Hace 100 años en EL Debate
4 de enero de 1922: cuando el explorador noruego Amundsen que llegó a la Antártida quiso poner pie en el Ártico
El explorador noruego Roal Amundsen llegó al Polo Sur el 14 de diciembre de 1911, aunque su intención primera era llegar hasta el Ártico y conquistar el Polo Norte. Sin embargo, una expedición norteamericana con Frederick Cook y Robert Peary aseguraron que ellos ya habían sido los primeros en pisar el Ártico. Ante estas noticias, Amundsen tuvo que cambiar su rumbo y virar al Sur. Pero no satisfecho con su «conquista» del Sur, siete años más tarde en 1918, organizó una nueva expedición que debía navegar navegar a la deriva sobre el Océano Ártico y llegar al Polo Norte.
En esta nueva expedición conocida como «la expedición Maud» por la nave que construyó Amundsen para su expedición al Ártico. Estuvieron dos años navegando a través del Paso del Noroeste (la ruta marítima que bordea Norteamérica, atraviesa el Ártico y conecta el océano Atlántico con el océano Pacífico), pero en varias ocasiones el Maud quedó atrapado en el hielo.
El Debate de 1922 indicaba que Amundsen no perdió los ánimos y siguió intentándolo y en su cuarto intento llevó a bordo un aparato de telegrafía sin hilos, dos aeroplanos y dos aparataros cinematográficos. Sin embargo, pasó un año más atrapado en el hielo lo cual hizo que el explorador noruego decidiese sobrevolar el Océano Ártico siendo el primero en realizarlo. Mientras tanto, el Maud continuó con una tripulación reducida hasta 1925 sin lograr entrar en la corriente este-oeste fracasando la expedición.
Tras el repaso de la nueva aventura del explorador noruego hasta el Polo Norte, la noticia se centra en la desaparición de dos de los miembros del viaje: Peter Tessem y Paul Knudsen a quienes se le encargó la tarea de llevar el relato del viaje que estaba escribiendo Amundsen y todos las observaciones, escritos, fotografías y estudios que se habían realizado durante la expedición a Noruega a través de Dickson (a dos horas del Polo Norte).
Tessem y Knudsen desembarcaron y llevaron consigo un trineo y seis perros, pero desaparecieron. Su paradero fue desconocido y considerado uno de los «misterios árticos», pero tras realizarse investigaciones «una expedición rusa que marchaba hacia Dickson, encontró un mástil con una caja, un mapa, cenizas de huesos quemados, balas noruegas y otros objetos. Todo hace presumir que los valientes exploradores noruegos han fallecido», rezaba El Debate del 4 de enero de 1922.