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Niño triste con juguetes al rededor

Los problemas económicos del hogar impactan en la salud de los hijosEuropa Press

Por qué el precio de la hipoteca y el alquiler está perjudicando la salud de los niños

Malos hábitos en la alimentación, el incremento de enfermedades como la diabetes o la ansiedad infantil e incluso los partos prematuros guardan relación con la pérdida de poder adquisitivo de las familias

El incremento del precio de la vivienda, de los alquileres y de las hipotecas está teniendo ya un impacto negativo no solo en los bolsillos, sino también en la salud de los españoles, incluidos los más pequeños de la casa.

Así se desprende del cruce de recientes datos facilitados por distintas entidades de la sociedad civil, que analizan los hábitos de los españoles en los últimos años.

Empezando por las cifras arrojadas por el Financial Wellness Index —un estudio anual elaborado por la Adventare School of Management—, que confirman cómo la inmensa mayoría de los españoles encuestados asegura que su presupuesto anual para pagar el alquiler o la hipoteca ha aumentado en los últimos 12 meses.

En concreto, más del 80 % asegura que se ha visto obligado a incrementar esa partida de su presupuesto doméstico anual entre un 9 y un 11 % respecto al año anterior. Un incremento, más que notable, que los obliga a recortar otros gastos del hogar, como la alimentación, el ocio o las actividades extraescolares de los niños, y que termina por impactar de lleno en la salud de las familias... y de los niños.

A menor renta, peor alimentación

El motivo de esta relación queda de manifiesto al analizar la última encuesta sobre Hábitos Alimentarios a Escolares de Primaria de la Fundación Eroski, con respuestas obtenidas de los propios menores. Según el estudio, es posible concluir que los hábitos en la alimentación están estrechamente relacionados, de manera inversamente proporcional, con el nivel de renta.

Dicho de otro modo: en los hogares con rentas disponibles más bajas, el porcentaje de niños que, por ejemplo, consumen refrescos con azúcar se multiplica por más de ocho. Y lo mismo ocurre con una variedad de productos ultraprocesados, que contienen un exceso calorías, grasas trans, alto contenido en sal, azúcares añadidos o grasas saturadas.

Niños con enfermedades de adultos

Es decir, que precisamente en el mismo período en que los padres disponen de menos dinero para cuidar la alimentación de su prole, el consumo de «comida basura» se ha disparado en España. Los datos de la Fundación Eroski son más que llamativos: el 92 % de los menores afirma que consume hamburguesas, perritos, pizzas o snacks al menos una vez por semana; el 93 % acostumbra a tomar bollería industrial, galletas y/o chucherías; y un 83 % de los niños y adolescentes bebe refrescos azucarados o zumos artificiales.

Estos malos hábitos alimenticios están provocando que cada vez haya más niños en España con enfermedades típicas de adultos, como el sobrepeso, la obesidad, y otras crónicas como la diabetes, la hipertensión, el síndrome metabólico o trastornos hormonales, como se desprende del último estudio elaborado por el Instituto de Salud Carlos III, sobre el sobrepeso infantil.

El estrés de los padres afecta a los hijos

Al factor alimenticio habría que sumarle otros, como la imposibilidad de acceder a programas de formación complementarios al colegio (idiomas, actividades musicales y artísticas, deporte...); y sobre todo, el impacto del estrés de los padres en la salud emocional de los niños.

Un elemento esencial en esta ecuación, puesto que algunos estudios, como los recopilados por la doctora Vanessa LoBue en la prestigiosa revista científica Psichology Today, han vinculado el estrés de los padres como enfermedades de los niños, tales como la ansiedad infantil, una mayor propensión a la depresión, problemas cardiovasculares en la vida adulta, e incluso una menor esperanza de vida o la posibilidad de sufrir problemas durante la gestación o partos prematuros, con todos los riesgos que entrañan para el bebé y para la propia madre.

En resumen, un abrumador catálogo de problemas para los niños —y para los padres—, que no pueden achacarse únicamente al precio de la vivienda y a los bajos sueldos… pero que cada vez tienen más que ver con ellos.

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