Mi hijo ya no lee: ¿cómo fomentar el gusto por los libros?
El 75,9 % de los padres les leen a sus hijos, una tarea a la que dedican una media de 2 horas y 48 minutos a la semana
A los nueve años el hábito lector de los niños comienza a decaer, especialmente en la adolescencia. Constancia de ello deja el informe Hábitos de Lectura y Compra de Libros, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España. Aunque en 2022 creció la proporción de niños que leen libros que no son de texto, cayó el tiempo semanal que los más pequeños dedicaron a sus libros.
No obstante, los padres son conscientes de la importancia de que sus hijos posen sus ojos en las letras. Según el mismo informe, el 75,9 % de los progenitores les leen a sus hijos, una tarea a la que dedican una media de 2 horas y 48 minutos a la semana. Esta es una de las maneras más efectivas de inculcar el gusto por las letras, dedicarle tiempo, al igual que lo es el ejemplo. De padres lectores, hijos ávidos devoradores de libros.
Desde los seis hasta los nueve, el 85,3 % de los menores leen por lo menos tres horas a la semana –el informe del gremio destaca que son 3h 17 minutos, diez minutos más de lo que lo hacían en 2021–. Es a partir de esa edad cuando el hábito comienza a caer. Entre los 10 y los 14 todavía se mantiene en 85,6 %, pero de los 15 a la mayoría de edad, la gráfica baja hasta el 79,2 %.
El amor por los libros empieza desde la cuna. Además del ejemplo, hay acciones sencillas que los padres pueden acometer para fomentar el hábito lector en sus hijos desde pequeños. La terapia de choque no suele funcionar: forzar a los niños a leer no hará que les acabe gustando; además, todo lo que supone una obligación acaba degenerando en rechazo.
La libertad de poder elegir un título para pasar el rato es un estimulante. Algunos padres pueden caer en dar a leer a sus hijos todo lo que ellos les gustó en su día, pero puede que el menor prefiera una novela que ha comentado con sus amigos y que esté de moda en ese momento. Al igual que un adulto tiene cierta predilección por un género literario concreto, puede un niño también tenerlo, y sino, lo mejor es dejarle descubrirlo por sí mismo.
La lectura compartida ayuda a cimentar las relaciones entre padres e hijos, al igual que la comunicación y más importante aquí, el hábito lector. Comentar lo leído, leer fragmentos en voz alta o preguntar unos a otros puede ser una dinámica eficaz en un rato de lectura en familia.
Si hay fruta en la nevera, en casa se comerá. De igual manera ocurre con los libros: si las estanterías están repletos de ellos, los niños los sentirán como su hábitat y de manera natural tenderán hacia la lectura. Si no se disponen de textos en el hogar, excursiones frecuentes a la biblioteca o a librerías generará ese efecto también, que no dejará decaer el amor por la literatura.