Una investigación identifica al sospechoso de traicionar a Ana Frank, hace 77 años
Aunque la investigación todavía tiene que ser revisada por expertos independientes, un ex agente del FBI lleva seis años investigando el caso de la familia Frank y ha revelado que fue un notario quien delató el escondite de la autora del diario más famoso del mundo para proteger a su familia
Entre las injusticias sin sentido que sufrió Ana Frank, niña judía trágicamente asesinada durante el Holocausto, destaca una incógnita sobre el elemento detonador: ¿Quién traicionó a su familia? La indagación de un exagente del FBI podría responder a esta pregunta, ya que parece haber identificado por fin a un sospechoso, 77 años después del hecho.
Los Frank aguantaron la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial escondidos detrás de un armario, en el estrecho anexo secreto tras la pared de un edificio en Ámsterdam. En agosto de 1944, la Gestapo irrumpió en el hogar y detuvo a los perseguidos. Obedecían a un soplo anónimo que condenó a la familia a la muerte en Auschwitz. Según un equipo compuesto por historiadores y el exmiembro del FBI Vince Pankoke, el culpable de la traición sería Arnold van den Bergh, notario judío también en peligro de muerte.
La investigación, que duró seis años, sugiere que van de Bergh entregó a los Frank para salvar a su propia familia. El notario fue miembro del Consejo Judío de Ámsterdam, entidad obligada a imponer la política Nazi en zonas judías de la ciudad. En 1943, la asociación se disolvió, y las autoridades repartieron a sus miembros entre los distintos campos de concentración.
Pero el equipo descubrió que van den Bergh no fue apresado. En su lugar, hacía vida normal en la capital holandesa junto a su familia. Simultáneamente, existían en aquella época rumores de que un miembro del Consejo Judío estaba compartiendo información con los Nazis.
Una situación imposible
El Consejo Judío había elaborado listas de direcciones de escondites con la intención de demostrar a los alemanes que estaba cooperando, y como miembro de este organismo, van den Bergh pudo haber obtenido ese archivo de direcciones.
Como miembro de este prominente Consejo, van den Bergh debió hacer todo lo posible hasta conseguir un indulto temporal de la deportación.
La dirección llegó a manos de un oficial alemán de las SS, que encargó a su gente acudir el 4 de agosto de 1944 a arrestar a la familia de Ana Frank, pero los investigadores admiten que faltan aún pruebas concluyentes.
«Cuando van de Bergh perdió todas las protecciones que lo exentaban de terminar en el campo de concentración, tuvo que entregar a los nazis algo valioso para garantizar su seguridad y la de su mujer», explicó Pankoke en una entrevista con la cadena americana CBS.
El hecho de que van de Bergh fuera judío implica que los nazis lo pusieron en una situación imposible
Es una teoría que compartió en su momento Otto Frank, padre de Ana y único superviviente de la familia. Entre los documentos de un investigador anterior, el equipo de Pankoke encontró una carta anónima enviada a Frank, que identificaba a Arnold van de Bergh como su delator.
En aquel momento, Otto pudo haber hecho pública la identidad del causante de la peor tragedia de su vida, pero no lo hizo por una razón: temía alimentar aún más el antisemitismo, sentimiento increíblemente promulgado en aquel momento.
Alimentar el antisemitismo
«Puede que pensase que si sacaba esto a colación no haría más que avivar el fuego», argumenta con tristeza Pankoke. «Pero hay que tener en cuenta que el hecho de que van de Bergh fuera judío implica que los nazis lo pusieron en una situación imposible».
Al propio equipo de investigación le costó aceptar la identidad del traidor como judío. La certeza de que Otto Frank conocía también el secreto les aportó cierta tranquilidad. El periódico holandés de Volksrant informó de la muerte de van de Bergh en el año 1950.
En una declaración posterior a la publicación de la investigación, las oficiales del museo de la Casa de Ana Frank dijeron estar «impresionadas» con el duro trabajo de los investigadores. Su director ejecutivo, Ronald Leopold, añadió que las averiguaciones «generan nueva información y una hipótesis fascinante que inspira más indagaciones». Sin estar directamente involucrado en las pesquisas, el museo sí que compartió archivos y documentos con el equipo.
Ellos, por su parte, se valieron de un complicado sistema de algoritmos digitales encargados de encontrar vínculos entre diferentes personas, que a un grupo de humanos le habría tomado miles de horas. «Puesto que no hay pruebas de ADN o imágenes de video en un caso tan antiguo, siempre habrá que confiar en la evidencia circunstancial», pero esta «teoría tiene una probabilidad de al menos el 85%», defendió Pankoke en la televisión pública de Países Bajos.