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1El presidente con Caspar Weinberger George Shultz Ed Meese y Don Regan en la Oficina Oval discutiendo los comentarios del presidente sobre el asunto Irán-Contra, 25/11/1986

El presidente con Caspar Weinberger George Shultz Ed Meese y Don Regan en la Oficina Oval discutiendo los comentarios del presidente sobre el asunto Irán-Contra, 25/11/1986

Serie histórica (I)

El escándalo Irangate: Ronald Reagan detrás de la venta ilegal de armas a Irán

Se acusó a altos funcionarios de la administración del presidente Reagan de organizar una red de tráfico ilegal de armas con destino a Irán, en guerra por entonces con Irak

El periódico libanés Al Shiraa publicó la historia. En 1986, dos años antes de que finalizase la guerra de Irak contra Irán (1980-88), McFarlane, consejero del presidente Regan, había viajado a Teherán, entrevistándose con el hoyatolislam Rafsanyani, presidente del Majlis (Parlamento) iraní, y acordado la venta de armas a Irán. El plan consistía en acercarse a los moderados con posibilidades de hacerse con el poder tras la muerte de Jomeini y también liberar a rehenes capturados por la milicia Hezbolá. Fue diseñado por el israelí David Kimche, el director de la CIA William Casey, y los directivos del Consejo de Seguridad Nacional (CSN) Oliver North y John Poixdenter.

La conexión nicaraguense

Además de Robert McFarlane, el procurador Meese y una docena de funcionarios de alto nivel, el Irangate operó bajo el mando del teniente coronel Oliver North, subdirector para Asuntos Político-Militares del CSN. Apoyado por el Mossad israelí, en particular por Amiram Nir, que respondía ante el primer ministro Shimon Peres, North convirtió miles de millones de dólares procedentes de bolsillos árabes en armas, también a cambio de toneladas de cocaína que entraron a EE.UU. desde Panamá, con la anuencia y apoyo del general Manuel Antonio Noriega (luego preso en cárceles estadounidenses) y Honduras. Implicaron a aviones militares e instalaciones norteamericanas en Ilopango, El Salvador, de mover la droga hacia Estados Unidos, usando mercenarios de la Operación 40 de la CIA. El puerto de entrada fue Mena, un pueblo de Arkansas cuyo gobernador entonces era William Jefferson Clinton. Los banqueros de los Clinton eran Jackson Stephens y James Bath, amigo de Carter, a quien tuvo como compañero de Inteligencia de la Armada en la Academia Naval de Annapolis.

Lo denunció Gary Webb en el periódico Mercury News de San José (California). Webb apareció muerto y su periódico borró toda la información sobre la entrada de drogas.

Ronald Reagan admitiría el tráfico de armas, justificándolo como acto de buena voluntad hacia Irán

Se acusó a altos funcionarios de la administración del presidente Reagan de organizar una red de tráfico ilegal de armas con destino a Irán, en guerra por entonces con Irak, cuyas ganancias financiarían a la Contra nicaragüense en lucha contra los sandinistas quienes, al igual que Cuba, mantenían excelentes relaciones con Irán.

Ronald Reagan admitiría el tráfico de armas, justificándolo como acto de buena voluntad hacia Irán, pues entonces estaban secuestrados medio centenar de ciudadanos norteamericanos por milicianos chiítas libaneses. Pero negó que aquella venta financiase a los contrarrevolucionarios nicaragüenses.

Objetivos de Washington

¿Por qué Washington, que había ayudado a Bagdad durante la guerra, armaba a los iraníes? Lo explicó un oficial de la administración Reagan en Washington: «El objetivo era que no ganase la guerra ninguno de ambos bandos». El premio Nobel de la Paz Henry Kissinger lo recalcó: «Espero que se maten mutuamente... que ambos pierdan».

EE.UU. temía que su hostilidad contra Irán propiciara un acercamiento persa a la órbita soviética. El argumento de Mc Farlane era bueno: «La idea de un Irán con aviones Mig-29 y alojando a decenas de miles de técnicos soviéticos es suficiente para dar escalofríos».

Fracasada la parte política de la operación, Washington intentó comprometer a las autoridades iraníes que habían hecho público el escándalo Irangate. El plan tenía tres objetivos de opinión pública: hacer creer que el régimen iraní no era tan antinorteamericano como pretendía, difundir la idea de que si Irán ganaba la guerra sería por el apoyo norteamericano y vincular a Irán con Israel, introduciendo un factor de desconfianza en el mundo musulmán debilitando el liderazgo iraní del islamismo.

Las reuniones de París fueron la respuesta a la pregunta de por qué la liberación de los rehenes después de la elección de Reagan como presidente

El acercamiento previo de París

Una teoría más audaz señala que los contactos entre el equipo Reagan y los fundamentalistas iraníes son anteriores a la primera presidencia del actor norteamericano. Según Jeanette Becerra Acosta, el presidente Bani-Sadr, el exagente iraní, Manzur Rafizadeh y los pilotos Richard Brenneke y Heinrich Rupp de la CIA, confirmaron que el acuerdo fue cerrado durante varios encuentros en París, los días 19 y 20 de octubre de 1980, en los hoteles Raphael, Crillon y Florida. A esas reuniones asistieron Richard Allen, William Casey y Donald Gregg, miembro del CSN de Carter y luego el principal asesor de Bush en la materia; un número no revelado de mercaderes de armamento y representantes de los líderes islámicos. Aunque el futuro vicepresidente y exdirector de la CIA, George Herbert Bush, fue acusado de encabezar esos encuentros, no se probó su presencia física. La demora en la liberación de los rehenes de la Embajada USA en Teherán facilitó la llegada de Reagan a la Casa Blanca. También trascendió que los republicanos buscaron en Beirut el apoyo de la Organización de Liberación Palestina (OLP), para que influyera a favor de retener a los 52 prisioneros hasta después de las elecciones el 4 de noviembre de ese año. Las reuniones de París fueron la respuesta a la pregunta de por qué la liberación de los rehenes ocurrió precisamente el 20 de enero de 1981, día de la toma de posesión de Ronald Reagan y explican el motivo por el cual la administración republicana, permitió a mercaderes de armamento, como Houshang Levi, abastecer a Irán con armas y pertrechos militares entre 1981 y 1982 y al gobierno israelí cuatro años más tarde.

En 1987 una comisión de investigación a cargo del exsenador John Tower emitió una dura condena a la acción presidencial. En 1992, el presidente George H. Bush indultó a los seis altos cargos encarcelados por mentir al Congreso sobre la venta de armas a Irán.

[Continúan en El escándalo Irangate: murieron todos los que conocían las negociaciones secretas]

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