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¿Qué pasó con la 'Casa del actor' a la que podría haberse retirado Concha Velasco?
Nació como un sueño de los intérpretes españoles y se convirtió en una utopía que todavía no se ha materializado
Concha Velasco se traslada a vivir a una residencia
La decisión tomada por Concha Velasco y sus hijos, Manuel y Paco, de que se trasladase a una residencia tomó por sorpresa al ámbito nacional, que vio cómo una de las grandes del cine español empezaba a apagarse tímidamente. Los problemas de movilidad en el tren inferior de la actriz la llevaron a instalarse en la Residencia Santa Matilde por la que podría estar pagando 1.600 euros al mes y en donde tiene atención médica las 24 horas, así como servicios de fisioterapia, rehabilitación y terapia ocupacional.
Pese a que la actriz está contenta y «en las mejores manos», podría haberse ahorrado la mensualidad de este tipo de servicios si la conocida como Casa del actor hubiese llegado a buen puerto. El proyecto nació a finales de los años noventa como un lugar donde pudieran alojarse los actores jubilados o que, por diferentes situaciones, no gozasen de una buena situación económica. Una especie de salvaguardo para aquellos intérpretes que tenían miedo de dejar de recibir papeles una vez que iban cumpliendo más años.
Ante la falta de ingresos y de una posible pensión, nacía con vocación de residencia para la tercera edad gracias a la donación en 1997 de una parcela por parte del Ayuntamiento de Las Rozas. Rostros conocidos como Antonio Banderas visitó el terreno de 10.000 metros cuadrados de Punta Galea e, incluso, realizó un donativo para poder costear los 13 millones de euros que costaba. Junto a Nuria Espert se convirtió en patrón de honor y los Reyes de España acudieron a una gala promovida por la Fundación creada para tal fin. Incluso el Ministerio de Educación y la Comunidad de Madrid aportaron alrededor de cinco millones de euros.
¿Qué ocurrió, entonces, para que el proyecto no llegase a materializarse nunca? El punto de inflexión, al parecer, fue 2012. Hasta entonces, la construcción cumplía los plazos y se finalizó la primera fase del inmueble. Sin embargo, la falta de financiación hizo que la obra se paralizase, primero, de forma temporal, y ahora, de forma definitiva.
Así lo indicó el secretario y abogado de la Fundación, Rubén Montoya, que apuntó que, hasta entonces, se hacían cargo, entre otras entidades, instituciones públicas. «Necesitamos un subidón de financiación, pero con este parón y el esqueleto deteriorándose con el paso del tiempo y los actos vandálicos, lo vemos complicado», reconoció.
Poco después, Beatriz Carvajal, remitió una carta al ministro de Educación, Cultura y Deporte, además de a los responsables de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de Las Rozas, pidiendo una solución. «Acompañamos al escrito una memoria para que vieran todo el desarrollo que ha tenido la Fundación y el abandono al que nos han sometido las administraciones, que nos cortaron el grifo hace cinco años y que nos tienen con aquello como está», puntualizó Montoya a la revista Más Vive.
Las quejas destaparon la realidad de la cesión del terreno por parte del Ayuntamiento, que concedió una parcela que no era un bien patrimonial como tal, sino «un bien patrimonial afecto a un servicio público», explicó Montoya a Vox Pópuli. «El ayuntamiento no podía haber cedido esa parcela».
Por su parte, el citado Ayuntamiento de Las Rozas asegura que «lejos de poner trabas se ha impulsado el proyecto con varias medidas, como varias prórrogas tras haberse agotado los plazos iniciales o aportes por valor de 4,8 millones de euros desde diversas administraciones».
Desde entonces, el solar sigue prácticamente igual que el primer día, sin contar, claro, el deterioro puntual de la fachada ya construida, así como de las pintadas y la decadencia ocasionada por el paso del tiempo. Poco queda ya de aquel proyecto que iba a contar con una residencia de día para válidos, otra para semiválidos y no válidos y, por último, una de carácter cultural que hubiese contado con un teatro polivalente de 800 localidades, así como aulas para exposiciones, congresos y actividades. Sin olvidar, además, un hospital de atención primaria, gimnasio, biblioteca, comedor, cafetería, piscina, salas de lectura y ensayo, y un museo creado a partir de objetos donados por los propios artistas y residentes.