Apoyo y reconocimiento a las lavanderas del Manzanares, un oficio olvidado del Madrid de ayer
La Reina María Victoria viendo cómo muchos de los hijos de las lavanderas del Manzanares vagaban por los alrededores del río, decide fundar el Asilo de Lavanderas a las afueras de la Puerta de San Vicente
El apoyo a mujeres vulnerables y la conciliación no son nada nuevo. Como muestra, el Asilo de Lavanderas construido en Madrid en 1872, una iniciativa propuesta y financiada por la Reina María Victoria, esposa de Amadeo I.
Las lavanderas
Si hay un colectivo cuya presencia en la cultura artística perdura como un testimonio de la vida y las costumbres de una época, y que desapareció gradualmente con la modernización y los avances tecnológicos, ese colectivo es el de las lavanderas del río Manzanares (Madrid). Mientras Francisco de Goya las muestra alegres en un cartón para tapiz titulado Las lavanderas, Pío Baroja o Arturo Barea, entre otros, nos acercan con su literatura a su dura vida. El fundador del PSOE y la UGT, Pablo Iglesias, era hijo de una lavandera que trabajó en el Manzanares.
El Asilo de Lavanderas, levantado en apenas 7 meses en las proximidades del Palacio Real, se concibe para recogimiento de los hijos menores de seis años de las lavanderas, primordialmente de las profesionales, así como también «para socorro de estas en caso de siniestros». Ya en 1868, Fernández de los Ríos reconoce en El futuro Madrid la necesidad de «que cuando la madre puede volver al trabajo, haya establecimientos que abran por la mañana, para recoger, alimentar y empezar á educar á la criatura, hasta devolverla por la noche á los cuidados maternales. Es preciso que cuando el niño tenga dos años, haya una sala de asilo que lo acoja, lo cuide y lo eduque».
Con el Asilo de Lavanderas se quiere evitar, entre otras cosas, que los pequeños estén expuestos a las inclemencias del tiempo, al agua sucia que vertían las fábricas o a los hurtos en los lavaderos. Un ambiente no exento de peligros, a los que se enfrentaba a diario la Ronda especial de la ribera del Manzanares: como muestra, en abril y julio de 1871, condujeron a una mujer «al Hospital general por haber fallecido víctima de un accidente en el lavadero núm. 40»; «los guardias hallaron detenida en una estaca del río el cadáver de una criatura recién nacida, en el lavadero núm. 60»; los guardias «hallaron en el lavadero núm. 37 y bajo de una banca, el cadáver de una niña reden nacida»; en julio, un guardia condujo al Hospital de los Paules a una mujer «que abortó en el lavadero núm. 37».
Mientras la gente humilde de Madrid lavaba en casa con agua de pozo, los más acomodados podían ser propietarios o arrendatarios de lavaderos. Las lavanderas de oficio tenían un punto fijo, separado del de las lavanderas caseras y ambulantes. Las lavanderas compartían la ribera con bañistas y algún que otro animal que aprovechaba los pastos que había entre los tendederos.
Los primeros lavaderos de la Villa de Madrid datan del XVIII. Según datos del Ayuntamiento de Madrid, a finales de este siglo había 23 lavaderos en la margen derecha del río, nueve en posesión de la Villa y 14 de particulares. A mediados del siglo XIX empezaron los trabajos para traer agua a Madrid, abastecida hasta entonces gracias a viajes de agua, pozos, fuentes y aguadores. Durante un tiempo, convivieron el Canal de Isabel II, inaugurado en 1858, con la Policía de la Ribera del Manzanares, la Comisaría de Lavanderos y el censo profesional de lavanderas. Se controlaba el empadronamiento de todos los lavanderos y lavanderas de oficio, así como de sus ayudantes y mozos. La canalización del río, la llegada de agua corriente a las casas y las lavadoras automáticas terminaron con este oficio.
El lujo y la ostentación se oponen a la caridad
La Reina María Victoria, esposa del Rey Amadeo de Saboya, viendo cómo muchos de los hijos de las lavanderas del Manzanares vagaban por los alrededores del río, decide fundar el Asilo de Lavanderas a las afueras de la Puerta de San Vicente. La puerta se encuentra en las inmediaciones del río y junto a los jardines situados en la fachada occidental del Palacio Real, conocidos como Campo del Moro.
Los planos de «la casa de Asilo y refugio» son obra del arquitecto de Palacio Santiago de Angulo Ortiz y se presentan en mayo de 1871. Según la prensa de la época, «S. M. mandó inmediatamente que los adornos y la riqueza arquitectónica que en dicho proyecto figuraba fueran inmediatamente suprimidos, por considerar inútil todo lo que fuera superfluo en un edificio destinado únicamente á la caridad».
El presupuesto para la construcción del Asilo de Lavanderas asciende a 20.000 duros, cantidad a sufragar con la renta asignada por el Estado al heredero de la Corona (Manuel Filiberto, el primogénito), de ahí el otro nombre de la institución: Casa del Príncipe. La Reina coloca su primera piedra el 9 de julio de 1871. El edificio se inaugura en 13 de enero de 1872. El Imparcial da cuenta de la solemnidad del acto previsto: «probablemente asistirán todos los ministros, el alcalde popular, el presidente de la Diputación, el gobernador civil y comisiones del Ayuntamiento y la Diputación, los jefes de palacio, un zaguanete de guardias del Rey y una compañía de la fuerza ciudadana. El pro-capellán mayor de palacio bendecirá el acto».
La institución encargada de la gestión del Asilo de Lavanderas fue la Congregación de las Hijas de la Caridad, que daría comida e instrucción a más de 300 niños. Carmen Gallardo, autora de la novela histórica La Reina de las lavanderas, se refiere al Asilo como «la primera guardería de nuestro país».
Emplazamiento y situación del «asilo-escuela»
El terreno elegido para edificar estaba frente a la Puerta de San Vicente, justo donde se situaba la fuente los Mascarones o El Niñote, dos obras diseñadas por Sabatini. El Real Patrimonio trasladaría la fuente «a los terrenos de su pertenencia que estime convenientes» para que el público siguiera utilizando sus aguas. En principio, las piedras que formaban la fuente se mandaron a la Real Casa de Campo, pero se reclamó sin éxito y hoy se da por perdida.
El lugar elegido para levantar el Asilo, la Glorieta de San Vicente, cumplía con el requisito de «hacer lo mas beneficioso posible el laudable pensamiento de S.M. la Reina, como a fin de evitar que pudiera considerarse mas atendida una parte de la ribera que otra», algo que no sucedería por la existencia del puente del Rey. Además, es fácil el acceso al río y a la zona con las aguas de mayor pureza y, lo fundamental, permite a las lavanderas «dejar sus hijos sin rodeos y recogerlos así mismo cuando se retiren».
El final de una época
El 12 de febrero de 1873 sale de España la familia de los Saboya. María Victoria muere en San Remo de tuberculosis el 8 de noviembre de 1876. En Turín, en su monumento fúnebre de la Sala de las Reinas de la tumba real de la familia Saboya, una placa dice así:
«En prueba de respetuoso cariño, a la memoria de doña María Victoria, las lavanderas de Madrid. Madrid-Barcelona-Valencia-Alicante-Tarragona. A tan virtuosa señora».
Lo que respetaron los gobiernos que sucedieron a Amadeo I no lo hizo la Guerra Civil, que terminó con el edificio. La institución se traslada a la plaza de Francisco Morano, en la esquina del Paseo Imperial con el Paseo de Pontones, donde se levanta un nuevo edificio en 1943, obra de Manuel Martínez Chumillas. Actualmente, es la sede de las oficinas centrales de la Agencia para el Empleo de Madrid.
En 2006, durante la construcción del Intercambiador de transportes de Príncipe Pío, se encontraron restos de la cimentación del Asilo de las Lavanderas y de la fuente de El Niñote.