Fundado en 1910
Ejecución con guillotina

Ejecución con guillotina

Picotazos de historia

El doctor Guillotin y su invención

Su verdadera fama viene por el diseño de una maquina que pudiera llevar a cabo las ejecuciones de una manera rápida, eficiente

Joseph Ignace Guillotin (1738 – 1814) empezó a ser conocido cuando formó parte de la comisión (junto con Benjamín Franklin y Lavoisier) que estudió la llamada teoría del magnetismo animal de Franz Mesmer. Pero su verdadera fama viene por el diseño de una maquina que pudiera llevar a cabo las ejecuciones de una manera rápida, eficiente y humana (¡toma ya ironía!).

Joseph Ignace Guillotin

Joseph Ignace Guillotin

La maquina en sí no era ninguna novedad. Tenemos antecedentes de ella en el cuadro de Jaime Huguet La decapitación de los santos Abdón y Senén (1460) donde un mazo aporta la fuerza para el tajo, en la pintura de Alberto Durero para el techo del Ayuntamiento de Nuremberg, La decapitación de san Mateo grabado de Lucas Cranach el Viejo, etc.

Se sabe que el duque de Montmorency fue ejecutado, en 1632, por este medio. En Italia tenían la Mannaia, similar al mostrado en el cuadro de Huguet, en Inglaterra el patíbulo de Halifax y en Escocia la «virgen escocesa» que se puede admirar en el museo municipal de Edimburgo. Este último fue descrito por el abad La Porte, en 1730, así: «Es un cuadro o bastidor de cuatro o cinco pies de altura y unas quince pulgadas de ancho, compuesta de dos brazos de unas tres pulgadas de grueso, acanalada por la parte interior para dar paso a una corredera... La cuchilla esta lastrada con sesenta u ochenta libras de plomo».

Guillotin deseaba que en la ejecución se evitara sufrimiento innecesario a la víctima

Ya ven la semejanza con la maquina del doctor Guillotin. También hay que agradecer la importante contribución del propio Rey Luis XVI, quien señaló que una cuchilla oblicua tendría un corte más eficiente que la de media luna, propuesta por Guillotin.

Piensen que, hasta esta notable contribución, las ejecuciones quedaban sujetas al capricho de la habilidad y profesionalidad del verdugo, quien podía dar pasaporte con brevedad o convertir la sentencia en una interminable carnicería. Guillotin deseaba que en la ejecución –personalmente estaba en contra de la pena de muerte– se evitara sufrimiento innecesario a la víctima.

«El suplicio que he inventado es tan delicado que si no se esperara la muerte no sabríamos como definirlo y creeríamos haber sentido en el cuello solo una brisa».

La Asamblea francesa dispuso, por decreto de 21 de enero de 1790, que los reos fueran ejecutados por medio de una maquina. En 1792 salió a concurso el prototipo y el 15 de abril de ese año Nicolás Jacques Pelletier tuvo la suerte de ser el primero en probarla.

Pronto el vulgo dio en llamar a la invención con el apellido del filantrópico doctor, a quien le sentó como una patada en sensible zona, y que, a la larga, obligaría a su familia a cambiar de apellido. El segundo gran disgusto que sufrió fue debido a un informe que afirmaba que las cabezas cercenadas mostraban señales de vida, minutos después de ser separadas del tronco. Para un espíritu sensible este ultimo golpe fue demoledor.

Es cierto que el buen doctor estuvo preso durante el Terror y que corrió el peligro de probar su propia invención pero fue la ejecución de un galeno de Lyon, con el mismo apellido, lo que dio pábulo a la historia de que había fallecido por su propia maquina. Guillotin vivió sus últimos años amargado por la sombría fama que su invención arrojaba sobre él y desarrolló la manía de preparar pastillas venenosas, que regalaba a sus amistades, como medio de librarse de su invento.

comentarios
tracking