Dinastías y poder
Cosas de la familia de Ortega y Gasset, ¿una tercera España?
Artículos como su Error Berenguer (Delenda est Monarchia) dañaron mucho la imagen del Alfonso XIII y contribuyeron a la llegada de la II República, de la que luego se arrepintió
Su apellido es uno de los más renombrados en la historia de la prensa nacional. Hijo y nieto de periodistas, José Ortega y Gasset fue «el primero de la clase»: el intelectual más prestigioso de la generación liberal de los años veinte. Comenzó escribiendo en El Imparcial, que era de su familia y contribuyó a crear El Sol, el periódico más influyente a la hora de apostar por el cambio de régimen. Animó, además, muchas otras iniciativas periodísticas como la revista España (1915) o la Revista de Occidente. Le gustaba escucharse, los foros femeninos y los coches caros. Era un gran aficionado al Ritz. Artículos como su Error Berenguer (Delenda est Monarchia) dañaron mucho la imagen del Alfonso XIII y contribuyeron a la llegada de la II República, de la que luego se arrepintió. Su hermano Eduardo, sin embargo, siempre militó en la izquierda.
Eduardo Gasset y Artime era el propietario y editor de El Imparcial, el diario, con La Correspondencia de España, más exitoso del último tercio del siglo XIX. Fue pionero en introducir una sección literaria, con critica teatral, que se denominó Los lunes de El Imparcial y que copiaron el resto de los periódicos patrios. En sus páginas se trató además el truculento crimen de la calle Fuencarral que alimentaría, en adelante, la nueva sección de sucesos. En la dirección de este periódico debutó José Ortega Munilla, quien venía de ejercer en otros periódicos de la capital.
Se enamoró y casó con la hija del patrón, Dolores, y de esta unión nacieron Eduardo y José, aficionados a la caza, los toros y también, la escritura. Estudiaron con los jesuitas en Málaga y ambos comenzaron a hacer sus pinitos literarios en el periódico familiar, aunque sus puntos de vista ideológicos resultasen diferentes.
Eduardo se inclinó por las simpatías progresistas, a pesar de lo cual terminó amenazado por los anarquistas. Escribió magníficas crónicas sobre el desastre de Annual en 1921 y destacó como uno de los pocos pensadores –por no decir el único, junto a Unamuno– que se mostraron críticos con Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923. Su hermano José, fue bastante condescendiente con la nueva situación aunque luego azuzase al Rey, a Berenguer y a la propia dictadura con sus críticas por «hacer como si aquí no hubiese pasado nada nuevo, nada sustancialmente anormal» (15 noviembre 1930). Recordemos que llamó a los españoles «gente mansurrona y lanar», de la familia de los óvidos.
Ortega había pasado de creer en una especie de socialismo convergente con el liberalismo, a apostar por la movilización de las clases medias para fundamentar su «Agrupación al Servicio de la República» en una especie de llamamiento a la participación de los intelectuales en el cambio de régimen. Y tuvo éxito con incorporaciones como la de Marañón o Pérez de Ayala y negativas como la de Ramón y Cajal. Consiguió su acta como diputado, aunque, aturdido por el clima de desgobierno palpable desde la primera quema de conventos, denunció la fatal deriva que se avecinaba en «República es una cosa y el radicalismo es otra». Entonces no se equivocó.
El mismo, tuvo que salir de España el 30 de agosto de 1936. Cuando comenzó la Guerra Civil se quedó en Madrid. Pero una sorpresiva visita de milicianos a su residencia de Monte Esquinza ratificó su decisión de abandonar el país. ¿Tenía que adherirse forzadamente a todo aquello? Sus hijos, Miguel y José, médico e ingeniero, si estuvieron temporalmente en el frente en las filas nacionales. Los Ortega y Gasset pasaron unos meses en Francia, Holanda, Argentina y Portugal para regresar definitivamente a España en 1945. Su salud ya estaba delicada. Moría en 1955. ABC destacaba en su obituario que había fallecido cristianamente y que S.E, el Jefe del Estado enviaba el pésame a la familia doliente (ABC, 19 octubre 1955).
Los hijos no abandonaron el legado de su padre, bien en Espasa-Calpe, de reciente centenario, Alianza Editorial, o desde empresas con sensibilidades ideológicas adaptadas a otra mentalidad. ¿Pervive aún esa idea de las dos España? Quizá podríamos aclararlo en una tertulia, como las de la Granja del Henar que tanto le gustaban a Ortega, animados por buen vino, mesa y mantel, siguiendo al dedillo el recetario de su nuera, Simone Ortega que tanto ha aportado a la cultura gastronómica.