Historia del periodismo
El crimen de la calle Fuencarral: el nacimiento de los juicios mediáticos
Entre el 3 de julio de aquel año y la ejecución de la condenada, los periódicos veían cómo sus ejemplares se vendían en cuestión de horas. Además, fue un caso en el que la opinión pública tuvo una relevancia especial
En el año 1888, se produjo el primer caso mediático en España, relacionado con un asesinato. Actualmente, es común ver en la prensa, tanto televisiva como escrita o radiofónica, el seguimiento de brutales asesinatos, violaciones o sucesos que hacen a uno estremecerse. Sin embargo, la relevancia del crimen de la calle Fuencarral reside en ser el primero de los sucesos, cubiertos por la prensa, en la que la población madrileña hacía colas para hacerse con un ejemplar de cualquier periódico, y leer la columna de sucesos.
La aparición del cuerpo apuñalado y sin vida de la viuda, Luciana Borcino, de 50 años, con un nivel de vida acomodado durante la madrugada del 2 de julio de 1888, impactó a la sociedad madrileña. Tras el aviso del portero, Manuel Triviño, del edificio 109 de la Calle Fuencarral, las autoridades, junto al juez, Don Felipe Peña y el mencionado portero, se presentaron en el segundo piso del edificio de la céntrica calle madrileña. Tras echar la puerta abajo, se encontraron con el humo de un incendio. En su interior, estaba el cuerpo sin vida de Doña Luciana, apuñalado y medio quemado. También estaba, tirada en la cocina, la sirvienta que llevaba seis días trabajando en la casa, Higinia Balaguer y un perro narcotizado.
Tras reanimar a la sirvienta comenzaron a preguntarle por lo sucedido y tras unas explicaciones inconexas, Doña Higinia se convirtió en la principal sospechosa. En aquel momento, el juez Don Felipe, decretó su ingreso en la prisión Modelo para mujeres, siendo la sirvienta aislada del resto de presas.
Implicados
- Luciana Borcino: Era la viuda de Vázquez Varela. Esta poseía unos bienes con los que se embolsaba alrededor de 50.000 duros anuales, lo que le permitía vivir cómodamente.
- Higinia Balaguer: Sirvienta de Doña Luciana Borcino. Se dice que su carácter era fuerte y que debido a su irascibilidad las sirvientas que estaban a su cargo le duraban poco. Además, era de complexión fuerte.
- José Vázquez Várela: Alias «el pollo Varela». Hijo de la víctima, por aquel entonces tenía 23 años. Era lo que se conoce comúnmente como un «bala perdida». En aquellos momentos se encontraba cumpliendo su tercera condena en la cárcel Modelo de Madrid, en este caso por haber robado una capa en el café Mazzantini de Madrid. También fue condenado en otra ocasión por haber apuñalado a su amante, sin causarle la muerte.
- Millán Astray: Director de la cárcel Modelo.
- Felipe Peña: Fue el juez al que se le dio el aviso del suceso. Se dice que era una persona muy activa.
- Dolores Ávila: Amiga de Higinia Balaguer.
El crimen
Una vez recuperada la consciencia, Doña Higinia confesó que no recordaba nada de lo ocurrido. Según la principal sospechosa, se fue a dormir por la noche y se despertó en esa situación. Al preguntarle el juez, Don Felipe Peña, por la familia de la víctima, la encargada de la casa le comentó que la víctima tenía un hijo, que ella no conocía, y tampoco sabía de su vida.
Tras las primeras pesquisas e interrogatorios, el juez decretó el ingreso en prisión de la ama de llaves
Higinia había empezado a trabajar en aquel hogar gracias a las referencias del señor Millán Astray. Tras las primeras pesquisas e interrogatorios, el juez decretó el ingreso en prisión de la ama de llaves. Más tarde, se pidió la declaración del hijo de la víctima.
José Vázquez Varela, que por aquel entonces se encontraba cumpliendo condena, afirmó desconocer que su madre, pese a tener un carácter complejo, tuviese enemigos que la quisiesen ver muerta.
La sirvienta desmintió todo lo declarado anteriormente y acusó al hijo de la víctima como principal responsable del asesinato
El móvil que las autoridades dieron al crimen fue el de un robo en uno de los armarios de la casa. Dado que Millán Astray e Higinia se conocía, el juez decidió establecer un careo entre la principal sospechosa y el director de la cárcel. Tras una conversación en la que no se sacó nada en claro, días más tarde, doña Higinia volvió a cambiar su declaración. En esta, afirmó haber llegado a robar 92.000 reales y habérselos pasado en un pañuelo a su amiga Dolores Ávila. Tras una conversación entre las dos amigas, Higinia volvió a ampliar su declaración. La sirvienta desmintió todo lo declarado anteriormente y acusó al hijo de la víctima como principal responsable del asesinato de Doña Luciana Borcino.
El «pollo Varela», sospechoso
Supuestamente, José Vázquez Varela, con la ayuda de dos compinches habrían salido de la cárcel, bajo un permiso concedido por Millán Astray y habrían asesinado a la víctima en la cocina, dándole 1.000 pesetas a Balaguer. Esta declaración, le costó a Milan Astray la entrada en prisión sin fianza y un nuevo proceso para el «pollo Varela».
Tras 38 días de investigación, el Sumario se dio por cerrado con el procesamiento de: Higinia Balaguer, Vázquez Varela, Millán Astray, Dolores y María Avila las dos hermanas.
Resolución del tribunal
- Higinia Balaguer: Condena a muerte por garrote vil.
- Dolores Ávila: 18 años de prisión.
- José Vázquez Varela: Absuelto.
- Millán Astray: Absuelto.
- María Ávila: Absuelta.
Tratamiento de la prensa
El principal hecho diferencial entre este caso y el resto es el eco mediático que alcanzó el asesinato de Doña Luciana. Los principales periódicos de la época (El Liberal, La Iberia, El Imparcial, El País, etc.) encontraron un filón en lo que a ventas se refiere. Entre el 3 de julio y la ejecución de la condenada, los periódicos veían como sus ejemplares se vendían en cuestión de horas. Figuras de la talla de Benito Pérez Galdós pusieron de manifiesto su opinión sobre el suceso en las columnas de sus respectivos diarios.
Figuras de la talla de Benito Pérez Galdós pusieron de manifiesto su opinión sobre el suceso en las columnas de sus respectivos diarios
La ciudadanía llegó a tomar partido por las posibles teorías de quién había matado a la mujer. Hasta tal punto, que el día de la ejecución, programada de madrugada, el patio de la cárcel se llenó de ciudadanos que acudieron a presencial cómo se ponía fin a la vida de Eugenia Balaguer.