La batalla de Boyne que sigue encendiendo hogueras y rivalidades entre irlandeses y norirlandeses 400 años después
La guerra de los dos Reyes (Cogadh an Dá Rí, en gaélico) fue la mayor crisis en la historia irlandesa. Confirmó la sucesión en el trono de una monarquía protestante. La victoria de Guillermo de Orange en Boyne se recuerda cada 12 de julio con hogueras y desfiles
Nacer el 12 de julio «da mal fario», por lo menos para los irlandeses católicos de la Isla Esmeralda. Aunque solo sea un dicho popular, tiene su origen en el eterno enfrentamiento entre católicos y protestantes. Al otro lado de la frontera, en Irlanda del Norte (que pertenece a Reino Unido) la noche del 11 al 12 de julio, las comunidades protestantes encienden unas enormes hogueras hechas de palés. Durante el día, en ciudades como Belfast o Derry diferentes organizaciones como la Orden de Orange, defensora de la unión de Irlanda del Norte con Reino Unido, realizan desfiles reivindicativos. Esta «festividad» se conoce como el Orangemen’s day y a muchos irlandeses católicos más que un motivo de celebración les parece una ofensa. ¿Por qué?
Hay que remontarse a finales del siglo XVII, cuando Irlanda dependía del Rey inglés. Los católicos habían quedado relegados a súbditos de segunda y no tenían libertad religiosa. Oliver Cromwell había fomentado la ocupación del territorio de la isla por nobles ingleses o leales a la corona, en lo que se conoce como la plantación del Ulster, un proceso que se remonta al reinado de Enrique VIII. Por suerte para los irlandeses católicos, en 1658 el tirano Cromwell murió, y dos años después la Commonwealth colapsó.
Los católicos irlandeses vieron en el nuevo Rey una esperanza de recuperar sus tierras y el reconocimiento de su religión
En 1685 tras la muerte de Carlos II, subió al trono James II, más conocido como Jacobo II de Inglaterra e Irlanda y VII de Escocia. Conocedor de la situación en Irlanda quiso cambiar la situación, y los católicos irlandeses vieron en el nuevo Rey una esperanza de recuperar sus tierras y el reconocimiento de su religión. Pero el nuevo monarca no pudo modificar la legislación por la oposición de varios lores ingleses. A pesar de las reticencias de los nobles, colocó a católicos en puestos relevantes y recibió al nuncio papal, un encuentro que no se producía desde el reinado de María Tudor. Además, Jacobo II era católico y estaba casado con María de Módena, también defensora de la fe, lo que no gustaba a los lores ingleses, que lo veían como un riesgo para Inglaterra.
Esta situación de tensión política explotó en 1688, cuando siete nobles ingleses, en un acto de traición hacia su Rey, invitaron a Guillermo de Orange a invadir Inglaterra para despojar del trono a su suegro. Así es, eran familia, Guillermo y María, la hija mayor de Jacobo, habían contraído matrimonio hace ya unos años. Los lazos familiares no impidieron que Guillermo tomase la iniciativa de hacerse con la corona. Ese mismo año, Jacobo II decide marcharse a Francia para solicitar ayuda a Luis XIV, con el que existía una buena relación.
Poco después, en marzo de 1689, marchó con un pequeño ejército a Irlanda, donde todavía mantenía el apoyo de los señores locales y de Richard Talbot, el jefe del gobierno ejecutivo que gobernaba la isla. Jacobo II contaba con el apoyo del Parlamento irlandés y, a nivel militar, con 6.000 soldados franceses que el Rey Sol había enviado a la isla. Mientras, el parlamento había nombrado a María como nueva reina junto a Guillermo de Orange. La guerra de los dos reyes, también conocida como Guillermita o Jacobita, había comenzado. Aunque de todos los enfrentamientos entre ambos ejércitos, el más importante fue la batalla de Boyle, que desde entonces celebran cada 12 de julio – y a lo largo de la semana – los protestantes de Irlanda del Norte con hogueras y desfiles.
La batalla final
Las tropas de Guillermo de Orange, con 16.000 hombres desembarcaron en Carrickfergus, en el Úlster, en junio de 1690. Marchó hacía el sur para conquistar Dublín, pero en su camino se topó con 25.000 soldados jacobianos al otro lado de la ribera del rio Boyne, cerca de Drogheda, a unos 50 kilómetros de la capital. Jacobo II contaba con varios regimientos franceses y, sobre todo, católicos irlandeses, campesinos y nobles locales. Al otro lado, el ejército de Orange era superior en número y capacidades. Su caballería buscó el mejor punto para cruzar el río e iniciar su ataque.
Una vez decidido el lugar, envió a sus tropas contra la caballería de Jacobo, formada por dragones irlandeses experimentados, que no pudieron frenar a los protestantes. El 1 de julio de 1690 – aunque con el cambio al calendario gregoriano fue el 12 de julio –Guillermo de Orange derrotó a Jacobo II en Boyne. El último Rey católico de Inglaterra huyó a Francia desde Kinsale y vivió en el castillo real de Saint-Germain-en-Laye, junto a su esposa hasta su muerte. La historia de aquella lucha entre dos reyes y dos credos pasó a formar parte del folklore protestante.