El enigma del abad Poblet al Emperador Lizong o el origen de la expresión «engañar como a un chino»
El abad de Poblet quiso presentar la ciudad de Barcelona cono una urbe mucho más grande que la del Emperador Lizong
Explica una leyenda recopilada por el folclorista Joan Amades en Las cien mejores leyendas populares, que el Rey de la Corona de Aragón, Jaime I el Conquistador (1208-1276), recibió una carta del emperador de China, en la cual le hablaba de ciertos negocios que no se detallan. Jaime I era el prototipo del rey medieval. Conquistó los reinos de Mallorca y Valencia -1229 y 1238- a los musulmanes y, con ello, le dio grandeza a la Corona de Aragón.
El Emperador de China podía ser Lizong (1205-1264), de la dinastía Song. Con la ayuda del canciller de estado Shi Miyuan y la Emperatriz Yang fue nombrado Emperador, aunque no le tocaba al no tener su familia un estatus político. A lo largo de los años no estuvo demasiado interesado en los asuntos gubernamentales. Legó el gobierno de China a Shi Miyuan. Cuando este murió lo sustituyó Ding Da Quan. Mientras tanto Lizong se dedicaba a la buena vida. No tuvo descendencia.
Lejanos, pero unidos por el comercio
Tenemos al Rey Jaime I y al Emperador Lizong unidos por una carta. ¿Cómo conocía el emperador un lugar tan alejado de Catay? La respuesta esta relacionada con el comercio. Desde el 130aC. al 1453dC. funcionó la Ruta de la Seda. Esta pasaba por Chang’an, Karakórum, Paso de Khunjerab, Susa, Valle de Fergará, Samarcanda, Taxila, Antioquía, Alejandría, Kazan, Constantinopla, Gracia, Roma y España. Tanto los puertos de Barcelona y Tarragona recibieron productos procedentes de China.
Cuando recibió la carta estaba sumido en las conquistas de Mallorca y Valencia. No creyó conveniente contestar la carta, pero sí enviar a un emisario. Por eso decidió que marchara hacia allí el abad del Monasterio de Poblet, fundado por el conde de Barcelona y príncipe de Aragón primus inter pares Ramón Berenguer IV el Santo. El abad era una persona «muy sabia y muy lista».
«El Emperador de China recibió muy bien al padre aliado, le enseñó su corte y todas sus riquezas y le hizo una gran ponderación de la maravilla y del prodigio de su ciudad. Tantas ponderaciones le hizo, que el padre abad se molestó un poco y creyó que en las palabras del Emperador había un poco de malicia y de desdén hacia él y lo que representaba, el cual creía el emperador que ni de lejos podría soñar la suntuosidad y prodigiosa maravilla de su corte».
El enigma del abad
El abad de Poblet le contestó al Emperador Lizong: «Debéis saber, señor Emperador, que el Rey Jaime, mi señor, vive en una ciudad levantada sobre el agua y toda rodeada de fuego. Esta ciudad está hecha con ojos de serpiente e hígados de ternera y la construyeron los gallos y conejos. Debe saber, también, que la tal ciudad está gobernada por cochinillos y que los muertos se pasean por las calles. La ciudad tiene un río sobre el que hay un puente y por encima del puente pastan más de cien mil cabezas de ganado».
La leyenda acaba aquí y se dice que las palabras del abad esconde varios enigmas. Nada mas sabemos y las crónicas de la época, en ningún momento, hacen referencia a este encuentro. El porqué de la leyenda y su motivo lo desconocemos, a no ser que se quisiera dar a conocer la grandeza de un Rey con respecto a un Emperador. Hay que tener en cuenta que la China de Lizong era sólo un tercio de la actual.
La contestación del abad de Poblet nos recuerda los tres enigmas o misterios de la ópera Turandot de Puccini. ¿Qué enigmas escondían las palabras del abad?
La residencia de Jaime I estaba en el Palacio Real Menor, situado en la actual Plaza del Rey de Barcelona. La tradición explica que Barcelona esta asentada sobre el «Río de Debajo» y el «Río de Santa Eulalia», de ahí «en una ciudad levantada sobre el agua». Este río es el conocido como Rec Comtal o Acequia Condal. Un antiguo acueducto romano que suministraba agua a Barcelona, procedente del río Besós. Este acueducto atravesaba Barcelona y de ahí su asentamiento sobre el agua.
La Barcelona de Jaime I, hasta mediados del siglo XIX, era una ciudad amurallada. Todas las rocas utilizadas para construirla salieron de la antigua cantera de la montaña de Montjuic, que los romanos ya utilizaron para construir la primitiva Barcino. A parte de la muralla, esta piedra ha servido para construir Santa María del Mar o la Catedra. El abad la nombra como «piedra hoguera». La de Montjuic es gres cárstico. Como que la piedra era hoguera, de ahí que la ciudad estuviera «rodeada de fuego».
Otras partes de la ciudad se construyeron con piedras conocidas, popularmente, como «ojos de serpiente e hígado de ternera». La primera debe ser granito, por su semejanza a ojos, sin saber que tipo de piedra es la segunda.
El Consejo de ciento, el órgano de gobierno que dirigía Barcelona, creó el oficio de mestre de cases –maestro de casas– que era el artesano dedicado a construir casas o edificios de carácter similar. En aquella época dos familias se dedicaban a este oficio. Eran los Gall (Gallo) y los Conill (Conejo). De ahí que la ciudad la construyeran «gallos y conejos».
Habla de porcells (cochinillos). Una antigua tradición define a los barceloneses como porcells. Como que todos los miembros del Consejo de Ciento eran vecinos de Barcelona, por derivada eran cochinillos. Por eso la ciudad estaba gobernada por estos animales.
Durante años una de las familias nobles de Barcelona eran los Mor (Muerto). Cuando alguno de ellos paseaba por la ciudad, bien se podía decir que «los muertos se pasean por las calles».
La parte final es un alegato a la ciudad de Barcelona. La ciudad le hacia de puente al Rec Comtal. Era tal la extensión de la ciudad que, si no estuviera edificada y fuera pastos, cabrían cien mil reses. En la época de Jaime I Barcelona ocupaba 132 hectáreas y tenía unos 30.000 habitantes. Así pues, el abad de Poblet quiso presentar la ciudad de Barcelona cono una urbe mucho más grande que la del emperador Lizong. Se dice que este enigma que dejó boquiabierto al Emperador chino es el origen de la expresión catalana engañar como a un chino.