Los catalanes que huyeron del horror frentepopulista de ERC
El fracaso del alzamiento en Barcelona condenaba a los miembros de los partidos de derechas a la clandestinidad, o al exterminio. Cerca de 10.000 fugitivos se integrarán en las unidades combatientes nacionales, al servicio de inteligencia o promoverán la cultura
La Guerra Civil dividió a la sociedad catalana en dos mitades. En Cataluña se formó el Front d´ Esquerres, equivalente al Frente Popular en el resto de España. En él se habían agrupado los partidos de izquierda marxista y nacionalista, contando en 1936 con el apoyo sindical de la CNT (anarquistas). ERC (Esquerra Republicana de Catalunya), era el partido sobre el cual basculaba la coalición de izquierdas. La izquierda nacionalista consiguió agrupar una base social proveniente de las clases medias nacionalistas, y obreros de la CNT. La fuerza organizada de la CNT era fundamental para cualquier frente de izquierdas, y la militancia simultánea entre ERC y CNT se dio muchas veces. El otro poder de izquierdas surgió en 1936 a instancias de la Komintern, cuando se unieron en el PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya), socialistas, comunistas y nacionalistas de izquierda, vinculados al PCE.
Panorama político
La Guerra Civil propició una fuerte represión en Cataluña, que se contabilizaría en 8.352 asesinatos. Las víctimas eran religiosas y políticas, entre estas, una gran pluralidad de opiniones políticas dentro de la derecha. El Front d´ Ordre que debía evitar el triunfo de la izquierda, estaba vertebrado en torno a la Lliga Catalana. Este partido había sido el referente del regionalismo catalán y de las nuevas clases medias surgidas en el desarrollo capitalista de Barcelona. Su máximo líder, Francesc Cambó, había sido ministro en varias ocasiones durante la Restauración. 281 militantes lliguistas fueron asesinados por sus rivales de la ERC. El resto de las fuerzas políticas de la derecha eran muy dispares en su composición. Los monárquicos reunían una fuerza marginal, pero importante a nivel de incidencia social. En el mundo rural, el carlismo catalán mantenía una presencia importante, que defendía las peculiaridades catalanas, como la lengua y sus costumbres. La CEDA tuvo menos implantación por su relación electoral con la Lliga, y la Falange, aunque era una fuerza marginal, tuvo una fuerte presencia en el mundo estudiantil, fruto de las tertulias literarias de Luys Santamarina, en la cafetería El oro del Rhin.
El fracaso del alzamiento en Barcelona condenaba a los miembros de los partidos de derechas a la clandestinidad, o al exterminio. El goteo continuo de catalanes por el Pirineo a la zona nacional propiciará la llegada de gente notable como el carlista Joaquín Bau Nolla, diputado por Tarragona, quien se convertiría en el responsable de Industria y Comercio en la Junta técnica de Burgos, gobierno provisional de los sublevados. Cerca de 10.000 fugitivos se integrarán en las unidades combatientes nacionales, destacando por su identidad exclusivamente catalana, el Tercio Nuestra Señora de Montserrat y la 1ª centuria de falangistas catalanes «Virgen de Montserrat», posteriormente ampliado con nuevas centurias. La primera unidad fue la más numerosa llegando a reunir unos 1.600 requetés, pero fue reconstruida varias veces tras participar en las batallas de Belchite y del Ebro, sumando 318 caídos que fueron depositados en el monasterio benedictino del mismo nombre, junto a la bandera de la unidad.
El monumento en su homenaje ha sido retirado recientemente por razones políticas. La lengua de mando utilizada entre los combatientes de las formaciones, compuestas exclusivamente por catalanes, siempre fue el catalán, no teniendo ningún problema por parte de sus mandos superiores castrenses. Uno de sus más famosos combatientes fue el académico y experto cervantino Martín de Riquer, entre los menos Francesc Puigdemont, abuelo de Carles Puigdemont o Josep Maria Llach, padre del cantautor Lluis Llach.
Otra actividad importante desarrollada por los catalanes con especial dedicación será el servicio de inteligencia. El SIFNE (Servicio de Información del Nordeste de España), antecedente del CNI actual, fue fundado por el antiguo diputado de la Lliga, José Bertrán y Musitu. Este político catalanista, junto a Francesc Cambó, creó un efectivo servicio de espionaje, con sede en San Juan de Luz (Francia). En aquel servicio participaron en diferentes labores, el periodista y escritor Josep Pla, el reportero Carles Sentís, y el escritor y también antiguo diputado lligista Joan Estelrich.
En el plano cultural, 128 prominentes catalanes del mundo profesional, cultural y económico, promovidos por Frances Cambó, firmaron un manifiesto a favor del bando nacional, contra la represión frente populista, en octubre de 1936. De aquella simiente saldrá en 1937 el semanario Destino, una revista que aglutinará la intelectualidad catalana refugiada en Burgos, fundada por José María Fontana y Xavier de Salas, falangistas catalanes, pero abierta a otras corrientes políticas de la derecha. El semanario apareció el 6 de marzo de 1937, tendrá una tirada de tres mil ejemplares, un tercio por subscripción y el resto repartido gratuitamente entre los combatientes nacionales de origen catalán. A su redacción se incorporaron Joan Ramón Masoliver, Josep Vergés e Ignasi Agustí. Este último, jefe de redacción del periódico lligista L´ Instant, se hizo cargo de la dirección de la revista, mientras Joseph Verges se hacía cargo de la política internacional y José María Fontana elaboraba las crónicas de la guerra y los resúmenes de prensa. Entre las plumas que se pueden encontrar en su interior se encontraba lo más granado de la intelectualidad española y especialmente catalana como: Juan Beneyto, Pedro Laín Entralgo, Josep Pla, Carles Sentis, Santiago Nadal, Eugeni D´Ors, Martí de Riquer, Pere Pruna, José Ramón Masoliver, Ignasi Agustí, Gonzalo Torrente Ballester, Xavier Montsalvatge, José María Pemán, Luis Rosales, Álvaro Cunqueiro, Ignasi Blajot, Joseph Verges y otros muchos de gran relevancia posterior.
Destino se consolidará como una de las revistas más relevantes del período bélico, por su calidad académica e intelectual. El 26 de enero de 1939, fecha de la entrada de los nacionales en Barcelona, el semanario iniciará con el nº 101 su segunda etapa en la ciudad condal con una tirada mayor, que durará hasta 1980, cuando fue adquirida por empresarios afines a Jordi Pujol, que quebraron el proyecto cultural.