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Gregorio Marañón y Posadillo

Gregorio Marañón y PosadilloReal Academia de la Historia

Dinastías y poder

La saga de Gregorio Marañón: de Almeida al ducado de Alba

Hoy muchos solo lo conocen por dar nombre a una estación de metro y al hospital de referencia que lleva su nombre, pero ¿quién fue realmente el Gregorio Marañón que impulsó la visita a Las Hurdes y apoyó la Segunda República para terminar reconociendo a los franquistas?

Fue uno de los más eminentes médicos e intelectuales burgueses del primer tercio del siglo XX. Hoy muchos solo lo conocen por dar nombre a una estación de metro y al hospital de referencia que lleva su nombre. También porque una de sus bisnietas parece haber encontrado el amor en el alcalde de la capital y otra, está llamada a convertirse en duquesa de Alba. Pero ¿quién fue realmente el Gregorio Marañón que impulsó la visita a Las Hurdes y apoyó la Segunda República para terminar reconociendo a los franquistas? «Los intelectuales que han tenido la suerte de encontrarse en territorio controlado por los nacionales no han visto amenazadas sus vidas ni se han visto obligados a exiliarse», declaró a Le Petit Parisien (21 febrero 1937).

Entró en relación con la generación del 14 y llegó a trabar amistad con el mismísimo Alfonso XIII, con el que protagonizó aquel hito de humanización sanitaria en España

Nacido en Madrid en 1887, Gregorio Marañón cursó los estudios de Medicina en la Facultad de San Carlos con Ramón y Cajal como profesor y se convirtió en un reputado endocrino. Entró en relación con la generación del 14 y llegó a trabar amistad con el mismísimo Alfonso XIII, con el que protagonizó aquel hito de humanización sanitaria en España que fue el viaje a la comarca de Las Hurdes, al norte de la provincia de Cáceres, para tratar de redimir el hambre y la pobreza: la región con los niveles más altos de aislamiento y mortalidad de toda la historia contemporánea de nuestro país.

Hasta entonces había mantenido una relación cordial con el soberano y se movía en los círculos de la aristocracia más selecta. Por ello, cuando una noche se encontraba cenando en el Palacio de Liria con Jacobo Fitz-James Stuart, duque de Alba, fue el primero en subir a atender a Cayetana, la única hija de los duques que acababa de venir al mundo. Gregorio, junto a Ortega, Pérez de Ayala y el aristócrata, ocupaban el salón principal mientras doña Rosario de Silva y Gurtubay, en su alcoba, daba a luz a la heredera.

Fue, junto a Unamuno, uno de los pocos intelectuales que no terminó de comprender el respaldo que Alfonso XIII brindó a la dictadura de Primo de Rivera con la que nunca simpatizó. El resto, por mucho que hayan querido contar, nunca le hizo ascos. En ese tiempo dejó de lado sus inquietudes políticas, aunque sin abandonar los posicionamientos liberales de los que hacía gala. Se distanció del Rey y dio su apoyo a lo convenido en el Pacto de San Sebastián de agosto de 1930, aunque él no se encontrase entonces en España.

Gregorio Marañón en un rincón de su biblioteca. De la revista Caras y Caretas, 17 de enero de 1931

Gregorio Marañón en un rincón de su biblioteca. De la revista Caras y Caretas, 17 de enero de 1931

Vino después su papel como mentor de la «Agrupación al Servicio de la República» y el respaldo completo al cambio de régimen. No en vano, la claudicación del último gobierno de la monarquía se produjo en la casa-clínica que el reputado doctor tenía en la calle Velázquez. Él mismo lo cuenta en un magnífico artículo publicado en El Sol el 23 de mayo de 1931 y que tituló Las dos y cinco de la tarde: 14 de abril 1931. En él explica cómo Romanones cedió todas las prerrogativas a su antiguo subordinado, Alcalá Zamora –su secretario en uno de los gabinetes liberales– otorgando la soberanía a quienes se hacían llamar Gobierno Provisional. ¿Lo sabía el Rey? Era el 14 de abril de 1931.

Tras eso, participó como diputado durante dos años en la primera legislatura de las Cortes de la República. Hasta que en 1933 presentó su renuncia. Le había ocurrido algo parecido a lo de su colega Ortega y Gasset: la República era otra cosa. Lo que España estaba padeciendo era radicalismo. «Estoy muy inquieto viendo tanta sandez», escribió. Octubre de 1934 le pareció una aberración, como contó tiempo después. Decidió entonces volver a volcarse en su faceta médica con alguna que otra colaboración en prensa. Pero con el inicio de la Guerra Civil todo se complicó.

La República era otra cosa. Lo que España estaba padeciendo era radicalismo

Estaba en Madrid en julio del 36 y durante cinco meses fue analizado con lupa por las autoridades frentepopulistas. Se sabía en peligro. Un par de pasos por la checa y hasta un tribunal popular para terminar refugiándose con su familia en la Embajada de Polonia. Desde ahí, en febrero de 1937, marchó a Alicante donde embarcó en un buque inglés con dirección a Francia. Su destino no había sido muy diferente al de tantos otros liberales de su generación que no encontraban sitio en una España violentada que sólo de boquilla decía ser demócrata.

Llegó incluso a reprochar a las democracias occidentales no haber apoyado a los alzados por el mismo error cometido previamente por los liberales españoles. Su único hijo varón, también Gregorio, dejó París para alistarse como alférez provisional en las filas nacionales y llegó a ser Consejero Nacional del Movimiento, Procurador en Cortes y Embajador de España en Argentina además de presidente del Instituto de Cultura Hispánica.

Marañón regresó a España en 1942. En pleno régimen de Franco. Igual que Menéndez Pidal o Jiménez Díaz. Falleció en 1960. De su matrimonio con Dolores Moya tuvo tres hijas y un hijo. Carmen Marañón, es la bisabuela materna de Sofía Palazuelo, esposa desde 2018 del heredero del ducado de Alba. También es la bisabuela de la actual pareja del alcalde de Madrid. Su hija menor, Mabel, es la madre del periodista Thom Burns Marañón. Y seguro que encontramos muchos otros muchos «lazos de sangre» entre los descendientes del insigne médico y pensador que un día apostó por la Raíz y decoro de España.

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