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Blas de Lezo

Gestas de España

Blas de Lezo, el marino invencible

El almirante es una de las pocas figuras de la historia de España que han conseguido, con mucho esfuerzo, evadir el olvido

Gestas de España es un proyecto de divulgación que pretende poner en valor la historia de nuestro país. El equipo está liderado por Fermín Valenzuela, doctor en Historia, Gloria Cuenca, licenciada en Bellas Artes, y Manuel Ángel Cuenca, autor y oficial de las Fuerzas Armadas españolas, quienes, junto a un nutrido grupo de profesionales, desarrollan exposiciones, conferencias, publicaciones y una eficaz labor de divulgación en sus canales de comunicación. Su última obra, «España en el mundo. Curiosidades para leer en familia», de la Editorial Edaf, es un referente en todo el territorio nacional y los seguidores de la marca se cuentan por decenas de miles.

¿Quién no ha escuchado hablar del «mediohombre»? Blas de Lezo, el marino invencible, es una de las pocas figuras de la historia de España que han conseguido, con mucho esfuerzo, evadir el olvido. Su caída en desgracia, tras su gesta más conocida, la defensa de Cartagena de Indias, provocó que su memoria se perdiese pero, en los últimos años, su figura se ha visto, por fin, reivindicada.

La historia de nuestro héroe arranca, en 1689, en una localidad guipuzcoana llamada Pasajes. Desde joven estuvo muy vinculado al mar, lazo que desarrolló oficialmente en 1702 cuando ingresó en la Armada francesa. Las circunstancias que unirían al marino y a la flota franca no eran otras que la Guerra de Sucesión, librada para garantizar que Felipe V de Borbón fuese reconocido como legítimo rey de España en toda Europa.

En este conflicto comenzó a labrar su fama y, también, su aspecto físico. Durante la batalla naval de Vélez Málaga, que tuvo lugar el 24 de agosto de 1704, perdió la pierna izquierda, por debajo de la rodilla, debido a una bala de cañón. Más adelante, mientras luchaba contra la armada de Saboya, su ojo izquierdo. Finalmente, en 1714, durante el asedio a Barcelona, una bala de mosquete inutilizó su brazo derecho. Así pasó a ser conocido por los marinos vascos como Anka motz, que significa «Pata de palo», aunque también pasó a la posteridad con el apodo de «mediohombre».

Pero las heridas no fueron su única recompensa. Durante la guerra logró varios ascensos en distinción a la habilidad que demostró, una por la que le confiarían nuevas misiones. En 1720 se dirigió, por primera vez, a América al mando del buque Nuestra Señora del Pilar. Su objetivo era formar parte de una escuadra encargada de acabar con los corsarios y piratas que atacaban las costas del virreinato del Perú. El jefe de la expedición cayó gravemente enfermo, así que Lezo pasó a comandarla. Su actuación fue extraordinaria, capturando al peligroso corsario neerlandés Flissinguen y recibiendo una grandiosa acogida en el puerto del Callao.

Su estancia en América acabó en 1730, fecha en la que regresó a Cádiz por desavenencias con el entonces virrey del Perú. Aún así, continuó su carrera militar participando en la recuperación de Orán en 1732. Ayudó en su conquista y fortaleció el control español derrotando a la armada enemiga con la captura de la nave almiranta. Esto le costó, también, caer enfermo durante mucho tiempo.

Antes de esta campaña militar, Lezo tuvo la oportunidad de mostrar que su fama y habilidad se podían utilizar con otros fines. Fue enviado a Génova a recobrar dos millones de pesos que la Hacienda española tenía allí, tras varios intentos de la administración por recuperarlos. Para demostrar que su voluntad por cumplir la misión era inquebrantable, Lezo enseñó a la delegación mandada por los genoveses un reloj de arena y les dijo que si para cuando cayera el último grano no estaba todo el dinero, bombardearía la ciudad. Los italianos pagaron antes de que el plazo terminase.

Después de la campaña de Orán, recibió la misión de garantizar la seguridad del comercio en el Atlántico, pero tuvo que esperar hasta 1737 para que, de nuevo, él mismo pudiese cruzar el océano. Su destino era Cartagena de Indias, donde llegó con una escuadra y un pequeño ejército.

En 1740 se produjeron dos hechos muy importantes. Primero, un nuevo virrey del Perú arribó en Cartagena de Indias, Sebastián de Eslava. Además, llegaron a la ciudad noticias sobre movimientos ingleses en el Caribe. Diferentes opiniones discutían si Cartagena sería su objetivo, como opinaba el propio Blas, o si el destino era otra ciudad como La Habana. El tiempo dio la razón al primero y el 15 de marzo de 1741, el vicealmirante inglés Vernon llegó a la ciudad con el fin de conquistarla con su impresionante ejército.

La defensa de Cartagena de Indias se convirtió en la hazaña más memorable de Blas de Lezo, aunque no fue el único protagonista. La situación de los españoles era precaria pues, superados los primeros ampliamente en número, los ingleses capturaron una de las defensas más importantes, San Luis de Bocachica, y, con eso, uno de los accesos a Cartagena. En este punto parecía que la victoria inglesa era inevitable, algo que hizo saber Vernon cuando envió un navío a Gran Bretaña para anunciar el triunfo. Sin embargo, los españoles no permanecieron impasibles y se hicieron fuertes en el castillo de San Felipe de Barajas. Los ingleses fueron incapaces de tomarlo y, además, sufrieron una gran cantidad de bajas a consecuencia de las enfermedades tropicales. Debido a estos reveses, el 20 de mayo de ese mismo año, la armada de Vernon abandonó humillada Cartagena.

Lo que debió ser un sendero de ascenso a la gloria, precipitó al vació a Blas de Lezo. Las rencillas y discusiones internas provocaron que el marino fuera aislado y, antes de ser anunciada su destitución, falleció a consecuencia de lo sufrido en el asedio.

La despedida merecía un entierro digno de su categoría, por lo que hoy, al menos, se conoce el lugar exacto del enterramiento. No obstante, se tardaría largo tiempo en desempolvar el buen nombre de Lezo; y aún más en que volviera a ser conocido, y admirado, por la habilidad, entrega y valor que demostró en toda su vida.

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