La desconocida historia de la Lituania imperial
El Gran Ducado de Lituania o la Lituania imperial cubrió el territorio de los actuales países de Lituania, Bielorrusia, Ucrania y Moldavia; incluyendo partes de Polonia y Rusia. Su período de mayor extensión fue el siglo XV, siendo el país más grande de Europa
El XIV, en Europa, fue un siglo muy convulso. La península ibérica estaba aún dividida en cinco reinos, incluyendo el nazarí de Granada. El más extenso e importante de esos reinos, el de Castilla, se desangraba en una cruenta guerra civil entre Pedro I «el cruel» y Enrique II de Trastámara. Al norte del Reino de Navarra la situación también era comprometida para el Rey francés Carlos VI y para Ricardo II de Inglaterra, enfrascados en la interminable Guerra de los Cien años. Por el este, el Imperio otomano amenazaba al Reino de Hungría y en Centroeuropa, Wenceslao IV, Rey de Bohemia e hijo del emperador del Sacro Imperio romano germánico Carlos IV, no consiguió ni ser coronado emperador ni mantener orden en el imperio que heredó de su padre, constantemente azotado por las guerras entre las ligas de las ciudades y los príncipes.
Más al norte la situación era igualmente difícil. Sin embargo, se iban a dar las circunstancias propicias para que, a pesar de las amenazas externas por parte de las ordenes militares y de guerras intestinas, un grupo de tribus paganas de origen balto construyesen uno de los más extensos Imperios de su época.
Esta historia comienza en el siglo XIII, cuando Mindaugas, un noble lituano, consigue unir a diferentes tribus bálticas y formar un Gran Ducado. El considerado fundador del Estado lituano incluso fue bautizado en 1251 como parte de su política de apaciguamiento con las poderosas órdenes militares bálticas, la teutónica y la de los hermanos livonios de la espada. Posteriormente sería coronado Rey, en 1253. Con Mindaugas comienza también la expansión de aquel pequeño territorio oriental que más de un siglo después, con Vytautas «el grande», abarcaría desde el Báltico al mar Negro y desde Brest (Bielorrusia) hasta Smolenko (Rusia).
Mindaugas volvería al paganismo para congraciarse con la Samogicia, ducado vasallo occidental. En 1263 el Rey lituano y sus dos hijos fueron asesinados en circunstancias poco claras. Algunos responsabilizaron al Duque de Samogicia del asesinato por razones religiosas y políticas, otros vieron razones personales y culparon a su concuñado Daumantas de Pskov.
Ya en el siglo XIV tras el agitado periodo que siguió a la muerte de Mindaugas, Gediminas se erigió como Gran Duque. El noble lituano tenía ya más de 40 años cuando se alza con el trono, una edad que en el medievo empezaba a ser respetable. Gobernaría, sin embargo, durante 25 años con una medida ambigüedad intentando contentar a súbditos cristianos y paganos, al tiempo que tanto él como sus hijos continuarían la expansión del estado.
Una guerra entre familiares
Paradójicamente el momento de mayor expansión de Lituania, a finales del siglo XIV, viene marcado por conflictos familiares y por la guerra civil de dos primos: Jogaila, quien posteriormente será también Rey de Polonia (como Vladislao II Jagellón) y Vytautas. Uno de los principales episodios de este enfrentamiento parece, en realidad, sacado de un guion de cine.
El escenario de fondo es el lago Galvé y en una isla en mitad del lago surge la imponente silueta del castillo de Trakai, la fortaleza de ladrillo rojo que había erigido Gediminas como símbolo de su poder. A orillas del lago, frente a frente, los dos ejércitos. Junto a Jogaila además de sus partidarios lituanos le apoyaban sus aliados de la orden teutónica, al otro lado, Vytautas y su padre Kestutis con sus soldados rutenos y samogicios. Cuando la lucha ya parecía inminente, los correosos samogicios viéndose en inferioridad numérica se niegan a luchar. A Kestutis y a Vytautas no les queda otra opción que negociar y se desplazan con bandera blanca al campamento de Jogaila. Éste aprovechando que los tiene a su merced no respeta la tregua, los detiene y los encierra en los calabozos del castillo de Kreva. Kestutis aparece ahorcado. La versión de Jogaila, que le organiza un gran funeral pagano, es la del suicidio, pero nadie duda que ha sido estrangulado.
La situación de Vytautas se vuelve desesperada. Sabe que en cualquier momento puede ser su turno. En esas difíciles circunstancias recibe la visita de su mujer, Ana de Lituania, acompañada de dos doncellas. La noble báltica había urdido un alocado plan de fuga. Una de sus doncellas intercambiaría sus ropas con las de Vytautas. A la salida, en un frio otoño báltico y envuelto en los ampulosos ropajes de la dama, pasa desapercibido ante los indolentes carceleros que aún tardarán tiempo en darse cuenta del engaño. Gracias a ello salvó la vida. Las guerras civiles concluirán años después con el pacto de Ostrow mediante el cual Vytautas jurará fidelidad a Jogaila, (ya Rey de Polonia desde la Unión de Kreva de 1385 y su matrimonio con la Reina polaca Eduviges), a cambio de gozar de una amplia autonomía como Gran Duque de Lituania.
Una guerra polaco-lituano-teutónica
El cénit de esta alianza lo marcó la victoria en la batalla de Grunwald de 1410, en donde los primos representando al Reino de Polonia y al Gran Ducado de Lituania se enfrentaron a la muy poderosa orden teutónica. Grunwald no fue solamente una refriega báltica, ya que los polaco-lituanos contaban con numerosos mercenarios y soldados bohemios, moravos, moldavos, rutenos y rusos, mientras los teutones eran apoyados, a su vez, por huestes húngaras, austriacas y de numerosos pueblos germánicos. No obstante, esa decisiva victoria, tanto la Unión de Kreva como la posterior Unión de Lublin de 1569, pese a la intención de ser una unión entre iguales, acabaron, de hecho, subsumiendo a Lituania en el Reino de Polonia.
En cualquier caso, la historia de la Lituania imperial fue sorprendente. Es cierto que se vio favorecida por algunas circunstancias externas ya que su expansión territorial fue, en gran medida, a costa del muy debilitado Rus de Kiev, que sufrió las invasiones de los mongoles del siglo XIII y el azote de la peste negra en el siglo XIV. No obstante, no se le pueden quitar méritos a lo conseguido, entonces, por aquellas pequeñas tribus bálticas.