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La 1.ª División de Caballería de Estados Unidos vadea un pantano en Leyte

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Segunda parte

Leyte, ¿la mayor batalla naval? Parte II: la derrota de Japón

Sin barcos, aviones y petróleo, al Japón solo le queda retroceder sabiendo que el final no estaba lejos. Al perder la mitad exacta de la flota, se perdía toda esperanza y se pondría el Sol de Oriente

La batalla comenzó con ataques aéreos a las bases en tierra y el bombardeo de las playas por parte de los buques aliados. Desde una lancha de desembarco el general McArthur –le acompañaba el nuevo presidente títere Osmeña ya que Quezón había fallecido tres meses antes–, montó uno de los espectáculos propagandísticos a los que tan aficionado es el general.

El general MacArthur y su personal, junto al presidente filipino Sergio Osmeña, bajan a tierra en la playa de Palo, Leyte, 20 de octubre de 1944

El general MacArthur y su personal, junto al presidente filipino Sergio Osmeña, bajan a tierra en la playa de Palo, Leyte, 20 de octubre de 1944

Mientras el desembarco en tierra evolucionaba con normalidad, todos sabían que el enfrentamiento decisivo tendría lugar en el mar. Si la flota aliada era rechazada, la cabeza de puente tendría los días contados, a la inversa, era cuestión de tiempo que el archipiélago fuera arrebatado a los japoneses, aunque alguno resistió por su cuenta ¡hasta la ancianidad!

Las cosas empezaron mal para los japoneses; el 22 por la noche al norte de Palawán, la fuerza de Takeo Kurita fue descubierta por dos submarinos americanos, que hundió al Maya y al Atago, al precio de hundirse el Darter.

La alarma dada por los submarinos pone el movimiento la III Flota Estadounidense, Halsey dio la orden de dirigirse hacia el enemigo. Nombres legendarios que se repetirán en la historia naval americana; los portaaviones Hornet, Hancock, Monterey, Cowpens, Wasp, Essex, Princeton, Langley, Franklin, San Jacinto, Enterprise, Belleau Wood y Lexinton, también cuenta con los acorazados New Jersey, Iowa, Massachusetts, South Dakota, Washington y Alabama además de 15 cruceros y unos 60 destructores.

Los americanos lanzaron sobre la flota de Kurita toda la aviación. Casi todos los barcos de la fuerza de Kurita recibieron daños, pero no cejaron en su empeño. Preocupaba el Musashi que había recibido una bomba de 250 Kg.,–más o menos la misma con la que el Stuka de Rudel en Sebastopol partía en dos a un acorazado Ruso–, y un torpedo, pero la enorme nave continuó su rápido caminar. Al mediodía, una nueva oleada de aviones retomó el ataque y el Musashi volvió a recibir tres torpedos. Todas las averías fueron puestas bajo control y el gigante continuó su caminar como si nada hubiera ocurrido. Se produjo un nuevo ataque aéreo y el Musashi recibió cuatro bombas y un torpedo que le hirieron una vez más. Tuvo que reducir la velocidad de la escuadra a 22 nudos para no dejarle atrás. Finalmente el superacorazado se hunde tras haber recibido 17 bombas y 19 torpedos.

Mapa de los cuatro encuentros de la Batalla del golfo de Leyte. 1: el paso de Palawan, 2: batalla del estrecho de Surigao, 3: batalla del cabo Engaño y 4: batalla de Samar. En rojo, los movimientos de la flota japonesa y sus principales ataques aéreos

La Batalla del golfo de Leyte. 1: el paso de Palawan, 2: batalla del estrecho de Surigao, 3: batalla del cabo Engaño y 4: batalla de Samar

Los japoneses eran mejores en el combate nocturno y eran mejores sus torpedos, pero inferiores en lo demás, desde la electrónica incipiente al control de daños.

Ambos superacorazados desplazaban 69.100 tons. cada uno. En cambio, los de sus mayores rivales aliados eran de 55.000 los de la clase Iowa, el legendario Bismarck alemán de 45.000. Eran más grandes que los portaaviones de su tiempo, siendo superados solo por la clase Forrestal, en 1954. El Yamato sobrevivió hasta su dramática salida de Okinawa, en 1945, consciente de tener combustible solo de ida.

Halsey se dirigió hacia Cabo Engaño (la Guerra del Pacífico está llena de nombres de nostalgia hispana), al encuentro de los portaaviones japoneses. Creyó que la escuadra de Kurita estaba más dañada de lo que estaba y había decidido enfrentarse con lo que consideró, erróneamente, un mayor peligro; los portaaviones sin aviones. Había dejado a la VII Flota de Kinkaid con siete acorazados y ocho cruceros, 30 destructores y 40 lanchas. Nishimura entró en el estrecho. Comenzó a recibir ataques de torpederas y destructores pero continuó a toda maquina internándose (medía 80 kilómetros de largo por un ancho de 40 de máximo y seis mínimo). Los acorazados de Kinkaid le cerraron el paso al final del estrecho y su flota fue aniquilada. Shima que navegaba tras ellos tuvo el tiempo justo de huir y salvar sus cruceros.

Llegaron noticias de que Kurita había alcanzado a la V Flota compuesta por un grupo de 16 portaaviones que mandaba el almirante Sprague, además de una veintena de destructores de escolta.

A pesar de que Nishimura fuese destruido y Shima obligado a retirarse, Kurita estaba a punto de realizar los objetivos del «Plan Sho». Halsey, mordido el anzuelo, persiguió a los portaaviones lejos de poder intervenir y Kinkaid después del combate nocturno con Nishimura estaba mal de munición.

Kurita hundió dos portaaviones y los tres destructores que trataron de interponerse para salvar a los portaaviones. Inesperadamente Kurita ordena retirarse a su escuadra. Una decisión muy discutida, y  que solo se justificaría por la dramática falta de combustible o munición.

Halsey hundió, como se esperaba, a cuatro portaaviones de cebo y un destructor mientras un ataque de la aviación de Luzón hundió el Princeton. Ozawa se tuvo que retirar hacia el Japón.

Bajas muy simplificadas, sin contar heridos, aviones, unidades menores y buques dañados:

Balance de pérdidas

Balance de pérdidasSarah Durwin

Sin barcos, aviones y petróleo, al Japón solo le queda retroceder sabiendo que el final no estaba lejos. Su desesperación se materializó al utilizar, por primera vez, los kamikazes del almirante Onishi. Al perder la mitad exacta de la flota, se perdía toda esperanza y se pondría el Sol de Oriente. Mientras los Estados Unidos recuperan la principal colonia en el Pacífico y no les quedaba enemigo ni sobre el mar ni en los cielos. Restaban flecos, pero la victoria estaba escrita.

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