados.
«Falta la perspectiva de infancia», apunta Egoscozabal. Las ciudades, los mercados, las plazas y los parques, además de ser de todos, forman una parte importante del desarrollo de un niño y de su capacidad de sociabilizar, de ser y estar con otros que no tienen por qué ser sus iguales ni sus conocidos. De los extraños se aprende mucho: el respeto, la educación o el valor de la diversidad. «Apartar a un niño de la vida cotidiana del barrio es cruel», añade la socióloga.
En medio del invierno demográfico que asola Europa, y más concretamente España, donde las cifras apuntan una natalidad inferior a la que hubo en 1941, un ambiente hostil a la familia tampoco es de ayuda. «Estamos creando una sociedad que excluye a los niños. Lo que necesitamos son entornos que los acojan», comenta al respecto Raúl Sánchez, quien es también impulsor de la Red Europea de Municipios Family Friendly, que reúne guías de buenas prácticas en lo que a la familia se refiere.
«Las ciudades españolas son hostiles con las familias con niños y está provocando que se vayan», afirma el secretario general de ELFAC. No hay facilidades de acceso a la vivienda, ni de transporte o movilidad, en los suministros; ni en las tasas de basuras ni beneficios fiscales. «No es que se tenga un trato diferenciado teniendo en cuenta el número de miembros de una familia, sino que se penaliza, pagando incluso más que los demás», señala Sánchez.
Algunas prácticas family friendly
A lo largo y ancho de Europa parecen haberse dado cuenta de que primar lo reproductivo es lo que da ventajas a largo plazo, aunque lo que de dinero en el corto sea lo productivo. Uno de los municipios ejemplares en medidas family friendly es la provincia autónoma de Trento. Cuenta Sánchez que observando sus buenas prácticas surgió en 2018 la iniciativa europea de la que forman ya parte 112 ayuntamientos. Solo uno es español: Castelldefels; pero esperan que próximamente se unan más.
En los bancos públicos que hay por las calles de Trento, hay un hueco para dejar el carrito del bebé. Entre las plazas de aparcamiento repartidas por la ciudad hay algunas en las que tienen prioridad los coches familiares. En sus museos, en sus cines, en sus estadios, autobuses o en sus estaciones de esquí puede entrar toda una familia con niños por el coste de una sola entrada.
«Muchas de estas políticas ni siquiera suponen un coste extra», explica el experto en políticas familiares, pero el beneficio que generan es muy amplio. El ambiente al que se tendrán que enfrentar condiciona que las parejas se lancen a formar familias y hacerlo amigable para ellas y sus hijos será lo que provoque que se deje de pensar en un niño como una tragedia o un drama, y pase a ser una alegría para las ciudades y sus habitantes, un seguro de que alguien cuidará de todo esto cuando los de ahora ya no estén.