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Misión de los jesuitas católicos en Kisantu, Congo Belga

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Del Estado libre del Congo al Congo belga: los deseos colonialistas de Leopoldo II

Leopoldo I trataba de convencer a su nación de que los pueblos emprendedores eran los que prosperaban. Buscó fundar colonias en Guatemala, Abisinia o Brasil, países soberanos que admitían la inmigración sin querer la desmembración territorial

La colonización del Congo fue uno de los episodios más sangrientos de la historia de África del siglo XIX. Una sucesión de abusos, atropellos a la dignidad humana y, probablemente, lo que luego se llamaría genocidio. La región era rica en recursos de todo tipo: madera, caucho, minerales…. Por este motivo, y en una época de fervor colonialista, era lógico pensar que los europeos acabarían dominando el país. Pero no fue una de las grandes potencias coloniales, sino Bélgica. Se hizo de manera singular, como una empresa privada.

El territorio del Estado Libre del Congo (mapa realizado en 1914, con posterioridad a la cesión del Congo a Bélgica)

El territorio del Estado Libre del Congo (mapa realizado en 1914, con posterioridad a la cesión del Congo a Bélgica)

Bélgica se había independizado de los Países Bajos en 1830. Era un país pequeño, dividido en dos comunidades lingüísticas y religiosas distintas, muy industrializado, pero con dificultades impuestas por los vecinos para el comercio. El nuevo país eligió la monarquía en la jefatura del Estado, buscando instituciones que unieran a las comunidades.

El primer Rey belga fue Leopoldo I, que veía como otros países se iban haciendo con colonias, quiso unirse también a la aventura. Podía haber sido una gran empresa nacional que uniera a los belgas, pero el Rey optó por crear un Estado libre, así lo llamó, que era una colonia privada del Rey mismo donde volcar su producción nacional y que no estuvieran bloqueados por ingleses, franceses y holandeses.

Leopoldo I trató de buscar lugares para fundar establecimientos belgas pero los políticos nacionales eran contrarios a la idea. Trataba de convencer a su nación de que los pueblos emprendedores eran los que prosperaban. Buscó fundar colonias en Guatemala, Abisinia o Brasil, países soberanos que admitían la inmigración sin querer la desmembración territorial. Pero la idea colonial no calaba y su búsqueda era sufragada con su propio dinero.

En 1860 apareció en escena el militar Henri-Alexis Brialmont, propagandista de la expansión, que toma la idea del monarca como propia y la considera complemento a la independencia. Se vuelven a buscar lugares para adquirir como las islas Fidji o las Saloman, pero sin éxito. En 1869 Leopoldo II, que había sucedido a su padre en 1865, trató de adquirir las Filipinas. Los intentos fueron vanos no obstante el Rey logró imbuir de espíritu colonial a algunos personajes como el barón Lambermont y al escritor y político Émile Banning. Este último, que era funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores, se entusiasmó con la aventura colonial y siguió de cerca los descubrimientos que se hacían en el continente. En el tercer tercio del siglo XIX aún quedaban muchos territorios desconocidos en el continente.

Viñeta que representa a Leopoldo II y otras potencias imperiales en la Conferencia de Berlín de 1884

Viñeta que representa a Leopoldo II y otras potencias imperiales en la Conferencia de Berlín de 1884

En busca de Livingstone, un viajero infatigable que se creyó perdido en 1871, apareció un explorador poco escrupuloso pero muy valiente y tenaz llamado Henry Morton Stanley que lo encontró. Stanley comprendió las posibilidades de la zona y regresó a África en 1874 en una expedición financiada por el Daily Telegraph y el New York Herald. Desde Zanzíbar debía llegar a las fuentes del Congo y seguir su curso hasta el mar. Habiendo obtenido un éxito rotundo y fama mundial, fue contratado por el Rey Leopoldo II. Entre ambos fundaron la Asociación Internacional Africana para introducir la civilización y el progreso en esas tierras.

El progreso no se entendía sin beneficio económico y el Rey era, ante todo, un hombre de negocios. En 1876 se organizó la Conferencia Geográfica de Bruselas para promover las exploraciones y el conocimiento de África. Se sucedieron varias expediciones y, a continuación, se creó un ente llamado Comité de Estudios del Alto Congo, una especie de sociedad mercantil con intenciones políticas que parecía una compañía mayestática sin control de ningún Estado y bajo la mano de Leopoldo II que puso al frente de la empresa a Stanley.

Stanley encuentra a Livingstone en Ujiji, noviembre de 1871

Stanley encuentra a Livingstone en Ujiji, noviembre de 1871

En 1882 se convirtió en la Asociación Internacional del Congo y en 1885 la región se transformó en el Estado Libre del Congo, un Estado que se declaró independiente. Esta fórmula les permitió obtener los territorios con el derecho de primeros ocupantes, haciendo suyo los tratados con jefes indígenas firmados por las compañías. Esta actitud y el temor de las potencias europeas a una penetración informal, fue una de las causas principales de la convocatoria de la Conferencia de Berlín (1884-85) para que la colonización fuera solo estatal.

La intención del Rey, que había unido al título de rey de los belgas el de soberano del Estado Libre del Congo, disfrazada de filantropía, era adquirir por convenio con jefes locales o por compra terrenos para abrir carreteras, hospitales, escuelas y desarrollar la región. Pero no lo hizo mediante la adquisición de soberanía belga, como propugnaba Banning, sino creando un Estado ficticio dominado por algunos funcionarios elegidos, con concesiones a grandes empresas mercantiles y gestionado por toda clase de aventureros. Con la finalidad de explotar los yacimientos de caucho, rubíes, diamantes, oro y marfil, los indígenas fueron sometidos a una casi esclavitud y al terror. Todavía no se conoce el número real de víctimas.

Boma, capital del Estado Libre del Congo, 1899

Boma, capital del Estado Libre del Congo, 1899

La presión internacional ante el escándalo provocó el final del Estado Libre, convertido ya en una fundación real. Bélgica se veía ante la disyuntiva de asumir la colonia o renunciar a ella. No era una decisión fácil y hubo opiniones en todas direcciones. Eran bancos belgas y empresas belgas las que explotaban el país. En el testamento de 1889 del Rey Leopoldo, se legaba el Congo a Bélgica. Pero no todos eran partidarios de aceptar. Se sucedieron las comisiones de investigación y las sesiones parlamentarias. No sólo se trataba de eliminar la sucesión en una administración llena de abusos y crímenes, sino que también se quería eludir la deuda.

La cuestión se resolvió cuando en 1908 llegó a primer ministro M. Schollaert que impulsó la anexión colonial. El 18 de octubre de 1908 se promulgó la Ley Colonial belga (Charte Coloniale) que fue la norma básica del derecho público colonial en Bélgica, una especia de constitución para ultramar. Por fin, el 15 de noviembre Bélgica asumió la soberanía del Congo. Con esto se puso fin a una actuación disparatada y se encauzó la cuestión dentro de la política internacional de la época.

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