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Miguel Sanmartin Fenollera, autor de De libros, padres e hijos

Miguel Sanmartin Fenollera, autor de De libros, padres e hijosM.S.

Conversaciones en Familia

Miguel Sanmartín, padre y escritor: «La tiranía de las pantallas perturba la percepción de lo que es real»

El autor de De libros, padres e hijos conversa sobre la necesidad de convertir en ávidos lectores a los más jóvenes y los obstáculos que encuentra esta misión

La Verdad, la Belleza y la Bondad es el fin último del arte y de la literatura, y eso es lo que para Miguel Sanmartín hay que ayudar a los más pequeños a encontrar en la lectura, que les sirva como educación moral y estética para poder acudir a ello en el futuro.

Mediante su blog, De libros, padres e hijos, comparte su experiencia como padre en la misión de transmitir a sus dos hijas su pasión por esas hojas encuadernadas llenas de letras y puntos. Su libro, recién publicado, ha tomado el mismo nombre, y con él quiere ayudar a todos los padres que se enfrentan a este mismo cometido.

Portada de De libros, padres e hijos, de Miguel Sanmartín

Portada de De libros, padres e hijos, de Miguel Sanmartín

–¿Qué es lo que le ha llevado a escribir este libro?

–Realmente el libro nació de un blog, del mismo título, en el que llevo reflejando desde hace unos cuantos años mi visión sobre la difícil época que nos ha tocado vivir y mi experiencia personal como padre de dos hijas preocupado por transmitirles mi pasión por la lectura. Una afición que he tratado que adquieran, no solo como un divertimento o una distracción, sino como una verdadera educación estética y moral que les pueda servir de ayuda en el futuro.

El libro pretende ser una guía práctica para cualquier padre o educador que quiera transmitir a niños y adolescentes el amor por los libros. Hay en él hadas y maravillas, disparates y fantasía, y héroes y villanos, así como también leyendas mitológicas, viajes extraordinarios, relatos de aventuras e historias sobre el valor de la familia, el amor y la entrega a los demás.

La vida, con todas sus distracciones, es un obstáculo permanente para la lecturaDaniel Pennac

–Convertir a niños y adolescentes en lectores entusiastas es un objetivo muy entusiasta. ¿Parte este de una problemática real? ¿Hay una base ya negativa porque los niños pasan más tiempo delante de un televisor que delante de un libro?

–Decía el escritor francés Daniel Pennac que la vida, con todas sus distracciones, es un obstáculo permanente para la lectura. Pero, el problema no es la vida real, sino la vida virtual; y no es únicamente la televisión, sino también, y sobre todo, los smartphones y los videojuegos con una oferta casi ilimitada, a la que se enganchan adolescentes y niños cada vez más pequeños. Esto no solo merma el tiempo que podrían dedicar a la lectura, sino que afecta a cuestiones mucho más importantes, como la capacidad de concentración y el desarrollo de la imaginación, que se empobrece y se deforma. Se trata de una verdadera tiranía de las pantallas que perturba la percepción de lo que es real y genera jóvenes manipulables y solitarios, consumistas e irreflexivos, movidos muchos de ellos únicamente por emociones. Hay por tanto un problema real que afecta al tema de la lectura, y que en parte es causado por su abandono, pero que va más allá.

–¿Cómo pueden los padres ayudar a sus hijos a crear buenos hábitos de lectura?

–En mi opinión, el primer paso es crear un itinerario lector para el niño, y hacerlo siguiendo un orden. Lo ideal es empezar desde la cuna, con la lectura y el canto en voz alta de poemas y canciones, para pasar a continuación a las historias de hadas y los cuentos tradicionales. Más tarde, vendrán los libros de aventuras, misterio y romance, y finalmente estarán esperando los más grandes, incluido Cervantes.

En mi experiencia es clave que los niños tengan su propia biblioteca y que se sientan dueños de los libros, porque esto favorece la adquisición del hábito lector. Pero no menos importante es crear un ambiente de lectura propicio, con un lugar tranquilo para leer, y, por supuesto, que nos vean a nosotros, los padres, leyendo, ya que los niños aprenden por imitación. Ayuda mucho fomentar momentos de lectura en familia, preferentemente en voz alta, hablar con ellos sobre los libros que leen y preocuparse por la belleza de las ilustraciones. Y todo esto, claro, sin olvidar que el libro y la lectura son un medio y no un fin.

La lectura enriquece el lenguaje y la inteligenciaMiguel Sanmartín

–De entre todos los grandes, ¿podría seleccionar cinco que sean los mejores para compartirlos en familia?

–Es una pregunta muy difícil, pero yo elegiría las siguientes obras: el Peter Pan de J. M. Barrie, para que viajen al país de Nunca Jamás; El viento en los sauces de Kenneth Grahame, una fabula entrañable llena de poesía, para que se unan a en ese genial e intimista paseo junto al rio; la Alicia en el país de las Maravillas de Lewis Carroll, por su maravilloso sin sentido y su comicidad absurda; los cuentos de hadas de los hermanos Grimm, para que el encanto y el asombro les atrapen por igual; y La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson, con la que muchos de nosotros hemos crecido.

Pero que conste que hay muchos, muchos más.

–¿Cuáles son los valores más importantes que los más pequeños, y no tanto, pueden aprender mediante la lectura?

–Son innumerables, pero yo destacaría en primer lugar que la lectura enriquece el lenguaje y la inteligencia. Poder expresarse con propiedad y precisión facilita el acto de pensar, porque los pensamientos solo pueden comunicarse en detalle y profundidad mediante palabras. De igual forma, leer potencia y alimenta la imaginación moral, y permite al niño ampliar su mundo y su experiencia. La escritora norteamericana Flannery O'Connor decía que nuestra respuesta a la vida será diferente si nos han enseñado solo una simple definición que si hemos temblado con Abraham mientras sostenía un cuchillo sobre Isaac, lo que sin duda es una gran verdad.

Tampoco podemos olvidar que leer proporciona una educación estética e introduce a los niños en el camino de la belleza, y que les ofrecerá disfrute y sana evasión, como el combustible necesario para encender en ellos la pasión de leer.

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