Confirmado por la ciencia: los adolescentes no pueden evitar tomar malas decisiones
La culpa es de su cerebro, todavía en desarrollo, y de la necesidad de aprender a través de la experiencia
La culpa es de su cerebro. Los adolescentes no lo pueden evitar: un estudio ha descubierto que el desarrollo del órgano que llevan sobre los hombros es el responsable de las decisiones imprudentes que a menudo toman. Durante la pubertad, los jóvenes van a aprendiendo de sus experiencias al tiempo que las equilibran con lo bueno que ya conocen. Mientras todo ello sucede, su cerebro va cambiando de forma sustancial.
Esto provoca que sean más propensos a escoger una peor opción, a pesar de que haya una mejor disponible. En comparación, los adultos son en general más proclives a escoger la mejor alternativa. Según el equipo de Vanessa Scholz y Lorenz Deserno, de la Universidad de Wüzburg (Alemania), esto va generando que las elecciones se vuelvan cada vez más específicas y sofisticadas.
Los adolescentes viven cambios que afectan sus conductas de elección específica, como las orientadas a objetivos y las influencias motivacionales sobre la elección. También muestran constantemente altos niveles de ruido de decisión, es decir, son más predispuestos a elegir una opción menos buena. No obstante, todavía no se sabe si estas observaciones pueden estar relacionadas entre sí. Los autores del estudio indican que es posible que las opciones específicas puedan verse afectadas por los cambios en el ruido de decisión que van surgiendo con la edad.
Para probar su hipótesis, Scholz, Deserno y sus colegas analizaron los datos de 93 participantes de entre 12 y 42 años de edad. A todos ellos se les asignaron tres tareas de aprendizaje por refuerzo: una evaluaba la influencia de las distintas motivaciones sobre las elecciones, la segunda captaba la toma de decisiones adaptadas en respuesta a cambios ambientales y, por último, la tercera medía el comportamiento dirigido a los objetivos.
A través de este experimento, comprobaron que el tomar está fuertemente relacionado con las tareas de aprendizaje. Así, sus resultados apuntan que el ruido de decisión interviene en el desarrollo de funciones o estrategias muy específicas. Una de las razones para estos efectos podría ser el desarrollo en curso de las áreas cerebrales relacionadas con el control cognitivo provoque una disponibilidad limitada de los recursos cognitivos del adolescente.
La duda ahora, apunta Scholz a The National News, es qué lleva a los cerebros menos desarrollados a tomar peores decisiones y el efecto que esto pueda tener en su desarrollo posterior. «Puede ser que las malas elecciones permitan a los adolescentes aprender cosas nuevas, pero también obstaculicen su evolución», explica la investigadora de Wüzburg.
Los autores añaden: «Los adolescentes toman decisiones menos óptimas, las llamadas 'ruidosas'. Aunque estas decisiones ruidosas disminuyen al hacerse mayores, esta disminución también está relacionada con el desarrollo de mejores habilidades de toma de decisiones complejas, como la planificación y la flexibilidad».