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El himno español, ¿con o sin letra?

El himno nacional tuvo una evolución lenta, primero con diversos arreglos y variaciones en la melodía y después con diferentes letras a cargo de distintos maestros. Las generaciones pasadas no cantaron lo mismo, pero marcharon o permanecieron firmes ante esos sones

El himno nacional –si se puede llamar himno careciendo de letra, es decir, de una letra oficial y aceptada, ya que he podido computar 33 himnos, dos más que las que señaló José María Gárate– es imposible de reproducir en su totalidad.

Al parecer, «lo sabe todo el mundo». La Marcha granadera sería un regalo de Federico el Grande a Carlos III, en 1762, por medio del embajador de este ante el rey-soldado, a la sazón el conde de Aranda. El error procede de Vallecillo, posteriormente lo recoge López-Calvo en 1868 y acaba heredándose en textos históricos diversos, entre ellos la Espasa desde 1908. Aranda fue embajador en Polonia, no en Prusia.

El decreto de 3 de setiembre de 1770 declara «marcha de honor española» a la Marcha granadera. La cuestión es que en 1972 Fernández de La Torre encontró la partitura en un manuscrito de música militar en la Biblioteca Nacional. Se trataba de una copia de 1791 sobre el original, un año anterior a la inexistente entrega por el rey prusiano, titulado Libro de Ordenanza de los toques de pífanos y tambores que se tocan nuevamente en la infantería española, compuestos por don Manuel Espinosa. El hallazgo fue reproducido, con el original de la partitura fotografiada, en su parte bibliográfica por una cuidada edición de la historia de la música militar española que acompañaban dos discos.

Basta anotar, aunque tampoco hubiese sido gran desdoro, que la música que oficia de himno nacional no es de origen germano, sino español. Tampoco sería un desdoro apuntar que la partitura original de Oriamendi carlista era nada menos que inglesa, aunque de mano de un liberal donostiarra, pero eso merece otra historia, como sus diversas letras y el regalo, como en este segundo caso el botín de guerra son buenos títulos de propiedad. Hasta la carta de amor a la novia que Tellería musicó para José Antonio de la que roba el primer verso y con el título a José Martí que murió en lucha contra España, tal y como él profetizó: «cara al sol», y la partitura de Amanecer en Cegama. El «himno de Riego» procede de la «Bal de Benás», y como tal se tocaba una vez al año en Benasque ante las autoridades franquistas. Paradojas de la Historia.

Marcha o himno

La marcha es solo música instrumental, rítmica en cuanto acompasada al paso de desfile, el «chundachunda» respondía a un paso particularmente lento que correspondía a la demostración de disciplina y sangre fría de los granaderos bajo fuego enemigo, ayudaba a mantener la moral y la formación según los usos de las batallas de entonces, sin duda más estilosas que las actuales. Era algo más lenta que otros ejemplos de la época. Nos resultaría fácil silbar un par de composiciones asociadas a la independencia yankee. 

Un himno, al contrario, se canta con entusiasmo e identificación nacional y popular, siendo La Marsellesa ejemplo universal. La evolución es lenta, si es que ha terminado ya. En 1871 su breve línea melódica, de 16 compases, resultaba algo sosa, aunque se revoca una modificación de la mano de Squadrini, encargándole Alfonso XIII los arreglos al maestro Pérez Casas. Una orden de 1908 la convierte en Marcha Real, con la breve variación melódica que introdujo el citado músico. En 1997 el director de la música de la Guardia Real, Francisco Grau, introdujo una pequeña modificación, pasando de do a si bemol en alguna nota.

El redoble de tambor exigía palabras cortas

La letra más conocida es sin duda la de Pemán, que se cantó en los colegios de Franco al igual que la letra de Marquina, una de 12 que presentó y que fue encargo de Alfonso XIII, entre 1927 y 1931. En la segunda se buscaba «un grito de fe sin tendencia política ni orgullo patriótico agresivo a otros pueblos, que pudiese sonar bajo cielo no español». Era la época en la que comenzaban las confrontaciones deportivas olímpicas. La de Pemán era considerada fascistoide por aquello de «alzad los brazos hijos del pueblo español», en realidad tenía un sentido contrario; evitaba el completo predominio del Cara al Sol falangista, que compartía con el Oriamendi un rango de «canto nacional» desde el Decreto de Unificación. Obsérvese que «los brazos» está en plural, no es el brazo derecho solo a la romana.

La letra de Pemán decía: «¡Viva España! / Alzad los brazos hijos del pueblo español / Que empieza a resurgir: / Gloria a la Patria que supo seguir / Sobre el azul del mar / El caminar del sol…»

Mientras que la de Marquina: «Danos Patria / Las armas de Cantabria / Y el valor del Cid: / ¡queremos campear! / Danos Patria / La lanza del Quijote / De Teresa el Dios: / ¡queremos delirar!»

Hay una versión piadosa que comienza: «La Virgen María es nuestra protectora…»

Por otro lado, la letra carlista dice así: «Viva España, / gloria de tradiciones, / con la sola ley / que puede prosperar. / Viva España, / que es madre de Naciones, / con Dios, Patria, Rey / con que supo imperar. / Guerra al perjuro / traidor y masón, / que con su aliento impuro / hunde la nación. / Es su bandera / la historia de su gloria; / por ella dará / su vida el español / Fe verdadera / que en rojo de amor / aprisiona briosa / un rayo de sol».

La más antigua es la de Ventura de la Vega, de 1843, que terminaba: «Venid españoles / Al grito acudid. / Dios salve a la Reina, / Dios salve al país».

En los años 20 hay cuatro letras de Aurelio Fuentes, Rodríguez del Franco, González Riera y el padre Figar. En 1929 otra de Planeéis. Ya en la guerra de 1937 otra del marista Miguel Antonio, que retoca un texto perdido que el padre Otaño, el máximo investigador de música militar, atribuyó a la Marcha Granadera. En 1983 una de Etheria Artay y en 1990 otra de Juan Iriarte. 

En 1994 tenemos ya un intento constitucionalista publicada en El Diari: «¿Viva España! / tus hijos siempre unidos / en Constitución / jurad ante el Rey, / con democracia queremos seguir / por caminos de paz, / de amor y libertad…».

El padre Zacarías de Vizcarra, en Vasconia Españolísima, ofrece cuatro letras; una religiosa, otra española, dos hispanoamericanas. En 1992 el músico Manuel Noriega dice «la ausencia de un Himno cantado en España no se puede tolerar en la final de fútbol en la copa de S.M. el Rey», al tiempo que ofrece dos. Esto de ofrecer más de una letra un autor se repite; es indicativo de las pocas esperanzas en el éxito.

La última letra se la recordamos a Marta Sánchez: «Vuelvo a casa, a mi amada tierra, / la que vio nacer un corazón aquí. / Hoy te canto, para decirte cuanto orgullo hay en mí, / por eso resistí… / Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer aquí, / honrarte hasta el fin».

Por decreto de Carlos III de 1770 la Marcha Granadera es la «marcha de honor española». La letra que reseñó Galdós fue la que dio la bienvenida a la reina Cristina en 1829 y Mesonero Romanos la señala en 1820, durante la infructuosa jura constitucional de su marido, Fernando VII. Durante la III Guerra Carlista será el himno del ejército y como hemos visto será el Himno Nacional desde 1908.

Arreglos aparte, el director de la Banda Municipal de Valencia, Ayón, en 1932, ya en la II República, la consideraba «sosa» y de una «absurda composición». Esto no es del todo cierto, al menos a partir del citado Pérez Casas, músico mayor de Alabarderos, al introducir una leve variación, adecuada a las largas revistas que hacía el Rey a las tropas.

Solucionada ya la partitura, queda la eterna polémica de la letra. Las emociones no se explican. Los muertos de anteriores generaciones no cantaron lo mismo, pero marcharon o permanecieron firmes ante esos sones. La devoción patriótica puede conformarse sin verbalizar esa solidaridad por encima de las generaciones que es la Patria.

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