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Las dos únicas joyas con las que se enterrará a Isabel II
Dos piezas sencillas, símbolo de su matrimonio con el Duque de Edimburgo
Por todos es sabido que la Reina Isabel II tenía una colección privada de joyas de más de 300 piezas, incluyendo collares, tiaras, broches, anillos y pendientes. La experta Lauren Kienha ha reconocido que, aunque los testamentos reales están sellados y, por lo tanto, no se tiene acceso a ellos, reconoce que es probable que la Reina haya seguido los pasos de su abuela, la Reina María, y su madre, la Reina Isabel, la Reina Madre, y legase todas sus joyas directamente al nuevo monarca, el Rey Carlos III.
«Este método de herencia tiene beneficios tanto históricos como relacionados con los impuestos», explica, refiriéndose al elevado impuesto de sucesión que se tendría que pagar por las joyas si se regalaran a individuos. Eso no hará, en cambio, que el nuevo monarca las guarde bajo llave, sino que es probable que siga el patrón de la Reina Isabel, realizando préstamos a largo plazo a distintas personas de su familia, pero manteniendo cada pieza como objetos de una sola colección.
Claro que no estarán todas. Faltarán las únicas que llevará la Reina para siempre. Una pequeña y ínfima parte de esta colección sobre la que se lleva especulando desde el pasado 8 de septiembre, cuando falleció en su castillo de Balmoral, arropada por los miembros de la Familia Real más cercanos.
Teniendo en cuenta que poseía 98 broches, 46 collares, 34 pares de pendientes, 15 anillos, 14 relojes, cinco colgantes e innumerables tiaras y coronas, ¿qué joyas eligió en vida para cuando llegase su momento? Paradójicamente, las más sencillas: su anillo de compromiso y un par de pendientes de perlas. Algo inusual dado que la mayoría de los miembros de la realeza han optado por dejar sus anillos de compromiso a sus descendientes, de forma que se conserve en la familia como una reliquia familiar. El entonces Príncipe Carlos, por ejemplo, usó el anillo de bodas de su abuela para proponerle matrimonio a Camila de Cornalles.
El anillo contiene diamantes extraídos de una tiara que era propiedad de Alicia de Battenberg, madre de su esposo, el Príncipe Andrés, Duque de Edimburgo, y que seguramente esté ahora mismo en manos de la Princesa Ana, quien de hecho está siendo la encargada de acompañar el féretro de su madre en todos los viajes que está haciendo por los diferentes territorios de Reino Unido. Será la única, además, que sepa la inscripción que llevaba grabada el anillo, porque en los 73 años que estuvieron casados, Isabel II no reveló el contenido del mensaje.
Si el de compromiso fue obsequio de la familia de su marido, el anillo de bodas fue un regalo de sus padres, Jorge VI e Isabel, en 1923. Una joya realizada en oro galés sacado de la mina Clogau St David que dio paso a la tradición de fabricar con este metal todos los anillos de bodas reales. Así lo fue en el caso de la Reina Madre, la Princesa Margarita, la Princesa Ana y Diana, Princesa de Gales. Para su boda, Kate Middleton extrajo el oro galés de otra pieza que el Príncipe Guillermo le había regalado tras su compromiso.
En cuanto a los pendientes de perlas, por su parte, han sido una constante en la vida de la Reina y es difícil encontrar una imagen suya sin llevarlos en un acto oficial. Conocidos son sus collares de perlas de tres vueltas y que ya lució en su boda con el Duque de Edimburgo en noviembre de 1947. Un auténtico símbolo de su unión, ahora sí, para siempre.