Serie histórica (II). Segunda guerra remensa
Pere Joan Sala, ídolo y terror de Cataluña, encabezó otra lucha contra los abusos señoriales
Se volvieron a restablecer los abusos de los señores feudales lo que provocó un nuevo levantamiento de los remensas liderado por Pere Joan Sala
En el año 1481 el rey Fernando el Católico, influenciado por los señores, estableció una constitución donde se restablecieron los malos usos abolidos en 1455. Este fue el detonante para que Pere Joan Sala, lugarteniente de Verntallat durante la primera guerra, decidiera levantarse en armas. Esta se extendió de 1484 a 1485.
Pere Joan Sala era originario de Granollers de Rocacorba. El conflicto se inició el 22 de septiembre de 1484 en Mieras. Descendió hasta la plana y se apoderó de la ciudad de Gerona. En enero de 1485 se desplazó hasta Montornés del Valles y ganó al ejército dirigido por le veguer de Barcelona. Posteriormente conquistó Granollers, Sabadell y Terrassa.
Estas acciones de Sala hicieron ver al rey Católico que Verntallat tenía razón. Para acabar con aquel conflicto era fundamental hablar
Como vemos, la segunda guerra se desplazó de las comarcas gerundenses y Sala atacó los pueblos cercanos a Barcelona. Estas acciones de Sala hicieron ver al rey Católico que Verntallat tenía razón. Para acabar con aquel conflicto era fundamental hablar. De no ser así se enquistaría. Por eso Verntallat permaneció en calma. Sabía que estaba en posesión de la verdad y no quiso moverse para no perder la mínima oportunidad de hablar con el rey.
Sala mantuvo en jaque a las tropas de la Diputación del General. Hay que tener en cuenta una cosa. Sala no fue nunca un gran caudillo para los remensas. No era Verntallat. Por eso este prefirió quedarse en un segundo plano. Sala estuvo a punto de romper los planes pacíficos iniciados. Por suerte nada de todo esto ocurrió.
Para terminar de frenar los enfrentamientos el lugarteniente Enrique de Aragón y Pimentel dictó varias sentencias de muerte. Con ello quería que los remensas reconsideraran su conducta y volvieran a casa. En cierta medida lo consiguió. A medida que avanzaba el año 1485 los remensas empezaron a abandonar la causa y a confiar en Verntallat. Sala se estaba quedando solo.
El 3 de febrero de 1485 Pere Joan Sala quiso dar un golpe de mano, ocupar una plaza importante, que amenazase Barcelona. Ese día era jueves y desde hacía como mínimo cinco siglos, todos los jueves era mercado en Granollers. Así que aprovechando que se abrían las puertas de la población entraron 100 rebeldes confundidos entre los campesinos pacíficos y comerciantes sin que llamasen la atención. Una vez dentro de Granollers comenzaron el ataque. Quemaron la puerta de Poniente y 500 remenses más, que esperaban en las inmediaciones, también se introdujeron dentro del recinto amurallado. Mientras tanto el noble Francisco de Tagamanent moría en manos de los asaltantes, delante de su mujer, probablemente después de luchar en duelo a muerte. Entre los que perecieron en la lucha, destacaron también Montbui de Gornau, Bosch y Prats. Los payeses de la remensa saquearon la ciudad, haciendo prisioneros de guerra a sus habitantes.
Barcelona alarmada prometió ayuda a la nobleza del Vallès y un ejército capitaneado por Juan de Cardona, Condestable de Aragón, se dirigió a Granollers. Llegó el 5 de marzo de 1485, cuando los remenses ya la habían abandonado.
El 9 de marzo de 1485 llegaría una victoria para las tropas reales, en las puertas de las murallas de Granollers, a campo abierto, vencieron a un grupo de más de 200 remenses, contándose 25 muertos por parte de los payeses y 18 detenidos, de los que 4 fueron ahorcados delante de la casa de los Tagamament, seguramente en señal de represalia.
Tras la derrota de Sala, los señores se veían como ganadores de la guerra y estaban dispuestos a mantener e incluso a acentuar los malos usos
La guerra parecía alejarse de la capital del Vallès, pero los remenses, procedentes de Mataró, llegaron a Llerona. Era el día 24 de marzo de 1485. Asaltaron esta población. Los defensores de Llerona se hicieron fuertes en la iglesia parroquial, que la incendiaron. Cuando todo parecía prever una nueva victoria remensa, llegaron las tropas del Condestable de Aragón e infligieron una importantísima derrota. Los remensas perdieron 200 hombres. Otros 200 fueron hechos prisioneros. Entre ellos Pere Joan Sala. Este tuvo un detalle que se ha de explicar. Su cabeza tenía un precio. Antes de ser ejecutado dijo que un tal Pere Joan Fet lo había hecho prisionero. Gracias a esta confesión este hombre recibió los 500 florines que el condestable había prometido. Pere Joan Sala fue trasladado a Barcelona. El 28 de marzo del 1485 fue ejecutado, degollado y desmembrado. Su cabeza fue colgada en el Portal Nou –una de las entradas de amurallada Barcelona. Como escribió Jaume Vicens Vives: «Así terminó la suprema aventura de su vida que durante medio año, le había hecho, a la vez, el ídolo y el terror de parte de Cataluña». Y con esta muerte se dio por finalizada la segunda guerra remensa.
Es en este punto fue cuando el rey Fernando el Católico decidió que había llegado el momento de hablar
Así acaba el mito de Pere Joan Sala, pero no la de sus huestes que siguieron luchando por su libertad al grito de: ¡Sala, Sala, visca el rei!. Eso sí, sin demasiado éxito. Tras la derrota de Sala, los señores se veían como ganadores de la guerra y estaban dispuestos a mantener e incluso a acentuar los malos usos.
El territorio catalán estaba pacificado. El lugarteniente Enrique tomó las pertinentes represalias. Por su parte, como un acto de fuerza, para forzar el diálogo, Francesc de Verntallat empezó a tomar los castillos de La Selva y La Garrotxa. Las tierras de la Montaña se hacían fuertes para demostrar que el conflicto seguía vivo. Es en este punto fue cuando el rey Fernando el Católico decidió que había llegado el momento de hablar. Se empezaron a buscar los síndicos, que representarían a los remensas, para reunirse y llegar a un compromiso definitivo. Los designados fueron Martorià Amalric, Llorenç Espígol, Ramon Griver, Narcis Vila, Pere Ferrer, Pere de Socarrats, Joan Figuerola, Joan Serra, Pere Antoni, Pere Pi, Pere Canya y Francesc de Verntallat. Todos ellos marcharon hacia el Monasterio de Santa María de Guadalupe en Extremadura.